La huelga tuvo una enorme importancia para los trabajadores brasileños porque está en curso un duro plan de ajuste antipopular implementado por el gobierno de Dilma Rousseff, después de las recientes elecciones, para mantener las ganancias capitalistas en el contexto de recesión. El ajuste incluye el intento de despidos masivos, hubo un aumento de la nafta (del impuesto a la nafta), otra alza de los intereses que se pagan a los banqueros acreedores (que es el principal gasto del presupuesto brasileño e implica baja del gasto social).
En este contexto la empresa Volkswagen envió 800 telegramas de despido durante las fiestas de fin de año. La reacción de los trabajadores fue masiva y pasó por encima del sindicato burocrático que pertenece a la CUT (principal central sindical en manos del PT). Masivas asambleas impusieron la huelga total y por tiempo indefinido. En diciembre una gran asamblea ya había rechazado la propuesta sindical de aceptar una rebaja salarial.
La huelga causó una gran conmoción y los trabajadores llegaron a cortar la carretera que une a San Pablo con el Puerto de Santos, el principal de Brasil.
La Corriente Socialista de los Trabajadores (UIT-CI), en el PSOL, llama a tomar el ejemplo de lucha de los trabajadores de Volkswagen. Señala que solamente con huelgas, actos y protestas en todo el país se puede imponer una derrota a los planes del gobierno y los patrones contra la economía popular. Y, para resistir nacionalmente el ajuste, propone que las organizaciones sindicales, estudiantiles y populares combativas y de izquierda construyan unitariamente una agenda de luchas contra los ataques al nivel de vida sobre el pueblo y, para eso, construir una coordinadora nacional unitaria contra el ajuste fiscal, con todos los que quieran participar para coordinar acciones