Sonia Torres sostiene, desde hace 39 años, que su hija estuvo en la Unidad Penitenciaria a cargo de la Orden de Monjas Buen Pastor, sita en la calle Irigoyen, durante julio de 1976, fecha prevista de su parto. Dado que estuve detenida en ese mismo lugar y en ese mismo mes, fui convocada en 2008 por la jueza Cristina Garzón a testimoniar. Dije que no conocí a Silvina, aunque afirmé que había varias embarazadas, algunas de las cuales venían del Campo de la Rivera, otro centro clandestino de detención y tortura.
El hecho que la jueza me presentara para su reconocimiento un plano de otra unidad penitenciaria, la de San Martín, y no la del Buen Pastor, despertó mis sospechas de que mi testimonio pudiera ser usado para obturar la investigación de Abuelas. Por eso decidí investigar por mis propios medios.
Visité el lugar donde había estado el Buen Pastor en plena ciudad, que había sido parcialmente demolido. Aunque en su lugar se había construido un paseo de compras, pude verificar que existían dependencias que pudieron ser utilizadas para alojar a personas que no eran ni presas comunes ni políticas. El relato comenzó a parecerme verosímil.
Localicé a las monjas que habían estado a cargo de nuestra detención en un geriátrico en las Sierras de Córdoba, San Camilo, cerca de Cosquín. Durante 2009 las visité 3 veces. Ellas recordaban con afecto a todo nuestro grupo, 26 presas. Durante el tiempo de nuestra detención habían sido el vínculo con nuestras familias, a pesar de estar formalmente incomunicadas, incluso sin reconocimiento legal por parte del Tercer Cuerpo de Ejército.
Aunque la Madre Superiora rechazó con energía la sola mención de Silvina, una de las madres, la vicerrectora, sí lo hizo, incluso afirmando haberle llevado la comida al calabozo donde se hallaba. Con esa información pedí ampliar mi declaratoria ante la jueza, a sabiendas, a esa altura, que la jueza era, a su vez, la sobrina de la madre superiora. Al finalizar mi declaración, la jueza me preguntó si mi madre vivía sola en Córdoba, lo que sentí como una advertencia.
Casi 30 años después, las monjas fueron convocadas a declarar, pero la Madre vicerrectora, Nancy Herrera, falleció unos pocos días antes. Cabe acotar que Monseñor Primatesta, autoridad máxima de la iglesia en Córdoba, atendía en el edificio del Arzobispado ubicado frente al del Buen Pastor y que, alguna vez, el propio obispo lo había visitado. Una temible trama de poder, que comprende a la iglesia, a la justicia y a los militares, se esconde detrás del robo del bebé de Silvina. La férrea voluntad de su madre, Sonia, y de los muchos que entregaron todos estos años de su vida a contribuir con su búsqueda, desde diferentes organismos de derechos humanos, merece todo nuestro apoyo. A ellos este testimonio, con la ilusión de que lo logren.