En la noche del 4 de septiembre, una delegación de cinco militantes del PST, encabezados por Roberto “Laucha” Loscertales, activista y trabajador despedido de los Astilleros Río Santiago, se dirigía en un vehículo hacia la Petroquímica Sudamericana (hoy Mafissa). Llevaban comida y dinero para el fondo de huelga, recolectados en la universidad para la fábrica, que se encontraba ocupada por sus trabajadores por aumento salarial. Con el “Laucha” estaban Hugo Frigerio, delegado del Ministerio de Obras Públicas (MOP); Adriana Zaldúa, también delegada del MOP, dirigente de la Juventud Socialista y estudiante de la Facultad de Arquitectura (UNLP); Ana María Guzner, ex delegada del gremio no docente de la universidad (ATULP); y Lidia Agostini, odontó- loga que trabajaba en un dispensario municipal.
Su vehículo fue interceptado cerca de la Catedral por hombres uniformados de la bonaerense, que los llevaron a la seccional policial de la calle 56, entre 13 y 14. Allí fueron brutalmente golpeados. Luego, fueron trasladados a La Balandra, un descampado en Berisso, donde los acribillaron a balazos.1
El 5 de septiembre, al confirmarse la noticia de los fusilamientos, el PST comenzó una campaña de denuncia. Los trabajadores del MOP paralizaron las tareas como expresión de protesta, también los no docentes de la UNLP. En Petroquímica colgaron una bandera que acusaba al patrón: “Curi compra matones para matar”. A las 17 horas, Oscar Lucatti, militante del PST y también trabajador del MOP; Carlos “Dicki” Povedano, miembro de la Comisión Interna de la Delegación de Previsión Social de la Nación; y Patricia Claverie, activista y estudiante de la Facultad de Ciencias Naturales, fueron secuestrados por individuos que portaban armas largas y los introdujeron en un Fiat 125, cuando salían del local del PST de La Plata para desarrollar las tareas de denuncia y movilización. Sus cadáveres aparecieron recién varias horas después. A pesar de las denuncias y numerosos datos aportados por el PST, el crimen quedó impune.
“De Pacheco a La Plata”
Bajo este título, el periódico del PST, Avanzada Socialista del 13 de septiembre, analizaba las causas de la “Masacre de La Plata” y la situación política que vivía el país.2 El 29 de mayo de 1974, aún bajo la presidencia de Perón, una banda fascista había atacado el local del PST de General Pacheco. Secuestraron a tres militantes y los acribilliraron. En aquel momento, el PST llamó a la más amplia unidad de acción contra los fascistas. Pero el llamado no tuvo eco en la mayoría de las organizaciones (JP, Montoneros, PC), salvo honrosas excepciones, como la del Bloque de Base de Rodolfo Ortega Peña. Aquellos asesinatos se enmarcaban en el intento del gobierno de aplastar al movimiento obrero y liquidar las libertades democráticas. Con las movilizaciones y la huelga general de junio y julio de 1974 los trabajadores impusieron la renuncia del ministro de Bienestar Social, José López Rega, organizador de la banda fascista Alianza Anticomunista Argentina (“Triple A”) y derrotaron el plan de ajuste de su protegido, el ministro de Economía Celestino Rodrigo, imponiéndose los acuerdos paritarios que intentaba desconocer.
Pero luego de ese triunfo, la burocracia sindical no continuó el plan de lucha y pactó la desmovilización con el gobierno de Isabel Perón. Esto permitió que los sectores más “gorilas” continuaran su “iniciativa en el camino hacia un régimen contrarrevolucionario”.3 Los grandes patrones industriales, latifundistas y banqueros, nacionales y extranjeros, se avocaron a superar la crisis económica mediante la represión, para profundizar la superexplotación obrera, acordando con el imperialismo y el FMI.
Por su parte, la guerrilla continuó realizando acciones con el objetivo de mostrar que una pequeña elite podía reemplazar a la movilización para aplastar a la reacción y al fascismo. Pero sus operaciones aisladas sólo sirvieron a la confusión popular, la desorganización de los trabajadores y para exacerbar la represión del gobierno y los militares. El 6 de noviembre de 1974, Isabel implantó el Estado de Sitio con el argumento de combatir a la guerrilla. Una medida apoyada por casi todos los partidos patronales que favoreció el ascenso de la “Triple A”. Ese mismo mes fueron asesinados otros cuatro militantes del PST en Capital y el Gran Buenos Aires. Se sucedieron ataques al movimiento obrero mediante el asesinato de activistas y dirigentes obreros, encarcelamientos masivos sin causa, la “misión Ivanissevich” intervino las universidades, el allanamiento y bombas a locales políticos. Para 1975, el PST tenía más de diez presos políticos, entre ellos, Juan Carlos “Pelado Matosas” López Osornio y Miguel Lamas.
La dirección nacional del PST ante la Masacre de La Plata señaló, esta vez “las armas de los asesinos no atacan en nuestro partido al conjunto de la oposición; atacan al movimiento obrero y a la izquierda”.4 Las máximas conducciones del peronismo y el radicalismo callaron ante la Masacre. El PST denunció la responsabilidad principal del gobierno peronista, que toleraba alevosamente a las bandas fascistas. También, a los falsos “opositores”, del estilo de Ricardo Balbín de la UCR, que los dejaban actuar sin denunciarlos. Llamó a vengar la muerte de los asesinados, pero no de forma individual, sino con las más amplia unidad de acción antifascista y continuando la tarea a la que habían dedicado sus vidas los compañeros asesinados: la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista. Rechazaba así una salida mediante la conciliación o la guerrilla, llamando a confiar en la movilización unitaria de los trabajadores. (ver “Los responsables”)
Finalmente, el gobierno de Isabel fue reemplazado por la dictadura militar y su genocidio. Pero la lucha de los trabajadores logró tirar a la dictadura, y continúa hoy en día. En ella seguimos construyendo el partido revolucionario por el que dieron la vida nuestros ocho compañeros asesinados del PST, y por ellos seguimos exigiendo justicia. Cuarenta años después, levantamos el puño con la misma fuerza y la misma furia, y como entonces decimos: “Eran nuestros hermanos en la lucha por el socialismo. Los lloramos de cara al agresor, mirándolo de frente, más firmes que nunca en nuestro odio de clase. Ellos fueron golpeados para que nosotros titubeemos. Ya lo sabíamos antes de que ellos u otros cayeran. A este gobierno capitalista de cuyas entrañas salieron las bandas asesinas, a los grandes patrones coherentemente selectivos en su condena de la violencia, a los militares apocaplípticos [...] a los medios de difusión que racionan la tinta mortuoria con una prolija desigualdad clasista, a los burgueses democráticos que evasivamente protegen lo que está protegido [...] les decimos: se equivocaron. Ellos cayeron para que nuestro dolor y nuestra rabia y nuestro odio de clase nos hiciera más fuertes.5
Compañeros caídos del PST: ¡Hasta el socialismo, siempre!
“Los responsables”
El sábado 6 de septiembre de 1975 se realizó el acto de despedida y el entierro de los compañeros asesinados, con la presencia de sus familiares, militantes del PST y delegaciones de trabajadores del MOP, Petroquímica Sudamericana, Propulsora Siderúrgica, entre otros. Ernesto González en nombre de la dirección nacional del PST brindó un discurso que apuntó a “Los responsables” de la masacre.
“Los compañeros, con sus debilidades y grandezas, sólo se pueden apreciar a la luz de la ideología y la tarea por las cuales ellos dieron su vida: el trotskismo y la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista. [...] Comprendemos que muchos de los familiares y compañeros busquen una reparación. Pero, ¿quién es el que tiene que reparar y cómo lograrlo? [...] Tan o más culpables que los ejecutores son los que instigan, dirigen desde las sombras o encubren a los asesinos. En primer lugar, el gobierno peronista, que en su momento toleró y encubrió su accionar, y que ahora, pese a su llamado al dialoguismo, no está haciendo nada que signifique parar a las bandas fascistas. También son responsables aquellos sectores que desde la oposición al lopezrreguismo y en nombre de la defensa de la democracia se han negado a movilizar contra el fascismo, haciéndole el juego a un nuevo golpismo militar que, por ahora, se escuda tras la fachada de mantener las instituciones. Detrás de estos sectores están los grandes patrones, industriales, latifundistas y agentes de los monopolios, nacionales y extranjeros. [...] Si nuevamente afrontamos el peligro de que las libertades democráticas sean liquidadas por un golpe militar, debemos señalar que esto en parte se debe a que en las filas del movimiento obrero y del pueblo hay dos sectores que les hacen el juego. El primero es la burocracia sindical, que luego de la caída de López Rega y Rodrigo negoció la lucha del movimiento obrero para apoyar a un gobierno que explota a los trabajadores y que engendró en su seno las bandas fascistas. Esa burocracia no moviliza contra el nuevo plan económico ni contra los crímenes de la ultraderecha. Por ello tenemos que marcar su responsabilidad en la masacre de La Plata. El segundo responsable son las organizaciones guerrilleras. Cuando la clase obrera se lanzó a la movilización para parar el intento fascista de López Rega, quedó claro que era ella y sólo ella capaz de frenar al fascismo. En diez días de lucha hizo más que todas las aventuras terroristas juntas durante años. Con las acciones desatadas posteriormente, la guerrilla quiere demostrar que son ellos, una elite, los que pueden reemplazar al movimiento obrero en la lucha contra la reacción y el fascismo. Pero cada una de sus sangrientas acciones vuelven a demostrar que sólo sirven para la desorganización y represión del movimiento obrero y sus actores de vanguardia. Ellos han precipitado este ir y venir infernal, justificando ante los ojos de amplias capas populares los crímenes fascistas con sus propios asesinatos, o provocando una confusión que debilita y aletarga la sensibilidad política de la población ante los crímenes políticos. [...] Como siempre, aún en esta hora de dolor e indignación, seguiremos fieles al movimiento obrero, luchando contra las direcciones sindicales que lo frenan y lo atan a los planes de la patronal, y contra la guerrilla elitista que lo confunde y contribuye a provocar su desmovilización. No buscaremos nosotros nuestra venganza ni por el camino de la conciliación ni por el de la guerrilla. Seguiremos confiando en la movilización de los trabajadores a pesar de que hoy no acierte a responder de conjunto a la ofensiva de la reacción. [...] Pero nuestra experiencia y la de la clase obrera de todo el mundo demuestra que tenemos razón. ¡Ni por un minuto dudemos que los trabajadores, ayudados por nuestro Partido, van a encontrar el camino! [...] Este es nuestro compromiso aquí, en la despedido de nuestros queridos compañeros, ante sus familiares y camaradas de lucha cotidiana. Su muerte tremenda no ha sido en vano porque tenían razón; ellos sabían que estaban en el camino justo, en el único posible. Nosotros les decimos que vamos a continuar por ese camino; que aunque tampoco algunos de nosotros veamos el final, estamos firme, total y absolutamente convencidos de esa victoria de la clase obrera que, al terminar con todo los explotadores y asesinos, brindará la mejor y única reparación posible. Laucha, Hugo, Dicki, Adrianita, Patricia, Lidia, Ana María, Oscar: ¡Hasta el socialismo siempre!»6
«Nuestras primeras mártires»
De esta manera, Avanzada Socialista, el periódico del PST, una semana después recordaba y reivindicaba la militancia de las compañeras asesinadas en la Masacre de La Plata. Ellas fueron “nuestras primeras mártires”.
“Nuestra página ha estado destinada a la difusión, a la defensa y a la orientación de la lucha de uno de los sectores más sumergidos de la sociedad: las mujeres. En ella hemos volcado las opiniones que tiene nuestro partido acerca de los miles de problemas que aquejan a la mujer a causa de su opresión. [...] Si alguna vez escribimos nuestra historia, en ella tendrán un lugar muy destacado las mujeres. Y hoy, en esta nota queremos empezar a escribir parte de esa historia que, como la historia de todos los que luchan, tiene sus mártires. Hoy, entonces, queremos dedicar estas líneas a las cuatro jóvenes mártires que las mujeres socialistas hemos entregado a la causa obrera y cuyas vidas fueron tronchadas por sus salvajes asesinos. Nuestro homenaje es sencillo. No queremos hacer extensas biografías ni engrandecer exageradamente a nuestras compañeras después de muertas. Queremos destacar en ellas el mérito que les cabe por el simple hecho de haber asumido la causa del socialismo. En una mujer es doble mérito. Si para cualquier compañero emprender el camino de la lucha supone además satisfacciones, riesgos y sacrificios, para una mujer esto se da por partida doble. Porque debemos vencer todas las trabas que nos impone la educación de esta sociedad. Nuestras compañeras asesinadas habían elegido bien su camino y la prueba es el ensañamiento del enemigo. [...] Nosotras luchamos por la igualdad que la sociedad nos niega. Luchamos por poder acceder a los puestos políticos y sindicales, por facilitar a las mujeres sus tareas en el hogar, por cambiar su carácter de ´ciudadano de segunda categoría´. Y esa sociedad, que con sus leyes y normas sociales nos cierra el camino, es la misma que ampara a los asesinos de nuestros compañeros. Con lo cual debemos llegar a la conclusión de que no se nos reconoce igual derecho a la vida pero sí igual derecho a la muerte. Las manos asesinas que masacraron sus cuerpos no hicieron diferencias de sexos al apretar el gatillo. Esto, en medio de la tristeza y el dolor, nos llena de orgullo porque significa que las mujeres socialistas somos reconocidas hasta por el enemigo como luchadoras consecuentes. De los 15 mártires que ya tiene nuestro partido, Adrianita, Ana María, Lidia y Patricia... son las primeras mujeres que figuran en esta macabra y heroica lista. Por ello, a partir de este momento, la exigencia de que se castigue a los responsables pasará a ser una bandera más de la lucha de todas las mujeres socialistas.»7
1. Asquini, Norberto Gabriel. Crónicas del fuego. Ed. Amerindia. Santa Rosa, 2006. Pág. 380 a 382.
2. Avanzada Socialista. N° 162, 13/09/1975 “De Pacheco a La Plata”. Página 3.
3. Idem.
4. Idem.
5. Avanzada Socialista. N° 161, 8/09/1975. “Hasta el socialismo siempre...”.
6. Avanzada Socialista. N° 161. 8/09/1975. «Los responsables»
7. Avanzada Socialista. N° 162. 13/09/1975. «Nuestras primeras mártires.»