En el sector lácteo hay dos grandes perdedores: los miles de pequeños tambos que reciben 4,20 pesos por litro de leche (cuando su costo de producción es 5,30) y los consumidores, que ven como ese alimento básico está a 20 pesos o más (ni qué hablar de los quesos, yogures u otros productos a valores directamente inalcanzables para el bolsillo popular). Del otro lado, los dos ganadores que se quedan con la diferencia son las grandes empresas monopólicas del sector (Mastellone, Sancor, Nestlé, Dadone e Ilolay) y las cadenas de hipermercados, como Carrefour, Jumbo, Walmart, Coto y La Anónima.
Estamos hablando de un producto básico esencial para la alimentación y la salud de niños y ancianos. De una industria que tiene una larga historia en nuestro país y hoy está en riesgo de desaparecer. Se está produciendo un 3% menos de leche que el año pasado. Los productores están enviando vacas lecheras al matadero para pagar sus deudas y más de 120 tambos han cerrado en los últimos meses.
La actual crisis la tienen que pagar los monopolios que se beneficiaron con la concentración del sector. Hay que garantizarle un precio sostén a los pequeños tambos (los que producen hasta 2900 litros de leche diarios), que les asegure el costo de producción, y poner precios máximos a la leche de todos los tipos (incluyendo las especiales, fundamentales para la alimentación de bebés y personas con enfermedades). A su vez, el estado debe garantizar que la leche llegue a todos los hogares, así como su presencia en la alimentación de los comedores escolares o populares, hospitales y geriátricos. Las superganancias de unos pocos no pueden quitarle a nuestro pueblo el derecho a un vaso de leche.
J.C.