La pura realidad es que los gobernadores del Frente Para la Victoria salieron a defender la suba de tarifas. Y en la citada interpelación al ministro el kirchnerismo hizo el papelón mayor, ya que ni siquiera pudo sentar al presidente de la comisión de energía, el ex ministro y ahora diputado Julio de Vido, incapaz de resistir las críticas a la corrupción y al desastre de su propia gestión.
Lo cierto es que el kirchnerismo en sus 12 años de gobierno mantuvo la matriz del modelo de saqueo privatizador que venía del menemismo y lo profundizó en varios aspectos, dejando el camino servido para lo que ahora pretende hacer el macrismo.
Pese a las reiteradas advertencias acerca de que se estaban agotando las reservas de gas y petróleo, Néstor primero y Cristina después, dejaron que siguiera el saqueo, no controlando absolutamente nada y hasta premiando a petroleras y gasíferas con nuevos yacimientos casi a perpetuidad. Dejaron que el mayor saqueador -Repsol- prácticamente fundiera YPF, para recién entonces hacer una “expropiación” parcial, que rápidamente se transformó en un acuerdo secreto con Chevron para saquear Vaca Muerta.
Con respecto a la propia Repsol, también con velocidad astronómica quedaron en la nada los discursos nacionalistas: se le puso un dólar sobre otro en concepto de “indemnización”, olvidándose todos los desastres (económicos, energéticos y hasta ambientales) que nos dejó de regalo la multinacional española. Mientras el 83% de la producción de gas y petróleo siguió en manos de los grandes pulpos privados.
Pero eso no es lo peor: cuando el precio internacional del petróleo empezó a bajar, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner les garantizó su rentabilidad a las petroleras que operaban en la Argentina, poniéndoles un precio sostén por encima del internacional (cuando en el mundo el barril llegó a estar por debajo de los 40 dólares, acá se le abonaba a las empresas por arriba de los 60). ¿Quién “pagó” ese subsidio a las petroleras? El pueblo trabajador, con una de las naftas más caras del mundo, que increíblemente “subía” cuando el precio bajaba en todo el resto del planeta.
Con respecto al gas (como explicamos en la nota central de esta página), el kirchnerismo también garantizó a los monopolios extractores un precio a boca de pozo por encima del costo local y del valor internacional. Todos estos privilegios no impidieron que, a partir de 2011, nuestro país perdiera el autoabastecimiento y tuviera que comenzar a importar gas, con un enorme costo en divisas.
En cuanto a la otra parte del sistema energético (el transporte y la distribución de gas y electricidad) la política kirchnerista también fue desastrosa para los usuarios y a medida de las empresas. Las tarifas bajas no impidieron que las empresas siguieran embolsando sus ganancias, ya que eran compensadas con inmensos subsidios que llegaron al final de la gestión a casi 200.000 millones de pesos en un año, la partida más grande después de los pagos de la deuda. Por otra parte, el kirchnerismo intentó varias veces aumentar las tarifas, y si no pudo hacerlo fue por la resistencia popular (y varios fallos judiciales que se lo impidieron). A veces lo logró, como en 2014 con el gas, teniendo la suerte de que no se sintiera en el bolsillo por el invierno cálido de 2015.
Los Kirchner jamás controlaron la calidad de los servicios. Así, tuvimos innumerables apagones eléctricos, que se reiteraban cada año en Capital y Gran Buenos Aires. O terribles accidentes con el gas como la voladura de un edificio en Rosario en 2013. En cuanto a las inversiones, el kirchnerismo terminó su mandato sin que todo el noreste argentino (Formosa, Chaco, Misiones y Corrientes) esté conectado a la red de gas natural. Este y no otro, es el “balance energético” del kirchnerismo.