Luego de doce años en el poder, el Partido Justicialista con la candidatura de Daniel Scioli y el apoyo de Cristina Kirchner perdía el gobierno nacional y su histórico bastión, la provincia de Buenos Aires, a manos de Macri. Esta derrota produjo en su interior una profunda crisis, que hoy se expresa en los diferentes sectores en los que se encuentra dividido el peronismo. El kirchnerismo, por su parte, con el destape creciente de su tremenda corrupción, va languideciendo como alternativa política para vastos sectores de la sociedad. Esto explica, por ejemplo, la reciente ruptura del bloque del Frente para la Victoria en la legislatura porteña y la exclusión de los K en el armado de las autoridades del Partido Justicialista.
Es en este contexto que un grupo de dirigentes pejotistas, intentando lavarse la cara en vistas a las elecciones de 2017, lanzan la segunda “renovación peronista”, intentando mostrar que son distintos del kirchnerismo, que son un nuevo peronismo.
El núcleo lo conforma el Grupo Esmeralda, en el que confluyen intendentes bonaerenses como Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Gabriel Katopodis (San Martin) y Juan Zabaleta (Hurlingham), entre otros. También gobernadores como Domingo Peppo (Chaco), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Sergio Casas (La Rioja), Carlos Verna (La Pampa) y Rosana Bertone, gobernadora kirchnerista y furibunda ajustadora y represora de trabajadores en Tierra del Fuego -con el asesoramiento del ministro macrista Rogelio Frigerio-. Reunidos en la Casa del Chaco acordaron un discurso y una agenda en común. Faltó con aviso Juan Manuel Urtubey, gobernador de Salta.
El pasado 6 de setiembre se lanzaron al ruedo con un homenaje a Antonio Cafiero, uno de los artífices de la primera “renovación peronista”. Concurrieron al acto, aparte de los nombrados, el gobernador “vitalicio” de Formosa, Gildo Insfrán, hambreador de los Qom; Sergio Uñac, gobernador de San Juan y “padrino” de la Barrick. También se pudo observar la presencia de Jose Luis Gioja y Daniel Scioli, presidente y vice respectivamente del PJ, y de Felipe Solá (diputado del Frente Renovador). Hasta hubo lugar para ajenos, como los barones del conurbano Julio Pereyra (Florencio Varela) y Alberto Descalzo (Ituzaingó). Como vemos, un cambalache.
Qué fue la “renovación peronista”
En el año 1983 gana las elecciones Raúl Alfonsín contra el candidato del PJ. Para el peronismo fue una catástrofe. Por primera vez en una elección había probado el sabor de la derrota. Se impuso así la tarea de desprenderse de la dirigencia responsable de la misma. Pronto Cafiero, Menem, Grosso, De la Sota y Manzano se presentan ante el pueblo trabajador como la “renovación”.
En 1987 Cafiero, que gobernaba de la provincia de Buenos Aires, apuntaba a la presidencia, pero perdió la interna con Menem. La “renovación peronista” parió el nefasto gobierno menemista que produjo desocupación, entregó el patrimonio nacional, duplicó la deuda externa e indultó a los genocidas. Fue el gobierno de las relaciones carnales con el imperialismo yanqui. Mientras Grosso, quien fue intendente de la Ciudad de Buenos Aires, hoy asesora a Macri, y De la Sota que fue tres veces gobernador de Córdoba y acérrimo menemista, hoy es aliado de Sergio Massa.
¿Cuál es la salida?
Quienes conforman la segunda “renovación peronista” fueron parte del kirchnerismo, defendieron su corrupción, la entrega y justificaron cada uno de los actos del gobierno contra el pueblo trabajador. Son los mismos que como gobernadores hoy apoyan a Macri y aplican planes de ajuste en provincias como Tierra del Fuego, Santa Cruz, Formosa y Santiago del Estero, por nombrar algunas, lo mismo hacen los intendentes del PJ. Con el verso de la renovación, buscan desprenderse del pesado lastre de su pasado reciente. El peronismo no se puede renovar, porque su razón de ser es gobernar para las grandes patronales. Al calor de su crisis y con el verso de la renovación, intenta reacomodarse ante los trabajadores para continuar estafándolos.
La historia nos enseña en qué terminó este reciclado peronista: en ajuste, entrega y corrupción. Por esto le decimos, compañero lector, que la salida no pasa por confiar en políticos patronales, sino en apoyar una alternativa de los trabajadores. Desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda lo invitamos a sumarse.