Las reiteradas traiciones de la burocracia sindical, que se niega a enfrentar el ajuste macrista, los despidos, el tarifazo, o siquiera a exigir la reapertura de paritarias, demuestran que es una necesidad urgente de los trabajadores contar con dirigentes genuinos y combativos e institucionalizar métodos totalmente distintos.
La base de la existencia de la burocracia sindical es su histórico manejo de un millonario aparato sindical (aportes patronales, hoteles, obras sociales, subsidios, etc.) que viene desde el primer gobierno de Perón.
Solo los fondos de las obras sociales actualmente representan el 3,5% del PBI; los descuentos salariales para las obras sociales representan una masa de alrededor de 30 mil millones de pesos anuales. Un jugoso negociado en manos de la burocracia. Para retener el control de esa fabulosa cantidad de dinero, la burocracia sindical está siempre dispuesta a transar con los gobiernos de turno y a permitir todo tipo de ataques a los derechos de los trabajadores. Con el acuerdo de Macri de entregar los $29.500 adeudados a las obras sociales, en agosto, vino la extensión de una “tregua sindical” que todavía sigue en pie.
Mientras se muestra dócil ante los gobiernos, la burocracia avala despidos de activistas opositores, defiende sus aparatos con patotas y matones, y ejerce el poder mediante un régimen interno dictatorial reflejado en los estatutos que impuso en los sindicatos. Hay más requisitos para postular listas opositoras que para ser candidato presidencial.
Esta es la burocracia sindical peronista, que siempre trata de inculcar a los trabajadores la noción de que existen patrones buenos con los que es necesario hacer acuerdos, que los trabajadores deben conciliar sus intereses con los de los empresarios. La historia demostró que detrás de esta ideología se escondieron siempre traiciones a los trabajadores. El mismo rol que jugaron en distintos períodos dirigentes como Vandor, Rucci, o Lorenzo Miguel, ahora lo juegan Gerardo Martínez, Caló y el triunvirato de la CGT, más allá de sus diferencias. Dirigentes como José Pedraza de la Unión Ferroviaria, que tercerizó trabajadores y está preso por el asesinato de Mariano Ferreyra; el “Caballo” Suárez, preso por corrupción; Ramón Baldassini, con 53 años a la cabeza del sindicato de Correos; el kirchnerista Gerardo Martínez, de la Uocra, quien fue agente de inteligencia durante la dictadura; Armando Cavalieri, que dirige el sindicato de Comercio desde hace 30 años; Andrés Rodríguez, de UPCN, burócrata sindical del menemismo y luego del kirchnerismo. Ese es el perfil de la mayoría de los miembros del confederal de la CGT.
Por un sindicalismo combativo y democrático
El modelo sindical que nuestra corriente ha defendido es totalmente diferente. Luchamos por promover un nuevo tipo de liderazgo sindical sin privilegios, en el que los dirigentes ganen el mismo salario que corresponde a su cargo, que sean revocables por los trabajadores y que luego de ejercer su mandato retornen al trabajo.
El régimen interno de los sindicatos tiene que ser democrático: todo debe discutirse y resolverse en asambleas, las elecciones deben contemplar la representación proporcional de las distintas corrientes en la estructura de cargos. Para la reorganización sobre nuevas bases de la CGT, planteamos la realización de un congreso de con la elección de un delegado cada 500 trabajadores.
Defendemos la total independencia de los sindicatos respecto de los gobiernos y las patronales. La dirigencia sindical debe disciplinarse únicamente a las decisiones de las bases y los intereses de la clase trabajadora. Así es posible enfrentar consecuentemente los ajustes, acabar con la precariedad laboral, conquistar salarios dignos y acabar con los despidos. Del mismo modo que rechazamos la subordinación política a los gobiernos, repudiamos toda injerencia del estado y los gobiernos en los asuntos sindicales.
Venimos luchando por imponer este modelo contra las direcciones burocráticas. Ejemplos de esta lucha han sido, en distintos momentos después de la caída de la dictadura en 1983, la conducción la Uocra-Neuquén, varias seccionales de sindicatos docentes, Sanidad-Capital, entre otros, y el impulso de listas Naranja con estas características por parte de nuestra corriente en los tiempos del viejo MAS. Actualmente continuamos esta pelea con el “Pollo” Sobrero, Edgardo Reynoso, Mónica Schlotthauer y otros referentes de la lista Bordó en ferroviarios; en el sindicalismo combativo y en las nuevas direcciones siendo parte de los Suteba multicolor, Ademys, Cicop, reparticiones estatales y otros sectores, así como en listas unitarias opositoras en varios sindicatos. Una encuesta reciente (La Nación, 17/10) revela que el 77% de los empresarios está preocupado por el surgimiento de expresiones “de carácter más combativo opuestas a las conducciones tradicionales”. Seguimos acumulando fuerzas para disputar a la vieja burocracia sindical la conducción del movimiento obrero. Es un proceso de crucial importancia para el destino de la clase trabajadora.
Cuatro etapas históricas: El movimiento obrero y sus direcciones
Desde su formación, la clase trabajadora argentina, con sus auges y declives, ha tenido cuatro direcciones fundamentalmente. Primero predominaron los dirigentes anarquistas y socialistas y luego dirigieron los comunistas. A partir de 1945 se impuso la burocracia peronista. Luego de la caída de la última dictadura, se abre la etapa actual de surgimiento de dirigentes combativos a nivel de cuerpos de delegados y de algunos sindicatos, en oposición a la burocracia sindical.
Las ideas del socialismo y el anarquismo llegaron en la segunda mitad del siglo XIX, junto a centenares de miles de inmigrantes europeos. Los anarquistas eran quienes más recurrían a las acciones directas y a la agitación revolucionaria, aunque eran contrarios a una conducción sindical centralizada y a la organización política para la toma del poder por parte de los trabajadores. En 1905 nació la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y se realizó la primera huelga general. Se conquistó la jornada laboral de 8 horas, el derecho a la jubilación de los ferroviarios, y se alcanza la cifra de 700.000 afiliados hacia el año 1915. La furia asesina del gobierno de Yrigoyen se vería reflejada en la llamada “semana trágica” de 1919, en la que fueron asesinados tres mil obreros en la fábrica metalúrgica Vasena, y en los más de mil en Santa Cruz, durante la huelga conocida como “Patagonia rebelde” en diciembre de 1921.
En la “década infame” de los ‘30 la FORA es ilegalizada aumenta el desempleo, y el país es entregado totalmente al imperialismo inglés. En 1930 se funda la Confederación General del Trabajo (CGT), una central unificada que desde su nacimiento fue conducida por una burocracia con buenas relaciones con el gobierno conservador.
Entre 1935 y 1936 resurgen las huelgas y nacen los sindicatos por rama industrial. En esta segunda etapa decae la influencia anarquista y socialista y surge la dirección sindical ligada al Partido Comunista (PC), jugando un rol importante en la reorganización del movimiento obrero. La subordinación al estalinismo llevó incluso al levantamiento de huelgas que se percibían como inconvenientes para la URSS o sus aliados durante y después de la segunda guerra mundial. El punto de quiebre lo marcó la huelga de la carne levantada en 1943 en la cancha de Dock Sud por el principal dirigente del movimiento obrero, José Peters (dirigente del PC).
Luego de esto surge una nueva dirección hegemónica, la del peronismo, en medio de una ofensiva del gobierno en los asuntos internos de las organizaciones sindicales. El peronismo implanta una doctrina de conciliación con la burguesía, de apoyo a políticos patronales. En esta tercera etapa, en un contexto económico favorable entre 1943 y 1955, el movimiento obrero obtiene grandes conquistas, muchas de las cuales persisten hasta la actualidad. Aumenta la sindicalización y surgen las comisiones internas y cuerpos de delegados. En sus confrontaciones con la burguesía pro yanqui, el peronismo se apoyó en la movilización y organización de los trabajadores, con lo cual surgieron, a la par de la nueva burocracia peronista, también nuevos dirigentes combativos e independientes. Luego del golpe de 1955, durante la resistencia peronista, nuestra corriente participó en las luchas y formó parte de la dirección de importantes huelgas, con una política unitaria a través del periódico Palabra Obrera que se repartía masivamente.
Los golpes reaccionarios y las grandes luchas durante la década del ‘60 desembocarían en el Cordobazo en 1969, con dirigentes como Tosco, Salamanca y Páez, entre otros. Lamentablemente el proceso de maduración política y de surgimiento de nuevas direcciones combativas se interrumpió con el golpe del ‘76, pues la dictadura militar liquidó físicamente a gran parte de la vanguardia obrera, de la que formaban parte nuestros compañeros del PST. Desde la caída de la dictadura hasta la actualidad estamos escribiendo la historia de la cuarta etapa del movimiento obrero argentino, aquella en la que los trabajadores damos pelea por librarnos de la burocracia sindical peronista y conquistar la independencia política de la mano de una dirigencia combativa y democrática. Nuestra corriente está en la primera fila de esta lucha.