Escribe Martín Fu
Condenado por múltiples delitos de lesa humanidad y robo de bebés, quien fuera mano derecha del temible Ramón Camps y jefe directo de más de veinte centros de detención, tortura y exterminio, Etchecolatz fue recién ahora exonerado de la policía bonaerense el pasado 8 de agosto. Ningún gobierno desde 1983 a la fecha lo sacó de la fuerza. Ni siquiera cuando Julio López desapareció pocos días después de declarar contra el policía. Condenado por los delitos más aberrantes, gozaba del retiro policial a pesar de que desde 1997 existía un pedido formal del CELS sobre su exoneración.
Etchecolatz seguía cobrando su jubilación, en forma de pensión, aunque su esposa no es viuda y el genocida sigue vivo.
Ni los secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones fueron motivo suficiente para que la policía lo exonerara y mucho menos para que los gobiernos lo dejaran con la condición policial y sus privilegios. Su caso no es el único: otros once altos mandos policiales estaban en la misma condición. Es una demostración de la continuidad de la impunidad de ayer y de hoy y de la exigencia urgente de desmantelar el aparato represivo.