Juliana es hija de Beatriz Recchia de García, una de las once mujeres embarazadas que parieron en Campo de Mayo. En su testimonio relató pequeños retazos de recuerdos de sus padres a quienes conoció hasta sus 3 años de vida. Su padre fue asesinado en su casa en un allanamiento en enero de 1977 y su madre fue secuestrada y llevada a Campo de Mayo, según todos los indicios, donde habría tenido a su hermana en mayo de ese año.
Juliana fue reconstruyendo lo ocurrido con su madre a partir de encuentros con sobrevivientes. Uno de ellos le contó que luego de parir, su madre fue llevada a un “traslado” en un camión. Pocos minutos después escuchó el rugido de un avión y más tarde vio repetir el ritual de quemar ropas. Entre las cenizas reconoció el saco de Beatriz por sus botones.
Durante 32 años Juliana buscó a su hermana que fue apropiada por un suboficial de inteligencia de Campo de Mayo. Dedicó su vida a ello, militó en Abuelas y formó parte de los equipos de investigación.
Sus hijas Morena y Lola, nietas de Beatriz, pidieron participar del juicio donde su madre testimonia por su abuela. Los jueces accedieron y concurrieron acompañadas de familiares, compañeros de Izquierda Socialista e integrantes de Abuelas y de Hijos.
Tanto Juliana como Hijos denuncian que un hospital militar entero estuvo involucrado en estos crímenes. Por ello, no puede aceptarse que en el juicio sólo están imputados dos de sus integrantes. Juliana dijo: “Dediqué mi vida a buscar a mi hermana y a hacer justicia por mis padres. Luego de 32 años, un juicio no es justicia, pero es reparador.”