Dicen defender en los discursos un supuesto “proyecto nacional y popular”, y sin embargo después gobiernan para los grandes empresarios nacionales y extranjeros, para pagar la deuda externa y para pactar con las diferentes alas de la traidora burocracia sindical. Esa fue la experiencia del menemismo en los 90 (prometía un “salariazo” y la “revolución productiva”) y, en los últimos años, del kirchnerismo. La salida vendrá por el rompimiento del movimiento obrero y popular con todo esto y por construir una nueva dirección política y sindical.
Esa alternativa política es la que encarna el Frente de Izquierda. La buena noticia de 2017 es que en las elecciones de octubre el FIT logró crecer y fortalecerse en medio de la disputa entre el macrismo y todas las variantes del peronismo. El FIT logró superar nuevamente el millón de votos en todo el país. Lo que se expresó en nuevos diputados nacionales, provinciales y municipales, que seguirán siendo la voz de los trabajadores y de sus luchas en las legislaturas. Ese más de un millón de votos muestra que existe una importante franja de trabajadores, de jóvenes y de mujeres que luchan por un cambio de fondo en el país. Son el comienzo de un proceso de ruptura hacia la izquierda de los trabajadores y de los sectores populares.
Ese crecimiento no es solo electoral. Hay un avance y un crecimiento también de la izquierda en los sindicatos, en las empresas, en las escuelas y universidades y en los barrios. El 2017 nos deja un fortalecimiento del sindicalismo combativo y antiburocrático que se ha expresado en las luchas (docentes, estatales, AGR-Clarín, PepsiCo, Cresta Roja o MAM), en las marchas y en las elecciones sindicales. Es el fortalecimiento de los Sutebas Multicolor, de la Unión Ferroviaria Oeste, del Sutna, de Ademys, de ATEN Capital, entre otras. Es clave darle continuidad a este proceso en 2018, fortaleciendo la unidad de la izquierda y la coordinación del sindicalismo combativo. Esta seguirá siendo la reiterada propuesta de Izquierda Socialista.