Cuando parecía que la guerra de Siria ya no podía ser peor para una población exhausta, las masacres se están intensificando en todos los frentes. Todas las fuerzas reaccionarias se esfuerzan por destruir cualquier opción de los pueblos a vivir libres del yugo de la dictadura y a ahogar en sangre el sueño de libertad y justicia social que estalló en la revolución de 2011. Con el régimen de Bashar Al Assad restituido y blanqueado gracias al apoyo de sus aliados, Rusia e Irán, y después de haber utilizado los kurdos como fuerza de choque contra Daesh, muestran descaradamente su objetivo: liquidar esta experiencia revolucionaria.
Al norte, hace un mes que Turquía ataca el cantón kurdo de Afrin, ante el silencio cómplice de Rusia, que tiene presencia militar en el enclave y veía con malos ojos el apoyo de Estados Unidos a los kurdos. Tampoco Irán ni Estados Unidos –ni las potencias de la Unión Europea– supuestamente aliados de los kurdos han pasado de pedir al socio de la OTAN “contención”.
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Asimismo, el régimen emprende una brutal ofensiva sobre Idlib y las posiciones que aún no controla en las proximidades de Damasco: Duma y los barrios de Guta Este, sometidos a un asedio feroz desde 2013 y a intensos bombardeos diarios que caen sobre una población exhausta, además del poder totalitario de grupos salafistas como Hay’at Tahir al-sham y Jaish al Islam, que han asesinado y secuestrado cientos de activistas revolucionarios. El régimen y sus aliados bombardean hospitales y en lo que va de año se han registrado ya al menos tres ataques con cloro, cuando se suponía que Al Assad había entregado todo su arsenal químico. Desde mediados de noviembre las 400.000 personas que viven en Guta han sido bombardeadas por tierra y aire diariamente por el régimen y sus aliados. En Idlib y las zonas rurales de Hamma 200.000 civiles han sido desplazados sólo durante el mes de enero. El 20 de febrero se produjo la peor masacre en un bombardeo de Al Assad, con más de un centenar de muertos en un solo día. Y tanto Turquía como Estados Unidos callan sobre las masacres del régimen.
[…] Al igual que condenamos la invasión turca en Afrin, condenamos los ataques del régimen a Guta e Idlib, que supuestamente eran zonas de “des-escalada” según los acuerdos de Astaná, patrocinados por Rusia, Irán y Turquía, que ahora callan sobre las agresiones.
[…] La ofensiva de todos los poderes regionales tiene por objetivo principal acabar de destruir los factores progresivos de la situación: la resistencia al régimen y el pueblo kurdo. En este marco pueden volver a reaparecer los intereses estratégicos por el imperialismo: los del Estado de Israel, que exige también la subordinación de Siria a su dictado en un intento de impedir que crezca la influencia iraní.
Ante este consenso contrarrevolucionario es necesario articular la solidaridad de todos los revolucionarios sirios, sean árabes, kurdos o de cualquier otro grupo, que están contra el régimen de Assad y las potencias regionales e internacionales en apoyo a la lucha por las libertades, la justicia social y los derechos de las minorías oprimidas.
Layla Nassar (Lucha Internacionalista Estado Español)
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