Desde Izquierda Socialista nos solidarizamos con la familia de Fernando y sus amigos, a la vez que exigimos justicia para sus asesinos. ¿Cómo puede ser que un grupo de chicos menores de 21 años maten a golpes a otro por manchar una camisa? Los supuestos mandatos “sociales” de los clubes de rugby se han puesto en tela de juicio, y es positivo. Hay que cuestionar el machismo y el uso de la violencia como forma de legitimar una supuesta posición de dominación. Pero el problema no es el rugby como deporte (de hecho este deporte tiene 151 desaparecidos, entre ellos el caso emblemático de los 17 jugadores de La Plata Rugby Club). Creemos que hay razones más profundas para analizar este aberrante hecho.
Han circulado ejemplos en los medios y las redes sociales, antecedentes de hechos similares, varios realizados por jóvenes de clase alta, todos ellos jugadores de rugby. En la mayoría hay un denominador común: la impunidad. Los agresores, en su gran mayoría, pertenecen a familias “tradicionales” de las distintas localidades de los clubes en los que juegan. Este dato no es menor porque, como siempre denunciamos, la justicia no es imparcial, tiene lazos con el poder y es influenciable. Muchas veces, incluso, estas familias son parte orgánica del poder judicial.
Sin embargo, no es el rugby el único deporte que tiene integrantes violentos y golpeadores que rebasan los límites de lo impensado. Las miles de mujeres asesinadas por femicidas son el ejemplo más concreto de que la aniquilación del “otrx” es una moneda corriente en nuestra sociedad patriarcal.
Tampoco la culpa la tiene “el descontrol de los jóvenes en las playas”, como cierta sociología barata sostiene para interpretar el hecho. En todas las provincias y en cualquier época del año también suceden situaciones parecidas, aunque a veces no toman la repercusión de este caso porque no llegan a la muerte de una forma tan salvaje. O porque no aparecen involucrados jóvenes que pertenecen a los estratos más altos y privilegiados de la sociedad. Pero en la juventud trabajadora sabemos que esto es moneda corriente. Pensar en una noche de boliche sin que transcurra una pelea es prácticamente imposible. De la misma forma que la violencia toma también otras formas, como la inseguridad que asola a los barrios populares, o el “gatillo fácil”, con que la policía, con la excusa de combatirla, viene produciendo un auténtico genocidio contra los jóvenes de esos sectores desde hace décadas.
Todos los veranos hay casos como el de Fernando. Hoy fueron los chicos “bien” de un club de rugby. Otras veces fueron los patovicas, la seguridad privada de los boliches, asesinando jóvenes o pegándoles tanto que los dejan hospitalizados. Los mismos que, como en el caso de Fernando, no se meten cuando ven peleas porque “ya no están dentro del boliche”. Es que el objetivo de los dueños de los boliches al contratarlos no es “evitar las peleas”, sino seleccionar clasistamente quien entra o no, y después buscar que la noche transcurra “normalmente” y que no afecte sus ganancias. Lo mismo que la policía, que circula por la zona, pero sólo interviene contra algún pibe que porta una “cara” que no corresponde a esa zona “exclusiva”.
¿Qué hacen los gobiernos para frenar esto? Absolutamente nada. A raíz del asesinato de Fernando se rememoraron decenas de muertes similares, una marca de que no son hechos aislados. Es una muestra más de un sistema, el capitalista, que muestra su descomposición: la vida no vale nada, mientras se sigan garantizando las ganancias (en este caso de los dueños del negocio de la noche) e incluso, el derecho de los niños “bien” de divertirse golpeando en patota.
Los gobiernos patronales -hoy el peronismo, antes el macrismo y el radicalismo- son responsables de no tomar ningún tipo de medida para frenar estas muertes evitables. Porque para ellos las personas son un número, no valen nada. Sólo intervienen cuando el caso toma el ribete de escándalo, como sucedió esta vez. Desde Izquierda Socialista nos sumamos a los repudios ante este aberrante caso y participamos de las movilizaciones pidiendo que el asesinato de Fernando no quede impune.
Pero a la vez decimos que los jóvenes tenemos derecho a estudiar, a trabajar, a divertirnos, a tener un proyecto de vida, a practicar el deporte que nos gusta sin que esto dependa de la pertenencia a algún club “exclusivo”. Esto es lo que no nos garantiza este sistema capitalista decadente. Por eso hay que pelear contra él, para tirarlo abajo y construir otra sociedad, la socialista, en donde sí estén garantizados estos derechos.