Escribe Mónica Schlotthauer Diputada nacional Izquierda Socialista/FIT
La última sesión del Congreso de la Nación fue escandalosa. El peronismo le dio el quórum y los votos a Cambiemos para una ley que ampara la corrupción y legaliza la injerencia empresarial en la política.
El gobierno presentó el proyecto como un intento de “transparentar” prácticas habituales y se refiere a que por más que hoy esté prohibido, a través de testaferros, bolsos inexplicables y aportantes truchos las empresas ya intervenían con gran protagonismo en el financiamiento de las campañas políticas. Por eso, en la sesión planteé que el proyecto olía como el Riachuelo: esta ley legaliza el patrocinio empresarial que luego se traduce en leyes a favor de los negociados y además viene a tratar de cubrir los “problemitas” legales de Vidal y compañía por los miles de falsos aportantes que tienen en la provincia de Buenos Aires.
Las empresas beneficiadas con los tarifazos, o con el saqueo de nuestros recursos naturales, ahora podrán poner sus cartelitos delante de cada bancada financiada. Festejan empresarios como Ángelo Calcaterra, quien ya admitió haber financiado tanto campañas de su primo, Mauricio Macri, como del kirchnerismo.
Por si eso fuera poco, el proyecto aprobado también avanza en una censura a la izquierda con la reducción de los espacios gratuitos en los medios masivos de comunicación. El gobierno alega que se debe al “hartazgo” que genera tanta propaganda política. Si estuviesen realmente preocupados por eso podrían eliminar el recurso proscriptivo de las PASO, que mete una campaña innecesaria en medio para dejar afuera a los partidos chicos. Pero no. Buscan más proscripción, invisibilizando a quienes no tenemos recursos para las campañas multimillonarias en los medios y en las redes sociales, o para pagar tiempo en entrevistas pautadas, como hacen los partidos patronales.
El hartazgo popular en la Argentina es contra este gobierno que hizo campaña y gasta millonadas de pesos y horas y horas de televisión para mentir con “pobreza cero” y terminamos en un ajuste brutal y atados al FMI. Con nuestra militancia a pulmón, sin recibir ni querer un peso de los empresarios, seguiremos haciendo cada vez más visible y más grande a Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda.