Escribe Miguel Lamas
La semana pasada Abdelaziz Bouteflika, el presidente dictador de Argelia, renunció bajo la presión directa del jefe del ejército Ahmed Gaidalah, quien durante quince años fue su fiel perro guardián. El motivo de este brusco cambio es la enorme movilización que desde el 22 de febrero sacó a millones de argelinos a las calles, viernes tras viernes, contra la quinta reelección de Bouteflika y reclamando que se vaya su régimen.
Bouteflika gobernaba desde 1999. Y desde hace cinco años, cuando sufrió una parálisis cerebral, no aparecía ni hablaba en público. El martes 2 de abril estuvo en TV en su silla de ruedas, para entregar, tembloroso y sin una palabra, su renuncia escrita.
En Argelia nace una revolución. Las movilizaciones de seis semanas fueron creciendo en número y combatividad. Primero juveniles y casi sin organización, y las últimas ya incluyeron a sindicatos que pasaron por arriba de la dirección sindical de la UGTA, que apoyaba al gobierno.
Primavera árabe en Argelia
Se repite lo que vimos en 2011 en otros países árabes, Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen, con los viejos regímenes de los movimientos que dirigieron la lucha por la independencia. Manteniendo el sistema capitalista, se transformaron en servidores de las transnacionales mediante una enorme corrupción de su capa dirigente y represión al pueblo.
El Frente de Liberación Nacional (FLN) es el partido dominante que dirigió la guerra de la independencia argelina. Hoy es la cabeza de una burguesía parasitaria rentista, aliada a las multinacionales que depredan la riqueza gasífera y petrolera. El pueblo los llama “la oligarquía financiera”. Esta oligarquía incluye a los altos mandos militares y es la que sostuvo a Bouteflika. El presidente francés Macron hoy apoya al régimen.
La otra cara de esta depredación es una juventud sin futuro, con una desocupación que supera al 30% y que trata de salir del país en las “pateras”, los peligrosos barquitos que cruzan el Mediterráneo hacia España.
Asumirá como presidente interino el presidente de la Cámara alta del Parlamento Abdelkader Bensalah. Estaría al mando durante un período de 90 días mientras se convoca a elecciones.
Pero la renuncia de Bouteflika no calmó las manifestaciones. Cientos de miles de argelinos han vuelto a salir a las calles por séptimo viernes consecutivo.
Los manifestantes expresan su rechazo al régimen, a su corrupción y sometimiento al imperialismo, exigen justicia social, democracia, libertad e igualdad.
¡Viva la rebelión del pueblo argelino!
Desde la Unidad Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores (Cuarta Internacional) (UIT-CI) saludamos la lucha y el primer triunfo del pueblo argelino al lograr la renuncia de Bouteflika. Pero la lucha no ha terminado, porque siguen gobernando los generales corruptos. Damos todo nuestro apoyo a su lucha y reivindicaciones democráticas y sociales. Llamamos a la solidaridad internacional para que triunfe la movilización popular. Es necesario organizar la huelga general por plenas libertades, por elecciones libres y democráticas con plena libertad para formar partidos y nuevos sindicatos de trabajadores para seguir la lucha para terminar con el régimen de la oligarquía corrupta y el dominio de las multinacionales, para que las enormes riquezas naturales del país estén al servicio de la clase trabajadora y el pueblo.