Editorial
La confesión está catalogada como la madre de las pruebas. Repasemos algunas de las que se han dado en estos días. Una es la del FMI, que acaba de aprobar el envío de 10.870 millones de dólares por una nueva cuota del préstamo, pero del que ni uno solo irá para reactivar la economía, tener salario y trabajo digno o mejorar la salud o la educación.
Al contrario, el FMI volvió a reclamar que Macri “achique el gasto”, es decir, que profundice el ajuste. Esto prueba que el FMI nada tiene de “bueno”, como dicen desde sus usinas, si se quiere hacer pasar por ello la autorización para que se aumenten los “gastos sociales” del 0,2 actual al 0,3% del Producto Bruto Interno (PBI), medida que solo tiene por objetivo ayudar a la campaña electoral de Macri.
Esto no hace más que confirmar lo que vinimos diciendo desde la izquierda. Que Argentina de la mano del FMI se seguirá hundiendo al ritmo de un ajuste permanente para el pueblo trabajador, mientras se sigue salvando a los bancos, privatizadas, multinacionales y usureros de la deuda.
La otra confesión la dio Macri diciendo: “lo que hizo mi padre era un delito”. Intentó poner de víctima a su padre señalando que “tuvo que pagar para trabajar”. De esta manera, Macri (el hijo presidente), quiere salvar no solo a su padre sino también a las decenas de empresarios coimeros que ponían plata para quedarse con la obra pública bajo el gobierno anterior, o directamente financiaban las campañas de Cristina.
El que le salió al cruce fue el propio ex abogado de su padre, diciendo que es el actual presidente el que manejaba el grupo Socma y tomaba las decisiones. Otra tremenda confesión. El grupo Socma (de la familia Macri) hizo grandes negociados con la dictadura siendo beneficiado por la estatización de la deuda privada contraída por Sevel (Fiat), que desde entonces pagamos todos. Esto muestra hasta dónde llegó la familia Macri para quedarse con los negocios capitalistas, tanto en el gobierno anterior, como en el actual (perdón de la deuda del Correo) y también en los anteriores.
La otra confesión es sobre la traición de la CGT. Después de anunciar que no haría un paro general sino una marcha para el 4 de abril “de la producción y el trabajo” (con empresarios y al servicio de la campaña electoral del peronismo), finalmente el Consejo Directivo hasta puso en duda la realización de esta última. “Los sectores gremiales de mejor diálogo con la Casa Rosada ganaron”, analizó un medio de comunicación masivo. Así tratan de evitar que una masiva congregación callejera afecte las negociaciones que mantienen los burócratas con el gobierno por los fondos millonarios de las obras sociales sindicales. Muchos de ellos están en la mesa sindical “Lavagna 2019” que armó Luis Barrionuevo, que ahora se postula para gobernador de Catamarca. ¿Y que dicen de los despidos, los tarifazos o el robo salarial? La CGT, muda. Tampoco el sector Moyano llama a parar.
Esto nos lleva directo en los pasos que está dando el peronismo. Sobre esto, la “confesión” más importante es que, en caso de ganar algún sector del PJ las presidenciales, nada va a cambiar para el pueblo trabajador. Miremos en estos días las luchas de los docentes en Santa Cruz, Salta y Chaco, provincias gobernadas por peronistas (Alicia Kirchner, el presidenciable Juan Manuel Urtubey y Domingo Peppo, respectivamente).
Si Macri es un desastre, el peronismo no se queda atrás. Cristina Kirchner fue otra vez procesada por corrupción. Para victimizarse, igual que Macri con su padre, grabó un video denunciando un complot de la justicia que le habría provocado la enfermedad a su hija, por lo cual tuvo que llevarla a Cuba, bajo la sospecha de que en realidad la estaría resguardando en caso de ser requerida por la justicia, atento a que este país no tiene extradición. Mientras tanto, en la semana crecieron rumores desde su espacio político de que podría no presentarse como candidata. Por su parte, se lanzó Scioli a presidente, denunciado por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. También Pichetto, quien mantiene su postulación “contra la grieta”, el mismo que dijo que el presupuesto 2019 del FMI había que votarlo sí o sí para dar una buena señal al organismo. Y Lavagna, a quienes algunos lo pintan de salvador, se acaba de pronunciar contra el derecho al aborto legal y promocionó que está preocupado por la “sociedad civil”… ¡y se reune con Tinelli!
Ante todo esto, el Frente de Izquierda sale ante millones a decir que no hay que dejarse engañar. Que contra el brutal ajuste de Macri, el FMI y los gobernadores hay que implementar un paro y plan de lucha nacional, cosa que la traidora CGT se niega a llevar adelante. Y que ante el hundimiento del país, hacen falta medidas de fondo que solo levanta la izquierda.
Muchos trabajadores pueden pensar que “cualquiera que le gane” en octubre será mejor que Macri. Pero, ¡cuidado!, ese razonamiento es una trampa. Lo mismo se dijo durante todas estas décadas y el pueblo trabajador terminó cada vez más perjudicado. Así, había quienes sostenían que había que votar a Menem para sacarlo a Alfonsín, luego a la Alianza para sacarlo a Menem, después a Macri para sacarse de encima al kirchnerismo. Y así estamos: cada vez peor. Está probado que esto no va más.
No se trata de poner un “mal menor”. Hay que sacar a Macri, pero también a su ajuste y al FMI. Y Cristina Kirchner, Kicillof y La Cámpora ya han dicho que van a respetar el acuerdo Macri-FMI, a seguir pagando la deuda externa y no van a tocar a los bancos y a las privatizadas. Esto implica que en caso de que gane el kirchnerismo, no habrá trabajo o salarios como promete. Así como no va a haber ninguna “redistribución de la riqueza” de la mano del FMI, como pregonan los políticos kirchneristas. Ni reactivación de la economía si seguimos pagando la deuda. Tampoco hay combate a los tarifazos si no se reestatizan Edenor, Edesur y se logra una YPF 100% estatal.
Las pasadas elecciones en Neuquén -donde se hundió el candidato de Macri y fracasó el del kirchnerismo - el Frente de Izquierda aumentó su votación en diputados y logró mantener sus dos bancas obreras y socialistas, un aliciente para que la izquierda siga creciendo en el resto del país.
En definitiva, no habrá ningún cambio real si no se enfrenta a Macri con un programa de fondo, obrero y popular, como lo plantea la izquierda. Por eso, es que, en las luchas y en las elecciones, decimos que la salida es la izquierda.