La rotura de un dique minero en Brumadinho, Minas Gerais, causó una de las mayores catástrofes ambientales del mundo. Un río de desechos químicos venenosos arrasó un pueblo, mató a más de 300 personas (aún no se conoce el total exacto porque hay 200 desaparecidos) y destruyó totalmente 270 hectáreas de bosques, donde no quedó vida animal ni vegetal, además de daños ambientales incalculables en toda la cuenca del río Paraopeba.
El periódico de nuestra organización hermana la CST/PSOL titula “No fue accidente, fue un crimen”. Y efectivamente la rotura del dique se podría haber evitado con mejores materiales. Pero la multinacional minera Vale prefirió ahorrar en materiales y corromper a las autoridades tanto del gobierno del PT, como de su sucesor Temer. Para peor Jair Bolsonaro, el nuevo presidente, prometió a empresarios eliminar los controles ambientales.