Escribe Guido Poletti
Los números oficiales no pueden ocultar la realidad del ajuste de Macri, los gobernadores y el FMI. Los salarios y las jubilaciones están por el piso frente a los aumentos de precios. Al mismo tiempo, este año ya se llevan perdidos 70.000 puestos de trabajo. Lagarde felicitó a Macri y a Dujovne por esto.
Los números son clarísimos: a fin de septiembre el promedio de los salarios subió 23,7% frente a una inflación acumulada de 40,5%. Son 16 puntos de deterioro del poder adquisitivo. En octubre, el Indec ya dijo que la inflación sumó otro 5,4%. Y todavía falta noviembre (con una suba de precios que en ningún caso bajará de 2,5%) y diciembre (donde habrá que sumar otro 3%). Por si esto fuera poco, el gobierno sigue echando leña al fuego con nuevas autorizaciones de aumentos, como ha sucedido esta semana con los peajes de acceso a la ciudad de Buenos Aires.
Estos números se agravan cuando vemos cómo impactan sobre los más pobres: el incremento salarial promedio de los trabajadores en negro (que son casi el 40% del total de los asalariados) fue de apenas 20,6%. Si lo comparamos con la suba de la canasta de pobreza, que creció de enero a septiembre 46%, tenemos que estos trabajadores perdieron un 25,4%.
Es evidente que con estos números no hay “bono” que alcance para recomponer nada. Sumémosle los 70.000 puestos de trabajo que se perdieron en 2018, de los cuales 42.200 son fabriles (y 30.000 solo en septiembre) y tenemos el combo completo: terminaremos un año con una recesión atroz y con consecuencias para la clase trabajadora mucho mayores que el frío número de lo que pueda dar la “caída promedio del PBI”, que orillará entre 2,4% y 2,7%.
Por todo esto resulta cínico que el ministro Dujovne anuncie que “estamos muy bien”. O que la titular del FMI, Christine Lagarde, felicite al gobierno argentino por los logros alcanzados con el plan. Se entiende: ellos festejan las superganancias que están generando para los bancos y las garantías de pago, a costa del ajuste, para los acreedores externos. Se felicitan a sí mismos porque lograron, endeblemente, “parar el dólar”, gracias a generar una nueva y fenomenal bicicleta financiera por medio de las llamadas “Leliq”, con tasas de interés que llegaron a estar al 75% anual. Este mecanismo de “estabilización financiera” dinamita cualquier posibilidad de reactivación, pulveriza salarios, jubilaciones, planes sociales, consumo popular y cualquier forma de crédito, además de crear una bola de nieve imparable (e impagable) retroalimentando la descomunal estafa de la deuda externa.
Así entraremos a 2019, donde el gobierno de Macri se juega a hacer pasar el superajuste estampado en el presupuesto, exigido por el FMI y votado en el Congreso con la complicidad de los gobernadores y parte sustancial de la oposición peronista. A la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones de este año y a los despidos aspiran a sumarle otro guadañazo, igual o mayor, el año próximo, mientras congelan las partidas de educación, salud, obra pública o ciencia y técnica.
Durante la reunión del G20 (que desarrollamos en páginas centrales) se dio la nueva “visita” de Christine Lagarde, que sucedió en el tiempo a la inspección realizada por los técnicos del FMI las semanas anteriores, donde “aprobaron” al gobierno por cómo está llevando adelante el ajuste. Digámoslo con todas las letras: si ellos le pusieron a Macri un “muy bien 10, felicitado” es porque perdió el pueblo trabajador.
Pero el ajuste que requieren los pulpos acreedores es mucho mayor. Y tenemos que salir a enfrentarlo ahora mismo. Porque está en juego si podemos recomponer lo que perdimos este año y qué va a pasar el que viene. Frente al bono miserable y en cuotas, hay que exigir un inmediato aumento de emergencia de salarios y jubilaciones que recomponga lo que se perdió, junto con la reapertura de las paritarias, donde se fijen aumentos que se actualicen por la inflación. A la vez que, dado lo desbocado de la crisis, se prohíban los despidos y las suspensiones. Teniendo en claro que, como todo este plan de ajuste es producto del acuerdo con el Fondo, la única salida es la inmediata ruptura con el FMI y la suspensión de los pagos de la deuda externa.