Unas horas antes festejó junto con todos los compañeros un nuevo triunfo de la Bordó en la elección del cuerpo de delegados. Al día siguiente tenía que presentarse en el servicio médico para defender a un compañero al que no le querían justificar los días. De eso se trató la última charla que tuvo con Edgardo Reynoso, consultándolo sobre el caso. En el viaje de vuelta a su casa, en el profundo Moreno, lo sorprendió la muerte. Falleció de un paro cardíaco, a los 38 años.
Diego era así. Un luchador. Dedicado de cuerpo entero a defender a sus compañeros. Consustanciado con su rol de delegado. Había entrado al ferrocarril en 2011. Venía de trabajar en Yerri S.A., una fábrica de velas donde ya había dejado su marca como buen trabajador y mejor compañero, tal como nos comentaron los trabajadores de aquel establecimiento. Su primer destino en el Sarmiento fue en el turno noche del Taller Castelar. Ahí se destacó por su pelea contra la patronal, dando los primeros pasos junto con su gran amigo, Ariel Quiñones, y el delegado Daniel Ferrari.
Luego pasó a Evasión, de donde salió delegado. Aprendió día a día las tareas sindicales. Justamente terminó su primer mandato en el cuerpo de delegados y fue reelegido para el segundo. Con su otro gran amigo y también delegado del sector, Rubén Maldonado, eran una “yunta” siempre presente en la defensa de sus compañeros, junto con los otros delegados, Enrique Michel y Mónica Reinoso. También se enfrentó a la falsa “revolución ferroviaria” de Randazzo, reclamándole a la intervención kirchnerista herramientas de trabajo, mostrando que su pelea era también por la reestatización de los ferrocarriles, por la que vienen peleando los ferroviarios de la Bordó desde hace años.
Diego era muy querido por sus compañeros. Era el clásico “gordo bueno”. Fanático de Boca y calentón. Pero a la vez “tan caballero”, como dijo una compañera. Es que predicaba el compañerismo. Venía de una familia obrera ferroviaria. Su padre era jubilado de Vía y Obra del Sarmiento. Tenía a cargo una hija de 4 años, que era su desvelo.
Diego no era sólo un buen delegado y un puntal de la Bordó y el sindicalismo combativo. Era también un obrero trotskista. Dio el salto desde no sólo luchar por las reivindicaciones de sus compañeros, sino también apostar a la construcción de un partido revolucionario como Izquierda Socialista. Se jugaba para que gobiernen los trabajadores. Como dijo un compañero en uno de los posteos en Facebook: “Hizo conocer el mensaje de los ferroviarios socialistas ofreciendo nuestro periódico en todos los molinetes”.
Su muerte nos golpeó a todos. Sus compañeros de trabajo, Michele y la boletera Marisa Hofmann, salieron inmediatamente con el resto de los delegados a realizar una colecta. Otros compañeros hicieron un afiche que decía “Diego presente, ahora y siempre”, con su foto encabezando una de las tantas marchas de la Bordó. Ese afiche le fue entregado a la familia y sigue pegado en muchos puestos de trabajo y formaciones del Sarmiento.
Sus compañeros de Izquierda Socialista del ferrocarril y de la regional Oeste le hicieron un sentido homenaje en su velatorio en reconocimiento a su lucha y acompañando el dolor de su familia. Habló Edgardo Reinoso en nombre del cuerpo de delegados y de nuestro partido, reivindicando la lucha de Diego, no sólo en lo sindical, sino también en lo político, como un ferroviario que se jugó por una salida socialista y revolucionaria para la clase trabajadora.
Se nos fue Diego. Uno de los buenos. Uno de los nuestros. Te vamos a extrañar. Gordo ¡hasta el socialismo siempre!
Ferroviarios del Sarmiento de Izquierda Socialista