Editorial
Macri tuvo que terminar retrocediendo frente al intento de cobrarle a los usuarios una “compensación” a favor de las empresas gasíferas por la devaluación. Fue un auténtico papelón. Después que el secretario de Energía Javier Iguacel y el propio presidente habían salido públicamente a defender la medida tuvieron que dar marcha atrás ante el repudio creciente. Después todos trataron de despegarse. Dujovne, que estaba en Bali (Indonesia) en la Asamblea Anual del FMI dijo que “él no sabía nada y se enteró al subir al avión”. Los socios radicales de Cambiemos posaron por un segundo de “opositores” y se pronunciaron en contra proponiendo que se haga cargo el Estado. Iguacel, el nuevo secretario de Energía que venía supuestamente a reemplazar al “desgastado” Aranguren con todos los apoyos de parte de los pulpos petroleros y gasíferos, repentinamente quedó sólo y continúa en su cargo debilitado, colgado de un pincel.
Al mismo tiempo asistimos a la idas y venidas de la pelea de Elisa Carrió con el propio Macri, donde primero anunció que iba “a echar” al ministro de Justicia Germán Garavano, acusándolo de mafioso y socio de Daniel Angelici (el dirigente de Boca y operador judicial de Macri), luego pasó a decir que “era un chiste”, después “se durmió” ostentosamente mientras hablaba Macri en un acto, para finalmente terminar presentando el juicio político contra el ministro. Carrió se muestra como “la garantía de la lucha contra la corrupción” en un tiro por elevación directo contra el gobierno. Por supuesto que la dirigente de la Coalición Cívica también es muy selectiva en cuanto a quién acusa de corrupto: a Angelici y a Calcaterra sí, pero en su momento defendió a Macri de los Panama Papers y nunca dijo una palabra sobre los negociados que lleva adelante el Banco Central con los dólares y las tasas astronómicas al servicio de los bancos. Si le agregamos el capítulo en la Corte Suprema de Justicia, con los encontronazos entre el ex presidente Ricardo Lorenzetti y el nuevo presidente Carlos Rosenkrantz, tenemos el mapa completo de la crisis en que está sumido el Poder Judicial macrista. Todo esto no es sino una demostración de que la Justicia sigue siendo la de siempre, al servicio de las patronales y con camarillas, algunas oficialistas y otras opositoras peleándose por los distintos puestos de poder en los juzgados. Carrió refleja a los sectores medios desencantados con este gobierno, por eso critica para retenerlos, reflejando la crisis de Cambiemos y que ningún sector es mejor que el otro, ya que todos son parte del mismo gobierno.
No son los únicos conflictos internos que recorren al macrismo: Patricia Bullrich cuestiona a Carolina Stanley, diciendo que con los planes sociales “se financian las marchas y piquetes”. La propia gobernadora Vidal se hace “la comprensiva ante la cuestión social” y busca despegarse mediáticamente de Macri (lo que no le impide cerrar por decreto la paritaria docente). Vidal juega en tándem con la Iglesia Católica, que busca cumplir un rol de “contención social” y llama al diálogo a dirigentes sociales y sindicales. Son todas señales de un gobierno sumido en una crisis política profunda, que se acrecienta al calor de la indignación contra el ajuste y la carestía de la vida y que ya genera bronca y decepción no sólo en los trabajadores (que ya hace rato rompieron con el gobierno) sino en la propia base social de clase media de Cambiemos.
Macri lidera un gobierno cada día más débil, pero con un objetivo clarísimo y que lo trata de cumplir a rajatabla: continuar con el ajuste y cumplir al pie de la letra las exigencias del FMI. Y las consecuencias de esto las sufrimos todos los días. Esta semana acaba de subir nuevamente el pasaje de los colectivos y trenes de Capital y Gran Buenos Aires. Ya cargar 100 pesos en la SUBE no alcanza más que para un par de días. Este miércoles se conoce la inflación oficial de septiembre, que orillará el 7%, la más alta desde la hiperinflación de 1991. Se siguen publicando datos de cómo se derrumba el consumo popular. Y todos los días nos enteramos de nuevos despidos.
Para avanzar con la aplicación del ajuste el gobierno tiene claro cuál es el paso que sigue: la aprobación del presupuesto 2019, donde está “el corazón” de las medidas de recorte contra el pueblo trabajador. El FMI exige la aprobación rápida de esta ley con el apoyo de los gobernadores y legisladores de la oposición peronista.
El retroceso del gobierno con la “compensación” del gas dio un aliento. Fue una demostración de que, si peleamos, se pueden conseguir cosas. Eso fortalece la lucha de los docentes de la provincia de Buenos Aires, de los médicos de la Cicop y de todos los que están saliendo a exigir la reapertura de las paritarias, como sucede ahora con camioneros y metalúrgicos.
El problema, una vez más, son las direcciones burocráticas. El jerarca de la CGT Héctor Daer, ante la presión de abajo, se vio obligado a decir a regañadientes que “probablemente tengamos que llamar a otro paro antes de fin de año”. Por supuesto sin dar ninguna precisión. Moyano, por su parte, llama a ir a “rezarle a la Virgen de Luján”, junto con Sergio Palazzo y el conjunto del sindicalismo alineado con el kirchnerismo. Todo muy alejado de cualquier medida contundente para enfrentar el ajuste.
Lo más importante de los próximos días se producirá el 24 en el Congreso. Ahí se pondrá en juego el circo parlamentario entre los partidos patronales para aprobar el presupuesto. Esa es la exigencia del FMI: llevar adelante un ajuste que no es sólo del gobierno nacional, sino también de todos y cada uno de los gobernadores. Los distintos bloques en que está dividido el peronismo en el Congreso cumplirán su rol, algunos votando a favor y otros absteniéndose haciendo que aparezca “el número” de diputados que necesita el gobierno para aprobar la ley. ¡Será todo un show que tenemos que repudiar!
Ese día habrá paro de Ctera y tanto las CTA como el sector de Moyano y Palazzo anuncian que se movilizarán. El sindicalismo combativo y la izquierda llaman a marchar masivamente y transformar esa jornada en un auténtico hito en la movilización contra el ajuste y de repudio al FMI. Al mismo tiempo que planteamos que tenemos que oponerle un plan económico alternativo, obrero y popular, que comience por romper con el Fondo, dejar de pagar la deuda externa y poner todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares. En el marco de que la salida de fondo pasa por pelear por otro gobierno, de los trabajadores y la izquierda.
El 24 tenemos que ser decenas de miles y desbordar la plaza del Congreso. El Frente de Izquierda llama a marchar masivamente. De ahí tiene que salir con mucha fuerza la exigencia de un paro general de la CGT y las CTA por 48 horas, con movilización a Plaza de Mayo y el lanzamiento de un plan de lucha nacional contra el ajuste. Organicémonos desde fábricas, oficinas, colegios y facultades para concurrir masivamente. Es la tarea de la hora.