Escribe José Castillo
El Fondo Monetario Internacional es uno de los tres organismos (junto con el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio) con que el capitalismo imperialista garantiza su dominación económica sobre el planeta. Fue fundado en la conferencia de Bretton Woods, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial en 1944.
Las decisiones del FMI son tomadas por un directorio ejecutivo (“board”) en el que los países imperialistas tienen la mayoría absoluta (Estados Unidos es el que más votos tiene, acumulando el 16,75%; en el otro extremo todos los países de Latinoamérica juntos no llegan a 5%).
Todos los países miembros aportan cuotas al Fondo, que “teóricamente” las puede prestar ante situaciones de crisis económicas, con el objetivo de ayudar a esas naciones a resolverlas. En la práctica, el directorio ejecutivo decide a quién prestarle y le exige a cambio los llamados “planes de ajuste”. Estos consisten en violentos programas antipopulares que siempre incluyen bajas de salarios y jubilaciones, devaluaciones, recortes en salud y educación, y en muchos casos privatizaciones. Garantizando, de ese modo, la continuidad de las ganancias de las empresas y bancos transnacionales más importantes del mundo capitalista.
La Argentina, en la época del primer peronismo, no ingresó al recientemente creado FMI. Lo hizo recién en 1956, bajo el gobierno del general Aramburu, presidente de la “revolución fusiladora”. A partir de allí, nuestro país firmó 21 acuerdos con el FMI. Léase: 21 planes de ajuste, desde el primero en 1957 hasta el último de hace un par de semanas. En todos ellos perdieron los trabajadores, los jubilados y los demás sectores populares, y ganando los grandes empresarios, los banqueros y los monopolios agroexportadores.
A partir de 1982, cuando la dictadura militar generó la impagable deuda externa, los planes de ajuste del FMI tuvieron un único objetivo: pagarle a los acreedores. Así el Fondo obligó ajustar con el hambre y la miseria del pueblo, a que se vendiera todo el patrimonio nacional y que se pagara varias veces la fraudulenta deuda externa. Mientras tanto, siguió creciendo cual bola de nieve y hoy supera los 400.000 millones de dólares.
Esto fue, es y será el FMI al que se abraza el gobierno de Macri, repitiendo una historia ya vista muchas veces en los últimos 60 años.