Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT-Unidad
El presidente del bloque del Frente de Todos en Diputados, Máximo Kirchner, dijo recientemente en una sesión parlamentaria: “Hicieron zoom desde sus casas mientras les piden a los trabajadores que vayan a producir a riesgo de enfermarse”. El hijo de la vicepresidenta reflejaba así su molestia por una reunión que había tenido la cúpula de la CGT con la crema de los empresarios nucleados en AEA (Asociación Empresarial Argentina), entre ellos, de cuerpo presente, Paolo Rocca (Techint), Magnetto (Clarín) y Marcos Galperín (Mercado Libre). Carlos Acuña, el segundo de Daer en la CGT, le salió al cruce: “Este muchacho no laburó en toda su vida y nos va a venir a decir a nosotros cómo tenemos que manejar la CGT”.
¿Cuál fue el motivo del enojo de Máximo Kirchner? ¿Que la CGT se reúne con grandes empresarios? ¿Que deja en banda a los trabajadores y debe delinear un plan de lucha? ¿Que hay que desplazar a esos burócratas para reemplazarlos por dirigentes combativos? Nada de eso. Su reproche a los burócratas de la CGT fue porque luego de esa reunión emitieron un documento conjunto diciendo que hubo “muchas décadas de mal desempeño económico en el país”, incluyendo los doce años de gobierno peronista kirchnerista. Por eso saltó Máximo y le recordó a Daer que compare la cantidad de afiliados que tenía su gremio en aquellos años para que vea la diferencia respecto de otros gobiernos. De esa forma, el dirigente de La Cámpora intenta encubrir que en esa década ganaron los bancos, las multinacionales, los grandes empresarios y el FMI (cuando Néstor Kirchner le pagó de contado 10.000 millones de dólares de deuda diciendo que de esa manera el país se iba a liberar), no los trabajadores.
Máximo eleva la voz contra Daer y la CGT criticando la reunión que mantuvieron con esos empresarios. Pero son los mismos empresarios que, junto con Daer, se sacaron la foto el 9 de julio en Olivos con el presidente de Máximo Kirchner, Alberto Fernández. Foto que le valió críticas de Hebe de Bonafini y de Cristina. Pero ya antes Máximo Kirchner había hecho lo propio reuniéndose con otros empresarios junto a Sergio Massa. ¿De qué están hablando?
Tal vez algún trabajador vea bien las declaraciones de Máximo contra la CGT, que deja pasar el ajuste, los despidos y la entrega del país, pero alertamos que se trata de otro doble discurso de este sector del peronismo. Esta misma CGT es la que pactó con la UIA la rebaja salarial de 25% a los trabajadores, de la mano del gobierno de Alberto Fernández, que Máximo Kirchner integra y nunca dijo nada.
La careta se le cae a Máximo Kirchner cuando dice que, en cambio, ve con buenos ojos a Hugo Yasky, de la CTA. Yasky dice que no hay que luchar porque enfrentar al gobierno de Fernández es “hacerle el juego a la derecha”. Yasky es quien anunció un impuesto a la riqueza y lo archivó. Es parte de la burocracia autotitulada “progre” y de “centroizquierda” que no mueve un dedo por ningún conflicto, al contrario, apoya al gobierno con un discurso contra el “neoliberalismo” de Macri y a favor de un “capitalismo productivo”, del que también habla el presidente.
También Máximo Kirchner estaría haciendo buenas migas con el camionero Pablo Moyano, por la importancia de la “logística”, dicen. Y hasta con la burocracia de la Uatre, gremio de los trabajadores rurales, por el rol que tiene en el sector agroindustrial, también dicen. Todo en miras a juegos entre políticos patronales peronistas y burócratas sindicales del mismo palo.
Les recordamos a los trabajadores que simpaticen con las denuncias de Máximo Kirchner que el peronismo kirchnerista gobernó en sus doce años con el apoyo de la CGT de entonces, cuando la presidió Hugo Moyano primero, luego el tándem Moyano-Barrionuevo y, posteriormente, el triunvirato Moyano-Barrionuevo-Caló. Era la propia Cristina Kirchner quien visitaba la sede de la Unión Ferroviaria nacional y se ponía la gorra de la Lista Verde del burócrata José Pedraza, el que mandó a matar a Mariano Ferreyra y avaló el remate de los ferrocarriles en los años ’90 bajo otro gobierno peronista, el de Carlos Menem.
A las nuevas generaciones de trabajadores les decimos que el kirchnerismo atacó a los trabajadores. Por eso hubo paros generales contra los bajos salarios, el impuesto a las ganancias que pagaron, y pagan, millones de trabajadores, y la pobreza. Fue bajo el kirchnerismo que al Pollo Sobrero lo metieron preso por las calumnias de Aníbal Fernández, que lo acusó de quemar trenes. A los trabajadores del Indec que denunciaban a la patota de Guillermo Moreno los difamaban diciendo que actuaban “con los bonistas de la deuda”. Cristina Kirchner trató de vagos a los docentes y de “destituyentes” y “golpistas” a los paros que hizo la CGT Moyano cuando rompió con su gobierno y terminó apoyando a Macri.
Máximo Kirchner coquetea con distintos sectores de la burocracia sindical que se van cobijando bajo los distintos gobiernos de turno al calor de sus privilegios y obras sociales millonarias, a cambio de obtener apoyo y la entrega de las luchas. Es el viejo juego de esta burocracia, que es parte del movimiento patronal peronista, que pregonó históricamente que “los sindicatos son de Perón”, usurpando esas herramientas de lucha de los trabajadores.
Máximo Kirchner hace gala del frecuente doble discurso al que nos tienen acostumbrados los políticos patronales del peronismo. Desde la izquierda les proponemos a los trabajadores seguir luchando contra las patronales y el gobierno por aumento de salario, contra los despidos y el ajuste en curso. Enfrentar el pacto UIA-CGT-gobierno. Repudiar a todos los dirigentes cómplices, tanto de la CGT como de las CTA, y sumarse al sindicalismo combativo que lucha y no se vende. Postular medidas de fondo, con un inmediato impuesto a las grandes riquezas y el no pago de la deuda, lo opuesto a lo que hace el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el diputado Máximo Kirchner. Para ello llamamos a fortalecer al Frente de Izquierda Unidad y a que se sumen a Izquierda Socialista.