Finalmente, el derechista, racista y misógino Trump fue derrotado. Compartimos la alegría y los festejos de los movimientos antirracistas, de mujeres, de la juventud y de la mayoría del pueblo estadounidense, que se extiende a millones por todo el mundo. Al mismo tiempo, advertimos que no tenemos que tener ninguna confianza en el nuevo gobierno de Biden que, más allá de las formas y los discursos, expresa, junto con su partido, el Demócrata, la continuidad del papel yanqui de ser el principal gendarme del capitalismo imperialista en el planeta.
Esa advertencia vale para nuestro país. El gobierno peronista de Alberto Fernández ya ha comenzado a decir que, con Biden, podemos esperar un trato más benévolo por parte del nuevo gobierno norteamericano. Tratan de sembrar la expectativa de que se podrá acordar un programa con el FMI de tinte “progresista”, sin ajuste, que sería avalado por la nueva administración yanqui.
Nada más alejado de la realidad. Biden fue vicepresidente de Barack Obama entre 2008 y 2015. En ese período la política yanqui hacia la Argentina siguió siendo la de siempre, garantizar los negocios de las empresas multinacionales y los pagos de deuda externa a los usureros internacionales. No nos debe extrañar, se trata de la política de siempre del Partido Demócrata, pata fundamental del bipartidismo yanqui, régimen político que sostiene el rol imperialista de los Estados Unidos. Nuestro país es, desde hace muchas décadas, una semicolonia yanqui que sufre el saqueo y la explotación de nuestros recursos, tanto bajo gobiernos republicanos como demócratas.
¿Qué relación concreta tiene todo esto con la realidad de todos los días, que conversamos con nuestros compañeros de trabajo, de estudio, vecinos o familiares?
Justo esta semana viene una nueva misión del FMI a negociar un acuerdo con el gobierno de Alberto Fernández. ¿Es posible un pacto con el Fondo que permita un plan económico de crecimiento y distribución de la riqueza? Cualquier trabajador sabe que no se cumplió la promesa de “la heladera llena” hecha por el peronismo en la campaña electoral. El gobierno dice que eso se debió a la pandemia, pero que ahora sí llega la hora de las políticas de reactivación. ¿Existe alguna posibilidad de que esto suceda y que a la vez se acuerde con el Fondo?
Lo tenemos que decir con todas las letras, no hay FMI bueno. Al igual que lo que pasó con los veintiún planes anteriores firmados con el Fondo desde que ingresamos al organismo, en 1956. Al igual que todos los planes del FMI firmados este año, el último hace apenas unas semanas con Ecuador. Acordar con el Fondo es sinónimo de más ajuste, aunque el gobierno de Fernández lo quiera disfrazar con otro discurso.
Miremos en concreto lo que ya está pasando en estos días, lo que dice el propio ministro Guzmán: en el altar del acuerdo con el FMI ya se sacrificó el IFE (que no continuará en 2021) y los reajustes jubilatorios para 2021, que serán por debajo de la inflación. Se está aprobando “a toda velocidad” un presupuesto que plantea un mayor ajuste, el más grande desde 2002. Por contraposición, vemos cómo se “derrite” y sigue quedando solo en el discurso el famoso impuesto a la riqueza. Así no hay salida para el pueblo trabajador, solo más caída de salarios, desocupación, miseria y marginación social.
Contra este plan de ajuste, y sus consecuencias, vamos a tener que salir a pelear. Como ya lo estuvieron haciendo en estos meses los trabajadores de la salud, los aeronáuticos, los telefónicos, los docentes, los vecinos sin vivienda, los que denuncian la destrucción del ambiente y tantos otros. Tal como en estos casos, esas peleas tendrán el apoyo incondicional del sindicalismo combativo y de nuestro partido.
Pero, además, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad seguimos afirmando que se necesita otro plan económico, alternativo del que negocia con el FMI el gobierno peronista de Fernández, y también diametralmente opuesto al que fue el de Macri. Un programa obrero y popular que realmente resuelva las más urgentes necesidades populares. Que ponga como centro el salario, con un aumento de emergencia para que nadie gane menos que la canasta familiar, calculada en 73.470 pesos por la junta interna de ATE Indec, y la reapertura de las paritarias. Que priorice el trabajo con un plan de viviendas populares que resuelva a la vez el desempleo y la crisis habitacional. Que garantice un ingreso de emergencia para todos los que lo necesiten de 40.000 pesos por mes. Que otorgue una recomposición real para los jubilados, llevando la mínima a la canasta de la tercera edad, de 49.614 pesos. Y que ponga todo el presupuesto que haga falta para la infraestructura sanitaria, los puestos de trabajo y los salarios de los trabajadores del sector.
Para que esto sea posible hay que romper las cadenas que nos atan como semicolonia al capitalismo imperialista. Cortando todos los lazos políticos y económicos que nos atan al Fondo Monetario Internacional y dejando de pagar la deuda externa, llamando a la vez a un frente latinoamericano de países deudores. En síntesis, llevando adelante la gran tarea pendiente, nuestra segunda independencia. Como en el siglo XIX fue de España, hoy tiene que ser del imperialismo yanqui, lo gobiernen Trump o Biden.