La preocupación cotidiana sigue siendo el avance descontrolado de la pandemia. El martes 18 alcanzamos un nuevo récord, 35.543 contagios y 748 fallecimientos, superando al número más alto, de finales de abril, que había sido de 29.472 contagios, o el de 665 muertos a principios de mayo. La Argentina ya es el cuarto país del mundo en contagios diarios.
La realidad es que fracasó toda la política frente al Covid. La de “restringir”, pero a la vez dejar abiertas todas las actividades que exigen las patronales y así dejar que los trabajadores, hacinados, se sigan contagiando en medios de transporte público. La de acusar a la gente de no cuidarse, pero no brindar asistencia al que la necesita y que, de esa forma, no le queda otra que salir a la calle a buscar el peso. La de una campaña de vacunación que sigue avanzando a paso de tortuga. Y la de un sistema sanitario que, en muchos lugares, ya colapsó y en otros está al borde, con trabajadores de la salud superexplotados y con salarios de miseria.
El gobierno nacional peronista de Alberto Fernández, los gobernadores del mismo signo político y los de la oposición patronal de Juntos por el Cambio, todos, sin excepción, tienen un manejo desastroso frente a la pandemia. Y ahora retroceden con las medidas que tomaron hace días. En Santa Fe, después de haber reabierto las escuelas, el gobernador Perotti anunció la vuelta a la Fase 1. Sin duda, se incrementarán también las restricciones en CABA. Ya se suspendió el feriado puente del 24 de mayo. Las idas y venidas se repiten en todas las provincias.
Lo concreto, sin embargo, es que con más o menos restricciones, ninguna de las medidas que se tomen van a resolver algo. Incluso está en duda cuánto serán capaces de bajar la circulación, ni hablemos de reducir la ocupación de camas de terapia intensiva. Es que hay que decirlo con toda claridad, no son viables más restricciones sin plata para el pueblo trabajador, sin IFE para el que lo necesita, sin ayuda al pequeño comerciante. Sin recomposición salarial para el trabajador, que ve su salario pulverizado por la inflación, o para el jubilado que cobra un ingreso de indigencia. Ni tampoco sin la infraestructura sanitaria necesaria, más puestos de trabajo para el personal de la salud y salarios dignos que terminen con el pluriempleo.
La gran pregunta, entonces, es si hay dinero suficiente y de dónde sacarlo para resolver las dos pandemias, la sanitaria y la social. Sin embargo, las actividades y preocupaciones del gobierno peronista parecen ir en el sentido contrario.
El presidente Alberto Fernández y su ministro de Economía Martín Guzmán estuvieron toda la semana pasada en Europa. Recorrieron Portugal, España, Francia e Italia. Se reunieron con el papa Francisco. La cita cumbre fue la del presidente con la jefa del FMI, Kristalina Georgieva. ¿Para qué? Para correr unos meses el próximo vencimiento de la deuda con el Club de París, de 2.400 millones de dólares. Y, lo más importante, para avanzar en la negociación del pacto con el Fondo Monetario Internacional. Lo que se discute, incluso en el interior del Frente de Todos, es si conviene firmar el acuerdo con el FMI cuanto antes o esperar unos meses hasta después de las elecciones. Pero la realidad es que, en una variante o la otra, se trata de destinar miles de millones de dólares para los pulpos acreedores y el FMI, justamente los que se necesitan para combatir la pandemia. Nos quieren convencer, incluso, de que sería un gran logro que el Fondo nos perdone la sobretasa de interés que ilegalmente nos colocó y de esa forma “nos ahorraríamos” 900 millones de dólares de intereses. ¡Cuando ya llevamos pagados 7.100 millones desde que asumió este gobierno! ¡Es más de un billón de pesos, más que todo lo que se puso el año pasado para la pandemia!
Lo decimos con todas las letras, acordar ahora o hacerlo más tarde no es una salida para el pueblo trabajador. Porque cualquier acuerdo con el Fondo implicará, además de los pagos propiamente dichos, mayores ajustes y exigencias de privilegios para las grandes transnacionales, los bancos y los pulpos especuladores. Así fue en todos y cada uno de los veintidós acuerdos que el FMI firmó con la Argentina a lo largo de cincuenta años. Pero así es también en cada plan del organismo con cualquier país del planeta, varios de los cuales han generado rebeliones populares en los últimos años.
Solo Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad ofrecen la única salida viable, dejar inmediatamente de pagar la deuda externa y romper los lazos políticos y económicos con el FMI.
Ahí está la plata que se necesita, sumada a la que se puede conseguir con un auténtico impuesto a las grandes riquezas, donde los que paguen sean Techint, Arcor, Mercado Libre, los bancos o los monopolios del agronegocio.
Todos esos recursos hay que aplicarlos a un plan de emergencia que ataque de verdad las dos pandemias, la sanitaria y la social. Que se incauten las dosis que se están produciendo en Garín y se garanticen vacunas para todas y todos. Que se centralice el sistema de salud para atacar coherentemente la segunda ola del Covid.
Pero que a la vez garantice que el pueblo trabajador pueda comer otorgando un aumento de emergencia para que nadie gane menos que el valor de la canasta familiar, calculado en 92.500 pesos por los trabajadores de ATE-Indec. Un IFE de 40.000 pesos para todo el que lo necesite. Una jubilación digna que cubra los 62.000 pesos que requiere la canasta de la tercera edad. Y ayuda para el pequeño comerciante. Así sí tendríamos un auténtico plan alternativo para enfrentar y vencer a la pandemia, haciendo que la crisis la paguen quienes siempre se enriquecen con ella, los patrones, los banqueros y el FMI.