Escribe Mercedes de Mendieta, legisladora porteña y candidata a Diputada Nacional por Izquierda Socialista/FIT Unidad
La debacle del Frente de Todos, dejó a Juntos por el Cambio como primera fuerza en la provincia de Buenos Aires. El repudio electoral al gobierno de Alberto Fernández “pintó de amarillo” el mapa. Sin embargo, los votos de Juntos por el Cambio no se incrementaron sustancialmente con respecto a hace dos años atrás.
La imagen del domingo por la noche en el búnker de Juntos por el Cambio, con el festejo de Vidal, Santilli, Rodríguez Larreta y Macri dejó flotando un debate: ¿cómo es posible que, apenas dos años después del final del desastre macrista, se vuelva a elegir mayoritariamente a esa opción política patronal? Los periodistas de los medios masivos cercanos a ese espacio amplificaron más aún esa sensación, con algunos que ya empiezan a discutir acerca de cómo se posicionan las distintas figuras de PRO o del radicalismo de cara a eventuales candidaturas presidenciales.
El caudal electoral de Juntos por el Cambio no aumentó
El primer dato, puramente numérico, es que no es cierto que las listas de Juntos por el Cambio hayan sumado millones de votos nuevos con respecto a las elecciones anteriores. De hecho, prácticamente repitieron el porcentaje de votación de hace dos años y tuvieron menos votos que en las elecciones triunfantes de Cambiemos de 2015 y 2017. La debacle del Frente de Todos se dio mayoritariamente por trabajadores y sectores populares que no fueron a votarlo, que lo hizo por la izquierda, por otros sectores patronales o que votó en blanco.
Hubo voto castigo, no giro a la derecha
Esto no quita que, sin duda, al igual que en elecciones pasadas, hubo sectores del pueblo trabajador que votaron en contra del gobierno, haciéndolo por la principal fuerza patronal opositora. Lo hicieron, repetimos, votando “contra” el gobierno del Frente de Todos, más que a favor de Juntos por el Cambio. Es lo que se denomina comúnmente como “voto castigo”. No expresa necesariamente confianza, ni simpatía, ni mucho menos acuerdo con las posiciones reaccionarias de esa alianza política. No es que los votan porque estén de acuerdo, por ejemplo, con la flexibilización laboral que propuso Juntos por el Cambio en la última semana de campaña. Ni porque acuerdan con las políticas de ajuste que se llevaron adelante durante el gobierno macrista. Por eso decimos que no puede caracterizarse ese voto como “giro a la derecha”.
Después de aclarado este punto, sí queremos debatir con las compañeras y compañeros de trabajo, estudio, vecinos o familiares de lo equivocado de ese voto. El optar por un candidato patronal para repudiar a un gobierno ajustador ha demostrado siempre que no es ninguna salida para los problemas del pueblo trabajador. Es lo que sucedió cuando se votó a Menem contra el ajuste de Alfonsín. Y después a la Alianza para sacarse de encima al menemismo. O, ya en el siglo XXI, a Macri para repudiar al kirchnerismo, o hace dos años a Alberto Fernández para que pierda Macri. Esto es una trampa, por eso insistimos: hay que dejar de votar a los partidos patronales y hacerlo por la izquierda, la única fuerza que tiene un programa de ruptura, distinto, que prioriza las más urgentes necesidades populares, y que plantea que gobiernen los trabajadores. En ese marco, la excelente elección del Frente de Izquierda Unidad, y el hecho de que una franja importante haya repudiado al gobierno con la boleta del FIT Unidad, es un hecho sumamente importante que tenemos que reforzar de cara a las elecciones de noviembre. Tenemos que debatir en los lugares de trabajo, estudio y en barrios, con cada persona que repudió al gobierno votando a Juntos por el Cambio, explicándole que todos los partidos patronales ya gobernaron y nos hundieron, que todos están por el acuerdo con el FMI, y que hay que votar en defensa propia, del pueblo trabajador, haciéndolo por el Frente de Izquierda Unidad en la definitiva elección del 14 de noviembre.