Escribe Nicolás Nuñez, referente de Ambiente en Lucha (Izquierda Socialista e Independientes)
Como ocurre desde hace quince años, el último sábado de marzo se llevó adelante en más de 190 países el apagón simbólico por “La hora del planeta”. La Torre Eiffel, la estatua del Cristo de Río de Janeiro, el Coliseo de Roma, y la Catedral de San Basilio en Moscú, entre tantos otros lugares icónicos, se envolvieron en la oscuridad durante una hora. En la Ciudad de Buenos Aires los elegidos fueron el Obelisco y el Planetario, y en La Plata lo propio hizo el Palacio Municipal.
Fue en 2007 y desde Australia que la World Wide Fund for Nature (WWF), Organización Mundial de Conservación, la ONG de preservación de especies más grandes del mundo, comenzó a impulsar esta iniciativa. Según definen sus promotores no se trata de una protesta contra la industria energética, ni nada por el estilo, sino simplemente de llamar la atención sobre la degradación ambiental en curso. Los gobiernos patronales y las empresas se suman para posar con preocupación. Lo único que pide la WWF para sumar la adhesión es una carta de compromisos ambientales de los municipios, cuando es sabido que firmar compromisos ambientales que después nadie cumple ni controla es uno de los deportes preferidos de los gobiernos capitalistas.
Este tipo de acciones tienen, en cierto sentido, el aspecto positivo de llevar a la agenda mediática la cuestión ambiental. Pero, por otro lado, siguen siendo el tipo de iniciativas que siembran expectativas en que la crisis ambiental pueda ser encarada en base a acciones individuales (apagar un rato la luz) y de la mano de los gobiernos patronales y multinacionales responsables de la situación en que estamos inmersos.
Recordemos: el último informe del Panel Intergubernamental sobre cambio climático señaló que la mitad de la humanidad vive en entornos altamente vulnerables al cambio climático. Ratificó que el calentamiento global está adelantando riesgos más altos de los previstos, incluyendo la extinción masiva de especies, y que está planteado superar el punto de no retorno del 1,5° de aumento de la temperatura global en 2030. Más que “horas” por el planeta, necesitamos una cada vez más potente y permanente lucha en las calles contra la catástrofe a las que nos lleva el capitalismo y sus gobiernos.