Escribe Nicolás Nuñez, referente de Ambiente en Lucha (Izquierda Socialista e independientes)
En las últimas semanas el hemisferio norte vivió algunas de sus jornadas de verano más cálidas jamás registradas. Estamos ante la enésima confirmación de lo dramático del proceso del calentamiento global.
Empecemos por una postal que resume en buena medida lo que está pasando. Un cántico inundó un barrio obrero de Vallecas, en Madrid, el 17 de julio, donde miles gritaron: “No son muertes, son asesinatos”. Resulta ser que, aún bajo aviso de la ola de calor en ciernes, el gobierno local mantuvo trabajando de sol a sol a sus barrenderos, uno de los cuales, José Antonio de sesenta años, murió sofocado en plenas labores. Fue una de las más de dos mil muertes que se dieron en el Estado Español en julio en el contexto de las altas temperaturas. Y es esto lo que el cántico popular que citamos y el calentamiento global ponen sobre el tapete: que sea un fenómeno ambiental no significa que se trate de un hecho “natural”, sino que es a los gobiernos patronales y las multinacionales a quienes hay que cargarles la responsabilidad de las vidas que perdemos en este rumbo de catástrofe climática.
Los récords de altas temperaturas se rompieron desde Japón hasta Estados Unidos, con un epicentro particularmente potente en distintos países de Europa. Cada uno de los eventos responde a particularidades atmosféricas de las diferentes regiones, pero los científicos tienden a coincidir en que el motor de estos fenómenos es el proceso de calentamiento global.
Es este proceso el multiplicador de las posibilidades de eventos climáticos extremos, y no solo de altas temperaturas, sino también tanto de sequías como de tremendas precipitaciones como las que arrasaron India en estos días. En este marco, se señala cómo el aumento de la temperatura global ha hecho que se debilite la “Corriente en Chorro Polar” (“Jet Stream”) que tuvo el rol homeostático (de equilibrio) de impedir tanto que el calor africano viaje hacia el norte, como que el frío polar no descienda más allá de cierto punto; la inestabilidad y pérdida de potencia de esta corriente abre el terreno a fenómenos climáticos que así como hoy son de altas temperaturas, el día de mañana podrían ser nevadas lejos de los meses del invierno.
Todo esto sucede con 1.1° de aumento de la temperatura global desde el comienzo de la era industrial, cuando los pronósticos señalan que en la próxima década podría atravesar el umbral del 1.5° que multiplicaría la frecuencia y la magnitud de estos eventos extremos. Los gobiernos y las multinacionales están al tanto, porque son los propios informes de las Naciones Unidas quienes realizan las alertas.
Señalemos, también, que cuando hablamos de 1.5° de temperatura global, hay que tener en cuenta que el planeta está compuesto mayoritariamente por sus océanos, que tiran abajo el promedio. El 1.5° global implica un aumento que puede ir de 7° a 10° en zonas continentales. Es por eso que los científicos de Inglaterra por ejemplo ya muestran un aumento de 0.5° anual en sus temperaturas máximas (38° en 2018 a 40° en 2022). Las consecuencias de aumentos de temperatura de esta magnitud sobre las posibilidades de producción de alimentos, de mantener ambientes habitables o de no morir sofocados, son enormes. Pero al día de hoy, ni una pizca se han reducido las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que incluso, en el marco de la invasión de Rusia a Ucrania y la disputa por los recursos energéticos a escala mundial, se ha vuelto a quemar carbón masivamente en las potencias industriales para generar electricidad, siendo este combustible aún peor que el petróleo.
Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI le damos la máxima importancia a cada una de las luchas que se dan en todo el planeta en el marco de la nueva oleada juvenil de movilizaciones contra el cambio climático. Peleas como la de “Por un Mar Libre de Petroleras” en la Costa Atlántica, o por una Ley de Humedales, o las que se dan contra el fracking y la megaminería, cobran vital importancia en este contexto histórico. Y a su vez, señalamos que la consigna “Socialismo o Catástrofe” responde a señalar política y científicamente una alternativa ante este rumbo de colapso de la sociedad al servicio de las ganancias capitalistas. Hoy nuestra lucha reside en apuntar con medidas contundentes hacia el 10% más rico de la población que es responsable del 50% de las emisiones, y a las criminales multinacionales de los combustibles fósiles y el agronegocio. De fondo, necesitamos pelear contra el capitalismo, por el socialismo, para poner todos los resortes de la economía en función de una planificación energética y produciva al servicio de las mayorías populares y en armonía con la naturaleza.