“Me preguntaba por qué nuestro país fue puesto de rodillas por las cerealeras. Hubo que generarles otro dólar para que liquiden lo que producen en nuestro suelo y que es parte de la riqueza y de los bienes naturales de nuestra patria.” La frase pertenece a Máximo Kirchner. Cualquiera que la leyera sin conocer el contexto pensaría que el peronismo kirchnerista es opositor al gobierno o por lo menos crítico a la medida del ministro Sergio Massa que privilegió a los monopolios sojeros. Nada de eso, fue la propia Cristina Fernández quien bendijo el nombramiento de Massa como “super-ministro” y las decisiones que viene tomando desde entonces. La frase de Máximo expresa a un kirchnerismo que se quiere lavar la cara y tratar de no quedar pegado al ajuste que se está realizando con el acuerdo del Frente de Todos de conjunto.
Esto no quita que, producto de la bronca popular y el desgaste, la crisis siga corroyendo al gobierno peronista y profundizando la división entre sus distintos sectores. Justamente unos pocos días después que la propia Cristina afirmó que “el peronismo no reprime”, se dieron los dos hechos de más repercusión de la semana pasada. Primero, la violenta represión y desalojo a los mapuches en Villa Mascardi, con la posterior cacería, detención de mujeres y su traslado a 1.800 kilómetros de distancia. Y segundo, la feroz represión policial a las personas que habían concurrido a presenciar el partido de fútbol entre Gimnasia y Esgrima La Plata y Boca.
El primer hecho provocó la renuncia de la ministra de las Mujeres, Género y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta. Aprovechando esa volteada, presentó su dimisión también el ministro de Desarrollo Social, Juan Horacio Zabaleta, que ya venía anticipando su intención de no seguir quemándose al frente de un ministerio que, ajuste mediante, no tiene cómo responder a los reclamos de los movimientos sociales. Y casi inmediatamente le siguió la del ministro de Trabajo Claudio Moroni.
El reemplazo de los ministros salientes fue otra demostración de la crisis y división del gobierno. Alberto Fernández trató de disimularlo con la excusa de que “pusimos tres mujeres”. La realidad es que es un cambio para que nada cambie: ¿acaso en Desarrollo Social, la nueva ministra Victoria Tolosa Paz se va a oponer al ajuste y tener más fondos para responder a las urgentes necesidades que reclaman los movimientos sociales? ¿La nueva ministra de Mujeres, Género y Diversidad tendrá más presupuesto para combatir la violencia de género? Nada de eso sucederá, como lo grafica que, al mismo tiempo, el super-ministro Massa ha vuelto a viajar a los Estados Unidos a una nueva reunión con el FMI, donde, una vez más tendrá que garantizar que se está llevando adelante el ajuste exigido. Párrafo aparte para el nombramiento de la nueva ministra de Trabajo, Kelly Olmos, con todo un currículum menemista en su haber. Este peronismo en el gobierno, debilitado, dividido y en crisis, ni siquiera puede ponerse de acuerdo para realizar un acto unificado el 17 de octubre.
Mientras tanto, el pueblo trabajador sigue sufriendo las consecuencias de una inflación creciente que pulveriza salarios, jubilaciones y planes sociales. En ese marco, la victoria que obtuvieron los trabajadores del Sutna fue una bocanada de aire fresco. Se demostró que con una dirección combativa se puede romper la tendencia de los salarios a la baja, pese a que tuvieron en contra al gobierno, a las patronales y a la propia burocracia sindical. Por supuesto, ahora que ganó el Sutna, los burócratas de los otros gremios se preocupan de no quedar demasiado atrás y comenzaron a reclamar aumentos de salarios más cercanos a lo que va a ser la inflación anual.
Quedó más claro que nunca la importancia de dar la pelea por una nueva dirección para la clase trabajadora, barriendo a los dirigentes traidores. Por eso creemos que es fundamental que el Sutna convoque a un gran Encuentro Nacional junto al Plenario del Sindicalismo Combativo, para sacar conclusiones del triunfo, apoyar las luchas en curso y coordinarlas para que ganen, pero fundamentalmente para postular una dirección combativa y democrática.
Mientras damos estas peleas cotidianas contra el ajuste, queda planteado el interrogante de hacia dónde vamos políticamente. Cada día son más los que se convencen de que el peronismo no va más, en ninguna de sus versiones. Mucho menos la oposición patronal de Juntos por el Cambio, sumida en su propia interna, mientras se postula para “volver” y hacer un ajuste más duro y rápido que el que realizaron cuando gobernaron. Ni que hablar de Milei, dedicado a mostrarse con cuanto facho hay en el país (como Bussi en Tucumán) o en el mundo, compartiendo actos con la ultraderecha española de Vox.
Más que nunca, hay que postular otra alternativa política. Para la clase trabajadora que lucha contra el ajuste y que demuestra que, cuando tiene direcciones combativas, puede ganar. Para las mujeres y disidencias, que vienen de realizar un nuevo y multitudinario Encuentro Plurinacional. Para la juventud, con el ejemplo de les pibis que salieron a defender la educación pública. Esa alternativa política es la que venimos construyendo desde el Frente de Izquierda Unidad, planteando un programa de emergencia, obrero y popular, que comience por no pagar la deuda externa, romper con el FMI y usar esos recursos para resolver las necesidades populares. Que postule que gobiernen los que nunca lo han hecho, las y los trabajadores. En el camino a una Argentina socialista. Desde Izquierda Socialista estamos comprometidos con la construcción de esa alternativa.