Escribe Adolfo Santos
El domingo 20 de noviembre las selecciones de Qatar y Ecuador darán inicio a la Copa del Mundo FIFA 2022. Desde ese momento el pegadizo ritmo de la música oficial del torneo, “Hayya Hayya” (Mejor juntos) retumbará en todo el planeta y entre gambetas y gritos de gol, todo girará alrededor del fútbol.
El Mundial 2022 en Qatar tiene aspectos que deben ser analizados, para no perder de vista que el fútbol no es apenas una fiesta del deporte. Lo primero que llama la atención es, ¿por qué la FIFA va a realizar la Copa en ese país de nula tradición futbolística? Los dirigentes de ese momento lo presentaron como un hecho progresivo que permitiría extender el fútbol al mundo árabe. Una oportunidad para “integrar Oriente y Occidente”. Causa noble si no fuera, como se descubrió después, que la decisión respondió al mayor escándalo de corrupción de la historia del fútbol.
El emir compra la sede
Todo comenzó en 2010. Qatar, cuya capital es Doha, es una potencia gasífera y petrolera del Golfo Pérsico. Gobernada por una monarquía absoluta encabezada por la familia Al Thani, ese minúsculo y desértico país islámico, de apenas 2,9 millones de habitantes, en su mayoría trabajadores extranjeros, ha ganado influencia en el mundo árabe gracias a la riqueza proveniente de la explotación de hidrocarburos.
Con ese poder, estableció un plan de sobornos para ganar el apoyo de los dirigentes del fútbol mundial y llevar el torneo a su país. Ni el intenso calor de la región, que obligó a cambiar la tradicional fecha de junio/julio, para noviembre/diciembre, impidió su designación. El dinero habló más alto y el suizo Joseph Blatter, por entonces presidente de la FIFA, anunció que Qatar le había ganado a Estados Unidos en la elección.
Sorprendidas por esta decisión, la prensa europea y la justicia de los Estados Unidos iniciaron una investigación. El diario inglés The Guardian publicó que Qatar, gobernado por el emir Tamim bin Hamad Al Thani, gastó 200 millones de dólares para “convencer” a los dirigentes del fútbol mundial a apoyar su candidatura. Fue tan grotesco el fraude, que Joseph Blatter y el francés Michel Platini (presidente de la UEFA), acabaron siendo suspendidos por el Comité de Ética de la entidad junto a cuarenta y dos personas acusadas de participar del FIFA-Gate. Uno de ellos, que según el Departamento de Justicia de los Estados Unidos recibió dinero, fue el fallecido Julio Grondona, ex presidente de la AFA.
El “show” debe continuar
Nada de esa escandalosa corruptela impidió a Qatar ser la sede del mundial. Sin embargo, nuevos hechos demostraron los problemas que implicaría realizar la competencia en ese país, cuyo territorio es igual a la mitad de la Provincia de Tucumán. Mucho se comenta sobre los espectaculares proyectos arquitectónicos diseñados para las obras, pero poco se habla de las vidas obreras que ha costado su construcción. Para The Guardian, más de 6.500 trabajadores migrantes perdieron la vida desde 2010, cuando se comenzó la construcción de estadios, hoteles, aeropuertos e infraestructura.
Un informe oficial de 2011 de los Estados Unidos concluyó que trabajadores poco calificados de naciones de Asia y de África que emigraron a Qatar sufrieron condiciones similares a las de servidumbre. Las violaciones más comunes, entre otras, son las palizas, la retención de pagos, las restricciones a la libertad, la detención arbitraria y las agresiones sexuales.
Cuestionado sobre estas graves denuncias, el actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, trató de zafarse: “La FIFA no es la policía del mundo ni tampoco responsable de todo lo que sucede”. Y agregó: “conseguimos introducir un salario mínimo y derechos laborales”. Admitía que los trabajadores reclutados pagaron caro por un negocio del que se beneficiarán especialmente el emirato árabe y los dirigentes de la FIFA.
Fútbol no pega con anti derechos
El gobierno de Qatar, presidido con mano dura por la familia Al Thani, mantiene una serie de restricciones a los derechos individuales como la libertad de expresión, o los movimientos por la igualdad, lo que dificulta organizarse y denunciar los atropellos realizados con el silencio cómplice de las entidades del fútbol y los gobiernos del mundo. El embajador catarí del Mundial de fútbol, Khalid Salman acaba de declarar en una entrevista con la televión ZDF que la homosexualidad es un “daño en la mente”.
Además, la tutela masculina refuerza el poder y el control que tienen los hombres sobre las vidas de las mujeres, lo que limita su capacidad de llevar adelante vidas plenas e independientes y alienta situaciones de violencia. Ojalá que la designación de la francesa Stéphanie Frappart como árbitra, para dirigir algunos partidos de este mundial, ayude a las mujeres cataríes en la lucha por sus derechos. Ella no podrá ser obligada a disciplinarse a los hombres, ni privada de usar sus coloridas camisas y el tradicional pantaloncito corto.
“Hayya, Hayya”, la canción del mundial, intenta transmitir el mensaje de que la música y el fútbol pueden unir al mundo. Será apenas una expresión de deseo mientras existan emiratos anti derechos y un capitalismo que en su crisis crónica es cada vez más desigual y explotador. Pero, por encima de ese mar de corrupción, el fútbol sigue siendo una pasión de multitudes. Vamos a apostar para que las treinta y dos selecciones clasificadas consigan hacernos disfrutar, con su juego, del deporte más popular del mundo.