Escribe Adolfo Santos
La realización del Mundial 2022 en Qatar es una vergüenza. Solo un gigantesco esquema de corrupción puede justificar que la FIFA haya colocado la organización de la Copa en manos de un país cuyo régimen viola los derechos humanos, practica la homofobia, cercena los derechos de la mujer y de los trabajadores. No es casual que iniciado el torneo estos temas continúen llamando la atención.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, intentó defenderse después de las duras críticas recibidas. En una conferencia de prensa fustigó a los que critican la falta de derechos. De forma escandalosa comparó el supuesto “bullying” que sufría por ser pelirrojo, con la negación de derechos fundamentales a las mujeres, la falta de derechos laborales o la persecución a las comunidades LGBTIQ+. Y afirmó que la FIFA y Qatar se preocupan por esos temas. Nadie le cree. Por eso, cuando saludó en el partido inaugural, fue abucheado por el público presente.
El régimen dictatorial catarí no puede ocultar su carácter. El sistema de tutela masculina se evidencia en el mundial. Como describe el periodista brasilero Diego García: “Estuve en la apertura de la Fan Fest […] con show del astro pop colombiano Maluma y percibí una situación bizarra, más del 90% de los presentes eran hombres, 99% sería más realista…” se corrige. […] “Definitivamente, la Copa de Qatar no es de las mujeres”. Además, cuando escuchemos elogiar la majestuosidad de las obras, como los estadios Al Bayt o Lusail, sepamos que son proyectos del hijo del arquitecto de Hitler. La empresa AS+P fue fundada por Albert Speer, hijo de Albert Speer, el que fuera ministro de Guerra y arquitecto oficial del período nazista alemán.
El creciente malestar por el carácter represivo del régimen catarí repercutió en los jugadores. La FIFA amenazó con sancionar a los futbolistas que manifiesten críticas. Impidió así que los capitanes de siete selecciones utilizaran un brazalete multicolor con la leyenda “One Love” en referencia a la canción de Bob Marley. La intención era hacer una manifestación a favor de la inclusión de colectivos como el LGTBIQ+ en el fútbol.
En este escenario, la selección de Irán se destacó. En su presentación, se negó a cantar el himno de su país en respaldo a las protestas desatadas contra el gobierno persa después del asesinato de Masha Amini por no usar correctamente el velo islámico. Los jugadores de Inglaterra se arrodillaron antes del inicio de su partido contra Irán en repudio a la violación de los derechos humanos. El fútbol es mucho más que un puñado de dirigentes corruptos y regímenes dictatoriales. Apoyamos todas estas manifestaciones y esperamos que se extiendan. Unimos nuestra voz a la de millones de apasionados por este deporte popular para gritar juntos: “la pelota no se mancha”.
Antes del partido contra Japón, Alemania desafió a FIFA en el Mundial: "Negarnos la venda [LGTBIQ+] es lo mismo que negarnos la voz"