Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad
En 1973, el entonces presidente Juan Domingo Perón dijo: “El gobierno se ocupará que [las ganancias] sean distribuidas con justicia entre todos los que la producen. Fifty-fifty, como dicen. Mitad y mitad”. Esto no solo no ocurrió, sino que encima vino el Rodrigazo, con una tremenda inflación y carestía de vida. Pero quedó el famoso fifty-fifty de Perón.
Cristina Kirchner mostró en el acto un cuadro para decir que su último gobierno fue el mejor de la historia, con sus famosos “piquitos”, como dijo para referirse a una favorable distribución del ingreso. Otro doble discurso.
Lo cierto es que la participación en el ingreso de los asalariados se ha venido deteriorando a lo largo de las décadas. Pasó del 56% en 1950, al 46% en 1973, 31% en 2003. En 2013, desde Emiratos Árabes, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno (quien acompañaba a la presidenta Cristina en una visita oficial), dijo que el gobierno había cumplido con uno de los anhelos de Perón, el de la repartición en un 50 y 50 de la riqueza que produce el país. ¿De dónde lo sacó? Fue el mismo Moreno quien destruyó los datos del Indec con una patota manipulando la información desde el 2007 al 2015, donde se decía por ejemplo que en Argentina había menos pobreza que en Alemania. Por eso es que en los doce años de gobierno kirchnerista hubo enormes reclamos, paros generales, ante una enorme precarización laboral y pobreza del 30%, llevando a que el peronismo perdiera con Macri en 2015.
El dato de hoy es que los empresarios aumentaron su porción en el reparto de la torta del 40,2% en 2016 al 47% en 2021, mientras la participación del salario bajó del 51,8 % a 43,1%. Pero aunque se lograra el 50 y 50, no sería para festejar. Primero, porque no alcanzaría para salir de la pobreza. Segundo, porque dicha participación es muy dispar entre trabajadores registrados y los millones que lo hacen en la informalidad y precariedad. Y tercero, porque significaría que una mitad de la riqueza se la siga quedando un grupo minoritario de capitalistas y la otra mitad se tenga que repartir entre millones de trabajadores, casualmente los que la generan. La izquierda, en cambio, pelea para que la clase obrera sea quien se apropie de la riqueza que genera, para combatir de verdad los males capitalistas.