Escribe José Castillo, candidato a legislador porteño por Izquierda Socialista / FIT Unidad
El jueves 24 de agosto se anunció el ingreso de Argentina al bloque Brics. El término “Brics” alude a la reunión de un grupo de países, creado en 2009, y originalmente compuesto por Brasil, Rusia, China e India (de ahí la denominación original: Bric), al que, en 2011 se agregaría Sudáfrica, sumándole la “s” a la sigla.
En la cumbre realizada la semana pasada en Johannesburgo, los presidentes Lula da Silva (Brasil), Xi Jinping (China), Cyril Ramaphosa (Sudáfrica), el premier de la India, Narendra Modi y el canciller ruso Serguéiv Lavrov, resolvieron invitar a formar parte del grupo a Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán. El gobierno peronista de Alberto Fernández inmediatamente comenzó a plantear que el ingreso al Brics era una gran victoria, un enorme paso adelante, que “abre un nuevo escenario para la Argentina”.
¿Es realmente así? ¿Se trata de una buena noticia para el pueblo trabajador, que ayudará a resolver las penurias que se viven actualmente? ¿Es, aunque sea, una posibilidad de “independencia” ante el imperialismo?
Lamentablemente, no se trata de nada de eso. Entramos a un bloque hegemonizado por otra potencia imperialista, China, conducida por una dictadura sangrienta, la del partido Comunista chino encabezado por Xi Jinping. Un régimen que, tras llevar adelante la restauración capitalista y reprimir a sangre y fuego a su propio pueblo en la masacre de Tiananmen, ha sometido a la clase trabajadora china a la más feroz superexplotación, sin autorizar siquiera el más mínimo derecho a una sindicalización independiente. En los últimos años, China ha actuado como cualquiera de los imperialismos preexistentes, saqueando riquezas incontables en el resto del sudeste Asiático, África y también Latinoamérica. Más allá de sus choques de disputa comercial y por las hegemonías regionales con los Estados Unidos, existe una estrecha interrelación entre ambas potencias, que se expresa en la presencia en China de una enorme cantidad de transnacionales de origen yanqui, asociadas a capitales chinos. En nuestro país, empresas chinas participan del saqueo de la soja (Cofco), en la megaminería, en el petróleo y gas (tienen presencia en Vaca Muerta) y en otros rubros.
También forma parte de los Brics, la Rusia de Putin, una potencia imperialista menor que, además de gobernar autoritariamente su propio país ha invadido Ucrania, provocando una guerra con decenas de miles de víctimas.
Que no se trata de un bloque “del Tercer Mundo” ni mucho menos “antiimperialista”, lo demuestra el hecho de que, junto con Argentina, también ha ingresado Arabia Saudita, la potencia petrolera y uno de los socios estratégicos del imperialismo yanqui.
En el bloque también está Brasil, con el que tenemos ya una larga historia en otra experiencia de integración, en este caso regional: el Mercosur. ¿Para qué ha servido hasta ahora? Sólo para los negocios de las grandes multinacionales, como las del complejo automotriz o el negocio sojero. Ni una sola medida favorece a los pueblos trabajadores de los países miembros: ni siquiera se permite que alguien tenga libre acceso para trabajar en otro país del grupo.
Al sostener que el ingreso a los Brics de nada servirá para resolver los problemas del pueblo trabajador y sectores populares, nos deslindamos a su vez de los planteos de Patricia Bullrich y Milei, que han rechazado entrar a los Brics simplemente porque defienden el alineamiento incondicional con los Estados Unidos. Milei incluso le agregó el exabrupto, de que no quiere relaciones con China porque él “no hace tratos con comunistas”. En su delirio ultraderechista, ni siquiera reconoce que hace décadas que el régimen chino se ha transformado en una dictadura capitalista.
Criticar el ingreso a los Brics no significa que, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad no tengamos una postura sobre la necesaria unidad e integración de los pueblos. En concreto, lo que se necesita en estos momentos es un gran frente de países deudores, en principio latinoamericanos, pero extensible a todos los demás países dependientes y semicoloniales del planeta, para enfrentar el saqueo de las deudas externas y los planes de sometimiento al FMI. Ese sí sería un gran paso, uniendo nuestros pueblos y nuestras riquezas, para enfrentar y derrotar al capitalismo imperialista que nos explota y saquea.