Desde Izquierda Socialista nos sentimos orgullosos de haber compartido esta pelea desde el primer día. Impulsando el fondo de huelga y acompañando a los trabajadores pacientemente. Reímos y sufrimos con todos ellos, que han dado un paso adelante. La patronal “aprendió” que no puede hacer lo que quiere. Y los trabajadores, que se puede hacer retroceder a una multinacional que contó con el apoyo del ministerio y el gobierno. Quedan compañeros afuera todavía, pero no está dicha la última palabra.
En ese marco, surge el interrogante: ¿Qué pasó para que esta gran lucha, donde la planta de conjunto paró por sus despedidos, no terminó con todos los compañeros adentro? Responderla acertadamente es muy importante.
Lo primero que tenemos que decir es que fue una huelga larga, contra una multinacional que, evidentemente, se preparó para enfrentarla. Con una campaña pública, a través de solicitadas en los grandes medios, acusando a los trabajadores por el conflicto -cuando la culpable fue esa patronal negrera que mientras está invirtiendo millones de dólares para ampliar la planta, despide trabajadores. Segundo, la lucha tuvo que enfrentar tanto al Ministerio de Trabajo de la Provincia (Scioli), como al gobierno nacional (Cristina), los cuales jugaron para la patronal, contra los trabajadores y sus familias. Ya que ninguno intervino para evitar los despidos, avalando el funcionamiento ilegal de Calsa.
Ante esta situación, la conducción del conflicto, el sindicato de la Alimentación (STIA), ¿hizo todo lo necesario para impulsar esta lucha con el objetivo de ganarla? En esto también somos categóricos: no lo hizo.
En primer lugar, no tuvieron una política para fortalecer el paro activo, visitando a los compañeros en sus casas para que se sumen al acampe, al fondo de huelga, a las tareas apremiantes de la lucha. Nunca se presentó el secretario General del sindicato, Morán, ni recibió a los trabajadores. No hubo acciones, ni nacionales ni seccionales, en apoyo y no se incorporó el pedido de reincorporación en la paritaria, que estaba en curso. No hubo recorridas por las fábricas de la alimentación para informar del conflicto y coordinar. Si bien se presentó la seccional del Salto, que en dos ocasiones llevaron alimentos y cocinaron, fue totalmente insuficiente para un conflicto de una fábrica de más de 200 operarios y frente a una multinacional que no aflojaba.
En segundo lugar, el sindicato no puso sus enormes recursos económicos para el fondo de huelga, ni lo impulsó en el resto de las fábricas de la alimentación. “Cuando haga falta el fondo de huelga, les vamos a avisar”, decían en las asambleas. Si bien “bajó dinero”, fue totalmente insuficiente, lo que provocó desánimo, desgaste y frustración. Dejando el camino libre para que la fábrica sí ponga dinero, solo si los trabajadores “se cruzaban de bando”.
A su vez, el sindicato estuvo en contra de enfrentar a los carneros, mano derecha de la patronal para intentar quebrar la huelga. Y ante las dos solicitadas que publicó la patronal, donde acusó a los trabajadores de “grupo minoritario” y al gremio, el sindicato no respondió.
En definitiva: hubo una gran predisposición de la base para encarar esta gran lucha, de los despedidos y un fuerte activismo, que contrastó con lo que tenía que hacer el sindicato y no hizo. Estas enseñanzas, a modo de aprendizaje, son las que hay que debatir de ahora en más. Con los trabajadores de la fábrica y con todo luchador. Para sacar conclusiones y enfrentar en mejores condiciones los desafíos que se vienen.