Escribe Hernán Camarero, Historiador,investigador del CONICET, director del CEHTI (Centro de estudios historicos de los trabajadores y la izquierda)
El escenario electoral que se desenvolverá a lo largo de 2023 ofrecerá una situación de extrema polarización entre dos coaliciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio que, más allá de sus perfiles aparentemente diferenciados, se dispondrán a seguir descargando sobre las espaldas de las masas populares las consecuencias de la actual crisis nacional e internacional. Hasta las elecciones primarias de agosto habrá competencia entre y dentro de ambas alianzas con muchos candidatos nacionales y provinciales que sólo expresarán matices, incluso de manera estridente, pero no desacuerdos sustanciales en función de cumplir con un plan de ajuste y de asegurar una ofensiva capitalista sobre las condiciones de existencia de la clase trabajadora. Esas disputas entre candidatos de diferentes facciones de un mismo programa capturarán buena parte de la atención pública. Agravando la situación, terciará una nueva fuerza de extrema derecha neoliberal, que amenaza con una propuesta aún más reaccionaria. No es conveniente que el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad (FIT-U), conformado hace ya doce años, se sume a esta confusión electoralista y aparezca estos cinco meses distraído, disgregado y compitiendo entre sí, de manera innecesaria, con candidaturas disímiles, desperdiciando la oportunidad de aparecer desde ahora como una fuerza compacta y con acuerdo de fórmulas únicas entre sus distintos componentes, sobre la base del programa común (incluso, sumando fuerzas que aún no están en su seno). Así como en 2015 rechacé la división del FIT en dos listas para competir en las PASO, vuelvo a expresar la misma posición en esta oportunidad.