Apr 25, 2024 Last Updated 6:47 PM, Apr 25, 2024

2 de abril de 1982 / 41 años: La guerra de Malvinas y el PST

Se cumplen cuarenta y un años de la recuperación de las Islas Malvinas. Un hecho que atraviesa la historia y la política de nuestro país donde el justo reclamo de soberanía pendiente sobre las islas y la guerra movilizaron a millones de trabajadores en Argentina, Latinoamérica (ver foto de portada de nota) y el mundo como muestra de rechazo contundente al imperialismo. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista, planteó desde el inicio del conflicto una política para ganar la guerra y, tras la rendición, denunció las causas por las que la dictadura eligió la derrota.

El 2 de abril de 1982, un grupo de comandos militares desembarcaron en Puerto Argentino y retomaron el control de las islas luego de 149 años de ocupación británica. Fue un intento desesperado del gobierno del dictador Galtieri, para darle aire a una dictadura rodeada de una movilización popular creciente en su contra. Su plan era apropiarse como bandera de la justa causa de Malvinas. Bajo ningún punto de vista buscaban un enfrentamiento con Gran Bretaña y, mucho menos, con los Estados Unidos. Pero cuando esto sucedió y los británicos enviaron la flota para recuperar las islas, con el apoyo yanqui, se produjo una fenomenal movilización antiimperialista. Galtieri y la dictadura militar se negaron a tomar medidas a fondo contra el imperialismo (durante la guerra no se tocó un solo interés británico en el país e incluso se le siguió pagando la deuda externa que Argentina tenía con ese país). Así, terminaron traicionando la gesta y provocando la derrota del 15 de junio. La indignación popular hizo que esto fuera el comienzo del fin de seis años de dictadura genocida, entrega económica, endeudamiento feroz y hambre para el pueblo trabajador.

Un enclave colonial de ultramar desde 1833

Para situarnos en el contexto histórico, debemos decir que desde 1820 las islas Malvinas habían sido declaradas como parte de la soberanía argentina, acatando el derecho a cercanías y la herencia que la nación tenía de las posesiones del Virreinato del Río de la Plata. Un centenar de mestizos y criollos formaron parte de la primera población estable, hasta que en 1833 las islas fueron usurpadas a la fuerza por una expedición británica, convirtiéndose en un enclave colonial. La primera nación que reconoció la autoridad inglesa sobre las islas fue Estados Unidos, a cambio de derechos de pesca en sus aguas.

Malvinas es un enclave británico, porque representa un territorio constituido dentro de otro, recolonizando por la fuerza, imponiendo otra población bajo otra forma de gobierno, idioma, costumbres. Gibraltar, Israel, Guantánamo en Cuba y Guam son algunos ejemplos de enclaves que se mantienen hasta la actualidad.

Los enclaves están constituidos en zonas de importancia geográfica y económica donde las potencias imperialistas tienen control del territorio y un peso gravitatorio en zonas aledañas, de ahí su relevancia estratégica. En el caso de Malvinas hay que sumarle una ubicación privilegiada de acceso inmediato a la Antártida y al Océano Pacífico desde el Atlántico Sur.

Es por ello que es falso el argumento del “derecho a la autodeterminación” de los kelpers (nombre que se refiere a los nacidos en las islas), ya que es una población impuesta por la fuerza y que ha motivado la expulsión de los colonos y habitantes originales de la isla. No tienen derecho a declarar ninguna autodeterminación cuando representa los intereses del colonialismo inglés.

Luego de la guerra, Gran Bretaña ha instalado una moderna y enorme base militar en las islas, lo que constituye una amenaza potencial para la Argentina y Latinoamérica, supeditada a las aspiraciones territoriales, militares y económicas del Reino Unido y transitivamente de la OTAN.

El PST ante la guerra

El 30 de marzo de 1982, la CGT convocó a una movilización a Plaza de Mayo ante los despidos y suspensiones en fábricas automotrices. La represión policial caldeó los ánimos pre anunciando el malestar social en medio de la crisis económica. El 2 de abril, la Junta Militar anunció el desembarco y recuperación de las islas Malvinas. La dictadura, comandada por Leopoldo Fortunato Galtieri, niño mimado del imperialismo yanqui, no buscaba hacer una guerra antiimperialista, sino establecer una ocupación breve y una negociación. Un golpe de efecto, utilizando la justa causa de Malvinas, para lograr apoyo social ante el crecimiento de las luchas obreras y la ruptura de sectores de la clase media. (ver número anterior) Pero la maniobra fracasó.

La respuesta del imperialismo no se hizo esperar. El 3 de abril, Gran Bretaña rompió relaciones con Argentina, anunciando sanciones económicas y el envío de Fuerzas de Tareas. La ONU exigió el retiro de las tropas argentinas y la Comunidad Económica Europea respaldó a los ingleses. El presidente estadounidense, Ronald Reagan, designó al General Alexander Haig para interceder en el conflicto, mientras apoyaba con pertrechos y logística a los ingleses. El 25 de abril, comenzó la invasión británica en las islas Georgias del Sur y el 1° de mayo los combates en Puerto Argentino y Puerto Darwin en Malvinas. El 2 de mayo fue hundido, fuera de la zona de exclusión de guerra, el ARA General Belgrano, donde murieron 323 personas.

El inicio del conflicto desencadenó una enorme movilización popular antiimperialista que desbordó a la dictadura. El 10 de abril, 150.000 personas se reunieron en Plaza de Mayo ante la llegada de Haig. Entre la multitud se leían carteles que decían “fuera ingleses y yanquis de Malvinas”. El discurso de Galtieri, desde el balcón de Casa Rosada, fue aplaudido cuando hizo referencia a la soberanía de Malvinas y silbado cuando se refirió a sus gestiones y las de Haig. Con el inicio de los combates la indignación popular y la solidaridad crecieron. El 26 de abril, la CGT realizó una movilización de 10.000 personas, donde se coreó “levadura, levadura, apoyamos las Malvinas, pero no la dictadura”.[1] Juntas vecinales organizaron marchas en sus barrios, miles donaron sangre y se inscribieron como voluntarios, se realizaron colectas para el Fondo Patriótico en las fábricas, niños escribían cartas a los soldados y mujeres tejían abrigos. Así nació la gesta de Malvinas. La guerra también despertó la solidaridad de los pueblos latinoamericanos. Ejemplo destacado fue la movilización de 150.000 personas en apoyo a la Argentina realizada en Lima, Perú.

Se podía ganar la guerra

Tras el anuncio de la recuperación de Malvinas, el PST se ubicó por el triunfo argentino y la derrota inglesa, sin depositar ninguna confianza en la dictadura y denunciando sus crímenes. Su posición surgía de la caracterización de la guerra. Detrás de los distintos regímenes y gobiernos de ambos países, la guerra enfrentaba a un país imperialista, que buscaba retener sus últimas colonias, contra un país oprimido, semicolonial, sometido al imperialismo por el saqueo de multinacionales y la sangría de la deuda externa, que reclamaba la soberanía sobre su propio territorio.

En las marchas, en las barriadas populares y los lugares de trabajo y estudio, el PST desarrolló una fuerte crítica a la conducción de la guerra por la Junta Militar. Denunció que la dictadura no hacía la guerra en todos los terrenos. En contrapartida, el PST exigía una política a fondo para combatir al imperialismo. Demandó plenas libertades para que el pueblo resolviera democráticamente todos los problemas de la guerra. Reclamó que el esfuerzo de guerra lo pagaran los asesinos imperialistas, suspendiendo los pagos de la deuda externa, la incautación de las empresas inglesas y estadounidenses (Banco de Londres, Shell, Ford, etcétera) y que el gobierno aceptara la ayuda externa ofrecida por los gobiernos de Perú, Venezuela, Cuba, Libia o la URSS. Para coordinar la fenomenal corriente de solidaridad obrera y popular, el PST exigió a la CGT que se pusiera al frente y unificara todas las acciones antiimperialistas que recorrían el país.

De regreso al frente de batalla, el 21 de mayo, los ingleses lograron establecer una cabecera de playa en Puerto San Carlos en Malvinas y los combates aeronavales recrudecieron. El 25 de mayo, aviadores argentinos hundieron tres fragatas misilísticas, el “Atlantic Conveyor” de transporte pesado y el destructor “Coventry”. Para entonces, los ingleses asumían que, sometidos a enormes dificultades logísticas, Argentina podía ganar la guerra. Así lo reconoció el brigadier inglés Julian Thompson, quien dirigió la operación terrestre en Malvinas: “podríamos haber perdido la guerra”. (Clarín 27/3/2022)

Sin embargo, la Junta Militar no asumió ninguna de las medidas para ganar. La intervención de la Fuerza Aérea, relegada dentro de la Junta Militar, no fue coordinada con el resto de las fuerzas. Mientras los soldados y aviadores argentinos heroicamente daban la vida, muchos de sus jefes los torturaban y se robaban las donaciones. El genocida Alfredo Astiz se rendía en las islas Georgias del Sur sin disparar un solo tiro. La dictadura siguió pagando la deuda externa, que era usada para financiar a las Fuerzas de Tareas británicas, y no tocó los intereses de las empresas inglesas y estadounidenses en el país. Tampoco aceptó la ayuda externa ofrecida por varios gobiernos.

El PST denunció que la Junta Militar, incapaz de tomar medidas de fondo para lograr la victoria y aterrada por la irrupción de la movilización antiimperialista, terminó eligiendo la derrota. La UCR y el PJ acompañaron la política derrotista. Carlos Contín, presidente de la UCR declaró: “es la hora de los grandes silencios”. La oportunidad de imponer la rendición en las calles la dio la llegada del Papa, Juan Pablo II, quien vino a predicar la “paz”, pero reconociendo la posesión inglesa de Malvinas. La UCR, el PJ y la CGT se sumaron a las misas masivas del 11 y 12 de junio. El PST en soledad llamó a no ir a los actos papales, denunciando que planteaban, en medio de la guerra, “nuestra rendición disfrazada tras la palabra paz”.[2]

Lecciones de la gesta de Malvinas

El 14 de junio cayó Puerto Argentino. Mario Benjamín Menéndez, gobernador militar de las islas, acordó el alto al fuego y la rendición argentina. El 15 de junio, la indignación popular alimentó la movilización a Plaza de Mayo, donde Galtieri prometió hablar. El cordón policial que recibió a los manifestantes fue rechazado al grito de “se va a acabar la dictadura militar”, comenzaron la represión y los enfrentamientos callejeros. Era el fin de la dictadura.

Días después, el PST denunciaba que la desastrosa conducción de la guerra por la Junta Militar había sido el fiel reflejo de la clase social que ella representaba: la patronal argentina, cobarde, entregada al imperialismo por mil lazos más fuertes que las necesidades que imponía la guerra y temerosa de la movilización obrera y popular. Esa era una de las grandes lecciones que había dejado la gesta de Malvinas.

Hoy, a cuarenta y un años, Izquierda Socialista/FIT Unidad rinde homenaje a los héroes y mártires de Malvinas diciendo, ¡fuera ingleses de Malvinas, fuera yanquis de América Latina! Continuamos la lucha antiimperialista rechazando el pacto del gobierno con el FMI, contra el pago de la deuda externa y llamamos a conformar un frente de países deudores. Por la ruptura de todos los lazos que nos unen al imperialismo y por la segunda y definitiva independencia. Para recuperar nuestras islas Malvinas y luchar consecuentemente contra el imperialismo es necesario luchar por un gobierno obrero y popular, porque las y los trabajadores no tenemos compromisos ni lazos con el imperialismo, sino que es nuestro enemigo mortal.

1. En “Malvinas. Prueba de fuego”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2007.
2. Op. Cit. Página 83.

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