En 1974 el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) sufre un atentado en la sede de su local de la regional Córdoba, la mítica torre de Humberto Primo y Avellaneda en la ciudad capital. Una potente bomba destruye su ingreso y afecta la salud de un trabajador que vivía en la planta baja.
Semanas antes la policía había destituido al gobernador electo, perteneciente al ala de izquierda del peronismo, con la anuencia del entonces presidente Perón. Éste, en lugar de reinstalarlo, decreta la intervención de la provincia. El PST sufre además, en Córdoba, dos allanamientos a su sede partidaria con la detención de decenas de sus militantes y en noviembre el asesinato de su principal dirigente, César Robles.
Las bandas parapoliciales y de la burocracia sindical habían escalado a nivel nacional durante ese año su ofensiva contra los activistas sindicales, sindicatos combativos y clasistas, la juventud militante y los partidos de izquierda, todo bajo la venia de Perón, marcando un cambio en el régimen político que se había conquistado en 1973 con la caída de la dictadura, hacia una mayor derechización.
La ofensiva buscaba quebrar el ascenso obrero y popular posterior al Cordobazo, lo que no lograrían sino con la instauración de la dictadura militar en marzo de 1976.