Miles de trabajadores están luchando por salarios, que se derrumban ante la voraz inflación. Se impone una lucha nacional por lograr un plus salarial cuanto antes. En momentos en que los dirigentes sindicales, sean oficialistas u opositores (centralmente Hugo Moyano y su CGT), no están haciendo nada.

El movimiento LGBTIQ (Lésbico-Gay-Bisexual-Trans-Intersexual-Queer) marcha los meses de noviembre, recordando el aniversario de la creación del primer grupo de activismo gay en nuestro país, la organización Nuevo Mundo. Con la derrota de la dictadura en 1983 y la apertura democrática nacieron muchas organizaciones nutridas de decenas, de cientos de activistas, cada una con distintas perspectivas llegando a la primera marcha del orgullo en 1992.

Lamentablemente, en los últimos años, muchas de las organizaciones del movimiento LGBTIQ fueron bajando banderas de lucha, abandonando la pelea en las calles y apostando a la dependencia política y económica del Estado. Esto llevó a la dirección del movimiento y de esta inmensa marcha, al aislamiento de las luchas del movimiento LGTTBIQ respecto de las luchas de los oprimidos. Así llegamos al punto en que estamos hoy: la marcha del orgullo se ha convertido en una mezcla de feria gay, una marcha-fiesta de electrónica y pachanga que culmina en un acto proselitista en el congreso, subordinado totalmente a los intereses del gobierno K y acallando cualquier voz disidente.

El discurso presidencial trata de encubrir, aunque cada vez con menos resultados, que este “modelo” económico capitalista es de pobreza, saqueo y corrupción. Cristina Kirchner volvió a acusar a opositores, una vez más, de querer “volver a los 90”. ¡Lo dice en momentos que avanza su política de saqueo y salarios de pobreza! El kirchnerismo acaba de aprobar la ley de hidrocarburos en beneficio de Chevron y demás petroleras -cediendo por 45 años áreas claves de explotación-, envió la ley del triple play a favor de las Telefónicas -las mismas que participaron del remate del patrimonio nacional con la fiesta menemista-, y se apresta a enviar una ley para pagar... ¡a los fondos buitre! Dejando claro que gobierna para las multinacionales y usureros imperialistas.

El kirchnerismo ideó otra consigna: Cristina o el caos. Una falsa disyuntiva tendiente a “sembrar miedo”, según denuncian distintos medios, mientras una encuesta revela que el 75% de la gente opina que la situación económica está mal y el 60% que es por responsabilidad del gobierno.

Personeros del gobierno salieron a decir que si pierde el oficialismo van a faltar remedios o desaparecerá la asignación por hijo. Revelando hasta dónde puede llegar este gobierno para intentar resguardar su decreciente apoyo popular. Y que a la “década ganada” le queda poco por mostrar. Esto matizado por las frases grandilocuentes a las que nos tiene acostumbrados la señora presidente: “la gente en el mundo habla maravillas de Argentina”, dijo en una de sus apariciones. Cristina insiste en que está en curso una campaña tendiente a “asustar para ajustar”, pero ya no puede tapar que hay un ajuste nacional en curso que afecta a millones de trabajadores y demás sectores populares. Haciendo pagar la crisis a los que trabajan y producen, no a los parásitos capitalistas que se han llevado la plata en pala en todos estos años.

Cristina Kirchner ha redoblado la apuesta. Ahora denunció un complot nacional e internacional que “la quiere voltear”. Se trataría, según ella, de un “golpe de mercado”, no con uniforme como los de antes. También dijo que tal vez intentarían meterla presa cuando viaje a Estados Unidos. Y que si algo de esto ocurre no hay que mirar a Oriente sino al Norte. “Vienen por la Argentina”, remató.

Cualquier trabajador, vecino o joven podrá preguntarse qué grado de certeza pueden tener semejantes afirmaciones. Decimos claramente que esta ola discursiva tiene el objetivo de encubrir el ajuste en curso y de intentar maniatar a los trabajadores para que no reclamen por sus justos derechos.