Aug 01, 2024 Last Updated 8:20 PM, Jul 31, 2024

Izquierda Socialista

Escribe Adolfo Santos

Con o sin pandemia, el salario continúa siendo la variable de ajuste que utilizan los gobiernos. No es diferente con Alberto Fernández. Además de haber postergado las negociaciones paritarias hasta después de la cuarentena, lo que en los hechos significa un congelamiento, avaló la reducción salarial de 25% pactada entre la UIA y la CGT. Ahora va por más. En medio de las dificultades que sufren los trabajadores sin poder defender sus salarios frente a una inflación que no para, el gobierno emitió un decreto que ataca derechos laborales, que establece que “el sueldo anual complementario correspondiente al primer semestre del año 2020 del personal del sector público nacional en actividad será abonado en hasta cinco (5) cuotas consecutivas con las remuneraciones de los meses de junio, julio, agosto, septiembre y octubre del corriente año”.

Es evidente que esta nefasta medida, que sienta un pésimo precedente, va a ser adoptada por los gobiernos provinciales y municipales, afectando a amplios sectores de trabajadores. Ya la implementó el gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof y hay patronales solicitando extenderla al sector privado. Carlos Acuña, uno de los líderes de la CGT y secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de Estaciones de Servicio, se adelantó y acordó fraccionar el medio aguinaldo en dos cuotas, la primera a comienzos de julio y la segunda en agosto. Armando Cavalieri estaría negociando un acuerdo similar al de Acuña. Vergonzoso. El resto de la burocracia sindical, sobre todo la que debería representar a los trabajadores estatales, como ATE o UPCN, dice que no concuerda pero no propone ninguna medida de lucha para frenar este ataque.

El doble discurso del gobierno peronista sobre la defensa de los más débiles no se sustenta. Los jubilados, aquellos que Alberto Fernández prometía proteger por ser uno de los sectores más vulnerables, fueron los primeros en ser atacados. La suspensión de la movilidad, una fórmula de la época del macrismo, hizo con que los seis millones de jubilados, incluyendo los del haber mínimo, hayan perdido parte de sus ingresos mensuales. La jubilación mínima, por ejemplo, que con la movilidad debería ser de 17.405 pesos, fue reducida a 16.864 pesos, una pérdida neta de 541 pesos. Queda claro que “los vulnerables” forman parte de uno de los sectores sobre los que Alberto Fernández está descargando la crisis. Mientras tanto, el procurador general del Tesoro, Carlos Zannini, emitió un dictamen a favor de que la Anses le pague una pensión vitalicia de 400.000 pesos mensuales a Amado Boudou, ex vicepresidente de la Nación, condenado  por corrupción. Indignante.

Es inaceptable que, con la excusa de la pandemia, se descargue una serie de ataques contra los trabajadores, rebaja salarial, pago en cuotas del aguinaldo, despidos y suspensiones. No hay margen para perder salario cuando el costo de la canasta familiar de “consumo mínimo”, lo que significa un modelo básico de subsistencia –según datos de ATE Indec–, es de 68.200 pesos. Son millones de trabajadores y jubilados que quedan muy lejos de esos números y a los que el gobierno no asiste adecuadamente. Sin embargo, destina millones para subsidiar empresas privadas y eximirlas del pago de impuestos, entre otros tipos de asistencias, como reconoció el propio Miguel Acevedo, presidente de la UIA, en una entrevista concedida a Clarín (21/6).

La baja recaudación no puede ser una excusa del gobierno para descargar el ajuste sobre los trabajadores. El FIT Unidad presentó un proyecto de ley para gravar las grandes fortunas que le permitiría recaudar 20.000 millones de pesos al gobierno, con lo que se podrían aumentar las jubilaciones, atender a las demandas de los trabajadores autónomos que se ven obligados a romper la cuarentena para poder comer y a resolver las graves falencias detectadas en la salud pública. Lamentablemente los diputados peronistas, en todas sus variantes, y de la oposición patronal, se negaron a tratar nuestro proyecto en un claro posicionamiento a favor de los ricos y poderosos. No vamos a pagar una crisis de la que no somos responsables. Reclamamos el pago del medio aguinaldo en una sola cuota y, junto a los docentes, decimos “los aguinaldos y los salarios no se tocan”. Exigimos la reapertura de las paritarias para evitar más pérdidas salariales, el cumplimiento de la ley que prohíbe despidos y suspensiones de trabajadores y la asistencia a los compañeros autónomos. Y le reclamamos a la CGT que rompa la tregua y se ponga a la cabeza de los reclamos. 

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Escribe José Castillo

Intempestivamente, y con sus trabajadores enterándose por los diarios, Latam Argentina anunció la suspensión de sus operaciones por tiempo indeterminado y el despido de sus 1.715 trabajadores. Se trata de una decisión escandalosa realizada por una de las multinacionales más importantes de Latinoamérica. Furiosamente antiobrera y antisindical, la empresa llegó al país con el nombre de Lan en 2005, en el marco de uno de los mayores escándalos de la corrupción kirchnerista. Chocó decenas de veces con sus trabajadores, que resistieron la imposición de condiciones de superexplotación e intentos de rebajas salariales. Ahora anuncia que se va del país después de cobrar los ATP con que pagó parte del salario de sus empleados y después de haber presionado para que aceptaran una reducción de sueldo de 50 por ciento. 

De Lan a Latam Argentina: una historia de corrupción y flexibilización laboral

Lan llegó a nuestro país en 2005. Lo hizo absorbiendo a los trabajadores de Lafsa, empresa creada luego de una lucha durísima que tuvieron que dar los ex empleados de Lapa y Dinar para no quedar en la calle. La salida fue la creación de una aérea estatal (Líneas Aéreas Federales S.A.). Pero el gobierno, de la mano del entonces secretario de Transporte Ricardo Jaime, usó a Lafsa para una de las primeras y más escandalosas maniobras de corrupción del kirchnerismo. Firmó un acuerdo para la utilización de rutas con Southern Winds, que se descubrió que se usaba para el envío de cocaína de contrabando a España. Para tapar todo ese escándalo las rutas de Lafsa/Southern Winds fueron otorgadas a Lan, que así comenzó a operar en la Argentina.

Lan desembarcó con un nuevo gerenciamiento que, de entrada, se fijó como objetivo atacar a los trabajadores, desconociendo el convenio, quitándoles convenios y pretendiendo rebajar el salario. Tras varias peleas, los compañeros y compañeras lograron resistir el intento de flexibilización al estilo del que funcionaba en otras empresas del grupo. 

En los primeros años Lan Argentina creció a expensas de una Aerolíneas Argentinas vaciada y todavía en manos de Marsans. Así fue ganando rutas en los destinos más rentables (Bariloche, Iguazú, Calafate, Córdoba, Mendoza). Recién después de la estatización de Aerolíneas, Lan se encontró con un competidor real. 

Lan, primero, y a partir de 2016  con su nueva denominación Latam Argentina, creció y se consolidó como la segunda línea de cabotaje del país. Así llegó a tener el 16% del total del mercado de cabotaje, con tres millones de pasajeros anuales. Últimamente volaba a doce destinos domésticos (Buenos Aires, Iguazú, Bariloche, Salta, Tucumán, Mendoza, Córdoba, Neuquén, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Calafate y Ushuaia), y cuatro internacionales (Santiago, San Pablo, Lima y Miami). Explotaba también los únicos dos vuelos mensuales a las islas Malvinas, uno de Latam Chile vía Río Gallegos, y otro de Latam Brasil vía San Pablo. La flota de Latam Argentina posee doce aviones Airbus 320. 

En 2019 incorporó también por el sistema de Interchange  nueve Boeing 767 de matrícula chilena, lo que generó una crisis con el gremio de los pilotos, provocada por la propia empresa que lo aprovechó para crear un sindicato propatronal que empezó a “aceptar” normas de flexibilización laboral. Entre los cambios estuvo la no renovación del contrato de leasing (alquiler) del Boeing B767 con el que realizaba el vuelo más rentable de la compañía (Ezeiza-Miami), que pasó a ser operado exclusivamente por los pilotos del nuevo sindicato “de empresa” (Unión de Pilotos Aviadores de Latam).

En los últimos cuatro años Latam Argentina empezó a mostrar “pérdidas” en su balance. Esto coincidió, curiosamente, con el momento en que su ex CEO Gustavo Lopetegui pasó a ejercer el cargo de vicejefe de gabinete en el gobierno de Macri. Lo que sucedía es que, en el marco de las políticas de desregulación promovidas por el gobierno de Cambiemos, los grandes negocios (que incluían los vuelos internacionales y toda la operatoria de Latam Cargo) pasaron a ser facturados directamente por Latam Internacional. La filial argentina solo registraba los tickets de vuelos locales, encima en un contexto donde entraron en la competencia las empresas low cost, como FlyBondi y JetSmart. Ya, desde hace un par de años, la política de Latam Internacional fue la de reducir las operaciones de su filial local. Así cerró las bases de San Juan y Bahía Blanca y dejó de volar a esos destinos, al mismo tiempo que envió uno de los Airbus 320 a volar a Chile. Una señal de que sí apostaba a los vuelos internacionales es que gastó más de un millón de dólares en acondicionar su sala VIP en el aeropuerto de Ezeiza.

Latam aprovechó la pandemia como excusa para acentuar su política de readecuación. Empezó a “derivar” sus aviones a Chile, incluso cambiando las matrículas y, a pesar de que recibía ATP del gobierno argentino para pagar los sueldos, comenzó a presionar a sus trabajadores para que acepten una rebaja de 50% en sus salarios.  

El gobierno “dejó hacer”

El actual gobierno peronista de los Fernández conocía perfectamente la situación de Latam Argentina. No hizo ningún reclamo cuando la empresa, a partir de marzo, apenas iniciada la pandemia, procedió a enviar algunos de los aviones Airbus 320 de matrícula argentina (LV) a Chile, en una evidente maniobra para empezar a “vaciar” su filial argentina. Tampoco hizo nada cuando, en mayo, es decir antes del anuncio de la suspensión de las operaciones, esos aviones aparecieron en los hangares de Santiago de Chile repintados con la matrícula chilena CC. 

Latam le debe al Estado argentino el pago de tasas aeroportuarias atrasadas (entiéndase, ya se las cobró al pasajero con el ticket, pero nunca las depositó). En una reunión, hace algunas semanas, el propio jefe de gabinete Santiago Cafiero permitió la refinanciación de esa deuda hasta 2021. Y, por supuesto, Latam Argentina fue una de las grandes empresas que se benefició con los ATP, por lo que el pago de una parte importante de los sueldos de la empresa corrieron por cuenta del Estado argentino. 

El gobierno de Alberto Fernández también sabe que, bajo la figura “cese de operaciones por tiempo indeterminado” se esconde una trampa. Lo reconoció el propio ministro de Transporte Mario Meoni: “Significa que no pierden las rutas y pueden volver a operar en cualquier momento”. Por eso no dicen explícitamente “cierre”. Latam Argentina se juega a no perder las rutas y, en un tiempo, reaparecer para operarlas con otro formato, más al estilo low cost, con otras tripulaciones y empleados, con menores salarios y peores condiciones de trabajo, como ya lo viene haciendo en Perú y Ecuador.

También saben que pedir el “procedimiento preventivo de crisis” es otra trampa, ya que es un mecanismo legal para empresas que siguen en actividad (donde lo que se busca es negociar la cantidad de despidos, el monto de la indemnización, etcétera). Pero en este caso Latam Argentina plantea echar a toda su planta. El “procedimiento preventivo” es una chicana administrativa para no pagar siquiera la doble indemnización fijada por la ley. 

El gobierno, en las declaraciones del propio presidente Fernández, como de los ministros de Transporte, Mario Meoni, y de Trabajo, Claudio Moroni, deja correr todo esto, no denuncian el vaciamiento ni las otras maniobras, peor aún, justifican a Latam por su decisión aduciendo que se debe a la crisis global de las empresas de aeronavegación producto de la pandemia. 

¿Cuál es la salida?

Desde Izquierda Socialista decimos que se deben preservar los más de 1.700 puestos de trabajo. Por eso apoyamos todas las acciones que tomen sus trabajadores para luchar por ello y exigimos a la CGT una medida para que su pelea no quede aislada. 

Al mismo tiempo, sostenemos que la salida de fondo pasa por estatizar todos los activos de Latam Argentina. Hay que embargar y estatizar de inmediato los aviones Airbus 320 con matrícula argentina (LV) que están en nuestro país y exigir la devolución de los enviados a Chile repintados con la matrícula chilena (CC). Hay que expropiar sus oficinas comerciales, el salón VIP del aeropuerto de Ezeiza, las oficinas de Latam Cargo y toda otra instalación que tenga en la Argentina. Se deben rescindir los convenios de todas las rutas internacionales que Latam pretende seguir usufructuando por medio de otras empresas del grupo, retirar todas las rutas de cabotaje que estaba explotando, que deben seguir activas una vez terminada la pandemia, volando con los mismos aviones, pilotos, tripulación y personal de tierra, respetando los salarios y las condiciones de trabajo a partir de la conformación de una nueva empresa estatal gestionada por sus trabajadores, que luego se unifique con Aerolíneas Argentinas. Todo en el camino de tener una auténtica aerolínea de bandera, que maneje todo el negocio de cabotaje, permita realmente unificar pueblos y regiones y haga que volar deje de ser un privilegio de unos pocos sino un derecho de todo el pueblo trabajador.  



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Escribe José Castillo

Latam Argentina no es simplemente una empresa quebrada por la pandemia. Es la filial argentina de una gran multinacional, Latam Airlines Group, nacida en 2016 de la unión de dos empresas, Lan International (de origen chileno, vinculada a la familia del presidente Piñera, pero ya hace años con mayoría accionaria yanqui) y la brasileña TAM. Con esta fusión pasó a ser la línea de aviación más grande de Latinoamérica y una de las más importantes del mundo, transportando 74 millones de pasajeros anuales. También explota Latam Cargo, una de las empresas de carga vía aérea más importante, con 4.000 metros cuadrados en el aeropuerto de Miami y líder en el negocio entre los Estados Unidos y Latinoamérica. 

Latam viene ganando millones de dólares año a año mientras superexplota a sus trabajadores, presionando para que acepten las condiciones de trabajo de las low cost, a la vez que hace todo tipo de maniobras utilizando sus filiales para evadir el pago de impuestos. En este marco, y con una deuda de 7.000 millones de dólares, se presentó en los Estados Unidos a “capítulo 11”, que es como se denomina en ese país al pedido de quiebra. Ya despidió a 1.400 trabajadores en Chile, Perú, Ecuador y Colombia. Sin embargo, al mismo tiempo, repartió dividendos entre sus accionistas por 57 millones de dólares. En otra señal de que “tan quebrada” no está, la filial brasileña sigue su proceso de expansión, acordando volar bajo código compartido con Azul en cincuenta rutas hacia y desde Brasilia, Belo Horizonte, Recife, Porto Alegre, Curitiba, Campinas y San Pablo. Como vemos, se trata de una multinacional en crisis por lo que deja de ganar con la pandemia, sin dudas, pero que separa cuidadosamente sus ganancias, a repartir entre los dueños capitalistas, incluyendo sus planes de futuros rendimientos, mientras “socializa” sus pérdidas a costa de las espaldas de los trabajadores y presionando para que los gobiernos latinoamericanos las asuman. 

La situación de las empresas de aeronavegación en el mundo

El caso de Latam Airlines Group no es un hecho aislado. Es un ejemplo más de lo que está sucediendo con todas las grandes empresas de aviación del mundo. Ciertamente, entre enero y julio se cancelaron 7,5 millones de vuelos en el planeta y las empresas vieron reducidos sus ingresos en un 50% con respecto a 2019.

¿Qué hicieron las más importantes líneas de aeronavegación del planeta? Procedieron inmediatamente a descargar la crisis con planes de recortes internos, despidos masivos, suspensiones, reducción de sueldos y flexibilización de los convenios. Aprovecharon la situación para destruir las condiciones de trabajo de los trabajadores, un objetivo que se venían planteando desde hace años, en medio de las peleas entre esas grandes empresas y las low cost. Año a año, los trabajadores de British Airways, Lufthansa, Air France , entre otras, lograban contener la ofensiva patronal por medio de luchas radicalizadas. Ahora las grandes compañías vieron que la pandemia es su gran oportunidad.

Esta política de las grandes corporaciones aéreas ya ha generado en Europa que British Airways despida a 12.000 trabajadores, KLM a 8.300 y Lufthansa a 10.000. Norwegian Air, por su parte, suspendió a 7.000 trabajadores y SAS a otros 9.000, además de echar a 5.000.

En los Estados Unidos, American Airlines va a recortar 5.100 puestos y ofreció “retiros voluntarios” a 34.500 empleados. Delta anunció despidos y les dio “vacaciones” sin goce de sueldo a 13.000. United Airlines, la tercera empresa aérea yanqui, avisó que achicará 30% su plantilla. Air Canada también piensa despedir a 19.000 trabajadores. 

Un recorrido a escala mundial sigue dándonos números de terror, Emirates habla de reducir su plantel en 30.000 puestos, Virgin Atlantic ya echó a 3.500, Ryanar a 3.000 y EasyJet a 4.500.

Esta auténtica “masacre” de puestos de trabajo fue acompañada por el pedido de salvataje de los gobiernos, que pusieron millones de dólares, en medio de la pandemia, para “rescatarlas”, incluyendo en muchos casos hacerse cargo de deudas multimillonarias. Se calcula que, hasta el momento, los dueños de las aerolíneas recibieron 123.000 millones de dólares entre préstamos, subsidios y garantías. A eso hay que sumarle que los distintos gobiernos pagaron los sueldos de 800.000 trabajadores de las compañías. Como vimos, todos estos “auxilios”, siempre con la excusa de evitar despidos, no impidieron que las empresas dejen centenares de miles de personas en la calle. Así, por ilustrar con los ejemplos más resonantes, Lufthansa recibirá 9.000 millones de euros, Air France 7.000 millones, KLM entre 2.000 y 4.000 millones y Alitalia 500 millones. En los Estados Unidos la “ayuda estatal” a las aerolíneas ya suma 25.000 millones de dólares. En algunos de todos estos casos, como Lutfhansa o Alitalia, se habla incluso de la entrada del Estado en el capital de las empresas en una suerte de “nacionalización” para sanearlas e inmediatamente devolverlas a sus dueños capitalistas. Otras, como fue en el caso de Latam Airlines, decidieron acogerse a algún sistema de quiebras a la espera de que el salvataje venga por ese mecanismo. 

¿Quién paga la crisis?

Todo este panorama del negocio aerocomercial a escala planetaria no es más que un reflejo de la crisis económica mundial del capitalismo imperialista. Es lo mismo que está sucediendo con multinacionales de otros rubros. Así, hace pocas semanas, vimos a Nissan cerrar su planta en Barcelona dejando también a miles de trabajadores en la calle. O el anuncio de Renault, de su achicamiento en la misma Francia. 

La pandemia del coronavirus solo acentuó una crisis que ya venía desplegándose desde 2007/2008. Y donde las salidas de las patronales y los gobiernos imperialistas siempre fueron las mismas, rescatar a las empresas y hacer que la crisis la paguen los trabajadores, con despidos, rebajas salariales y flexibilización de las condiciones de trabajo. Y con salvajes planes de ajuste monitoreados por organismos internacionales como el FMI. 

Así funciona el capitalismo. Es el reino de la ganancia a costa de quién sea y cómo sea. Si para ello hay que destruir el ambiente del planeta, lo hacen. Si para mantener las superganancias hay que mandar a la muerte, bajo riesgo de contagio, a millones de trabajadores, no importa. Si otros tantos millones quedan sumidos en la desesperación del desempleo, tampoco. Los trabajadores y los pueblos del mundo precisamos otro régimen social con una economía planificada sobre la base de las reales necesidades de todos, gobernado democráticamente. Se trata, en síntesis, de una economía y un mundo socialistas.

 

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Escribe Guillermo Sánchez Porta


Simultáneamente con solicitar su ingreso al Plenario del Sindicalismo Combativo (PSC), los compañeros del PTS/MAC están convocando a encuentros en distintas zonas. En ellos hemos saludado e insistido en que armar otro espacio no ayuda a fortalecer la unidad de los luchadores antiburocráticos y clasistas. Pero allí sus dirigentes, como Dellecarbonara o Camilo Montes, criticaron duramente al PSC, con falsedades. Ese método va contra la confianza para trabajar juntos y su política divisionista debilita la unidad en el PSC.

¿Por qué el PTS no está en el PSC? ¿Es cierto, como dicen, que no queremos que lo integren y que no le respondemos a su pedido?

El PSC se conformó hace más de dos años, en un gran plenario nacional en el estadio de Lanús, con miles de dirigentes sindicales, delegados y luchadores de todo el país. Participaron las directivas de sindicatos combativos como ferroviarios de Haedo, Sutna, Ademys, AGD, Sutebas Multicolores, Ceramistas de Neuquén, y delegados y agrupaciones de centenares de fábricas, escuelas, reparticiones, además de movimientos sociales que apoyaron. El PTS fue convocado. ¿Por qué no participó? Ellos no quisieron sumarse. Decían que este espacio “no era de luchadores anti burocráticos”, que no queríamos “luchar contra la burocracia” ni “pelear por una nueva dirección del movimiento obrero”, que “es un acuerdo de cúpulas”, entre otras barbaridades. Dos años después, ya nadie duda entre la vanguardia que en el PSC están los principales sindicatos y dirigentes combativos de los trabajadores, como el Pollo Sobrero, Mónica Schlotthauer, Alejandro Crespo, Jorge Adaro, Mariana Scayola, Angélica Lagunas, Alejandro López, Ileana Celotto, Romina del Plá, por nombrar a algunos.

El PTS decidió otra política, atacando al PSC. El fracaso de su aislamiento y el crecimiento del PSC coordinando luchadores, los lleva a cambiar y solicitar su ingreso. Siempre fue invitado a participar en las acciones y sumarse como uno más. Nunca negamos su ingreso, el PTS se negó. Esa es la realidad.

¿Y ahora no lo dejamos? Otra falsedad. El 7 de mayo, luego de dos años difamando al PSC, mandan una carta pidiendo su ingreso. Este cambio del PTS, que reivindicamos, no se refleja en su carta, donde insisten que “el PSC no tiene un funcionamiento democrático”, “no quieren pelear por una nueva dirección del movimiento obrero” y “no quieren la unidad entre trabajadores efectivos y tercerizados o contratados”. Su pedido es “porque se viene un gran ajuste mundial”. ¿Pero, si no reivindican al PSC, para qué quieren ingresar? Podemos seguir así, actuando unitariamente en las luchas. ¿Es necesaria la unidad ahora, porque se viene un fuerte ajuste? Por supuesto. ¿Pero no lo era con el gobierno de Macri? Hace años es y sigue siendo necesaria. Si no hubo mayor unidad es por responsabilidad del PTS.

Luego de una primera reunión, clarificaron que ahora sí definían al PSC como un “espacio de luchadores anti burocráticos” y que enviarían una nota a la Mesa del PSC. Recién el 28 de mayo, después del exitoso plenario del PSC, con más de 2.500 participantes, mandaron una nueva carta. Hicimos la jornada de lucha de salud y a la semana la jornada nacional del PSC, el 16 de junio. En estos días se reunirá la Mesa Nacional, y debatirá su pedido, que varios integrantes del PSC nos hemos declarado favorables. No es real que estemos negando su ingreso.

El PTS dice que sus encuentros son para que debatan miles, “no cerrados a unos pocos dirigentes y con cupos, como hacen en el PSC”. Esto tampoco es cierto. En los Plenarios que realizamos, como Lanús o Pilar, además de los saludos de los principales referentes de sindicatos y sectores del PSC (nunca se dejó a alguien afuera, incluso con invitados), se realizaron decenas de comisiones donde centenares de participantes intervinieron y resolvieron. ¿Dónde está el método de “sólo participan los secretarios generales”? Otra mentira. El PTS reconoce que en nuestro Plenario virtual hablaron cerca de 100 compañeros, entre ellos las principales luchas en curso. Pero en ninguno de sus Encuentro virtuales llegaron a hablar más 50 compañeros… La falsedad que el PTS está por “plenarios donde hable la base y no sólo los secretarios generales”, es un “engañapichanga” para honestos y desprevenidos luchadores que desconocen la realidad del PSC.

El PTS dice que los plenarios deben ser  para discutir y elaborar “programas que acerquen a los trabajadores a posiciones de izquierda”. Pero el PSC tiene aprobado un programa clasista y revolucionario, basado en que la crisis no la paguemos los trabajadores y sí los grandes empresarios, multinacionales y banqueros, con fuertes impuestos a ellos y no pagar la deuda externa. Y decenas de propuestas, que coinciden con el programa que levanta el PTS junto a Izquierda Socialista, PO y MST y todo el Frente de Izquierda Unidad que integramos. ¿El PTS quiere armar otro programa? ¿Cuál?

Además, tienen una gran confusión de para qué deben servir los plenarios. ¿Para acercar a luchadores a las posiciones de izquierda? ¿O para unir a los que luchamos contra los ajustes del gobierno y las patronales, a los que enfrentamos cotidianamente a las traiciones de la CGT y la CTA, aunque sean compañeros que no sean de izquierda, sino peronistas o independientes? ¿A los luchadores mineros de Neuquén, Penta, Fadete, La Nirva, de salud y miles que se están jugando la vida en la lucha, les impedimos el ingreso al PSC porque no sean de izquierda? ¿O le damos todo el apoyo y los llamamos a participar en actos, acciones y les proponemos que se sumen, como uno más? La unidad que impulsamos en el PSC es para la lucha y para barrer a las burocracias traidoras, en base al programa clasista. Así avanzaremos en la construcción de una nueva dirección democrática, clasista y combativa del movimiento obrero.

El PTS/MAC debe definir si realmente quiere integrarse al PSC y sumar unidad para construirlo, o sólo plantear la “integración”, pero seguir con una política divisionista.





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Escribe Pablo Almeida, delegado general de ATE del Ministerio de Economía

Uno de los efectos colaterales de la pandemia del coronavirus ha sido la implementación masiva del teletrabajo. Tanto en el sector público como privado las patronales hablan de que esta modalidad llegó para quedarse ya que sería un aprovechamiento de los avances tecnológicos que benefician tanto a los trabajadores como a las empresas. La realidad dista mucho de ser la panacea que se vende. La institucionalización del teletrabajo es una herramienta al servicio de la precarización y la flexibilización laboral.

Los grandes medios de comunicación hablan a diario de los cambios que llegaron para quedarse con la pandemia. Y el teletrabajo figura como una de las prioridades. Intentan instalar que sería algo tan beneficioso para todas las partes que, seguramente, persistirá más allá de levantada la cuarentena. El pasado sábado 20 de junio, por poner solo un ejemplo, Clarín tituló “El home office llegó para quedarse, según las empresas”. En la nota se explica que, con el avance de la tecnología, los “colaboradores”, eufemismo con el que las grandes patronales intentan desdibujar la relación laboral, “tienen un rol más activo (…) y toman la responsabilidad de autoliderarse en remoto”. Suena maravilloso, pero esta pomposa frase deja ver las verdaderas intenciones: trabajadores más explotados que a su vez pagan su lugar y herramientas de trabajo.

Como no podía ser de otra forma, las patronales buscan utilizar los avances tecnológicos para incrementar aún más sus ganancias. En primer lugar reduciendo costos, ya que no tienen que proveer un lugar de trabajo, mobiliario, electricidad, conectividad ni equipamientos informáticos para desarrollar las tareas. En segundo lugar, porque pueden aumentar los ritmos de trabajo. Como ya está sucediendo, al ser el domicilio el ámbito de trabajo y la computadora la herramienta, el trabajador se encuentra siempre disponible para realizar sus tareas. El comienzo y el fin de la jornada laboral se desdibujan y las jefaturas solicitan tareas en cualquier momento y cualquier día de la semana. Especialmente en aquellos lugares donde existe pago o evaluación “por objetivos”, o donde la precariedad del vínculo laboral hace imposible una negativa del trabajador. Al mismo tiempo, el teletrabajo sería un enorme avance en la atomización de gran parte de la clase trabajadora  haciendo mucho más difícil cualquier tipo de organización, socialización y reclamo ante la inexistencia de un ámbito común de trabajo.

Por supuesto que estas campañas de embellecimiento intentan apoyarse en los aspectos que pueden resultar beneficiosos en el corto plazo para cualquier trabajador. El hecho de no tener que viajar como ganado durante una o dos horas de ida y otro tanto de vuelta obviamente que resulta tentador. Lo mismo sucede con la posibilidad de que uno supuestamente puede organizar sus propios horarios minimizando así los gastos para que alguien cuide a hijos o adultos mayores. Pero lo que hoy aparece como beneficio circunstancial se esfumará rápidamente por la presión de las patronales, que saben que cuentan con el aval del gobierno. Sin ir más lejos, el presidente Alberto Fernández señaló en una entrevista con Radio con vos (5/5/2020) que las reducciones salariales de 25% aplicadas a quienes no estaban concurriendo a sus lugares de trabajo no eran en realidad una rebaja en el poder adquisitivo, ya que estos trabajadores tenían menores gastos.

En el Congreso se comenzó a discutir un proyecto común del Frente de Todos y Juntos por el Cambio que busca institucionalizar el teletrabajo dejándole las manos libres a las patronales como un ariete contra los derechos de gran parte de la clase trabajadora. Una vez más la burocracia que dirige las centrales sindicales, tanto CGT como CTA, nada hace en oposición a esta iniciativa. Desde el sindicalismo combativo llamamos a organizarnos contra esta nueva entrega, al mismo tiempo que exigimos que se reglamente el teletrabajo para la excepcionalidad de la pandemia poniendo límite a los atropellos patronales. Rechazamos cualquier legislación que institucionalice esta herramienta al servicio de la flexibilización y la precarización laboral. Llamamos a defender con organización y lucha la conquista histórica de que los convenios colectivos de trabajo sean discutidos por las organizaciones de trabajadores y no por los diputados y senadores de los partidos patronales.

 

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