El 25 de enero de 1987 falleció Nahuel Moreno. Fue uno de los fundadores del troskismo en Argentina y en Latinoamérica, y el gran constructor de nuestra corriente política, que hoy tiene continuidad en Izquierda Socialista.
Escriben Francisco Moreira y Diego Martínez
Nahuel Moreno se inició en el troskismo, a principios de la década de los 40 en circunstancias muy difíciles. En 1940, León Trotsky, quien junto con Lenin había encabezado la revolución rusa, había sido asesinado por un agente estalinista. Trotsky era por lejos el dirigente más probado y capaz de la IV Internacional y su muerte dejó un gran vacío. Como si esto fuera poco una gran parte del os principales cuadros y dirigentes que habían trabajado codo a codo con Trotsky fueron asesinados a manos del stalinismo y el fascismo. Frente a esta situación la IV Internacional había quedado disgregada y su dirección fuertemente debilitada. Moreno solía decir que el suyo fue un troskismo “bárbaro”. Se formó políticamente sin la guía de una dirección sólida.
Moreno se desarrolló como dirigente en el período posterior a la segunda guerra mundial. Fue una etapa signada por grandes revoluciones, como la China y la cubana, que contradictoriamente fueron dirigidas por aparatos contrarrevolucionarios que se fortalecieron al calor de esos grandes triunfos de la lucha de clases. Una parte importante de los dirigentes de la IV Internacional sucumbieron ante estas direcciones, adaptándose a ellas de forma oportunista. Otro sector se aisló sectariamente de estos procesos planteando que no hubo revoluciones. Moreno tuvo el mérito de participar e impulsar activamente los procesos de la lucha de clases de esta etapa sin capitular ante sus direcciones. Por eso creemos que es el dirigente troskista de la posguerra que mejor pasó la prueba.
Los inicios en el movimiento obrero
En 1944, Moreno fundó el Grupo Obrero Marxista (GOM), sacando al movimiento trotskista argentino de los debates de café y llevándolo al movimiento obrero. Un pequeño grupo de jóvenes del barrio porteño de Villa Crespo, aconsejados por Mateo Fossa, un gran dirigente obrero de la época, se ligaron a las huelgas de uno de las principales zonas industriales de la época, Avellaneda, en la zona sur del gran Buenos Aires, con el simple precepto de ponerse a disposición de lo que necesiten los trabajadores sin “bajar línea”. Así fue que se fueron ganando la confianza de los principales activistas, el grupo se fue a vivir al barrio de Villa Pobladora y se dieron los primeros pasos de la construcción del partido en el seno del movimiento obrero. Desde entonces Moreno y nuestra corriente fueron fanáticos de acercarse a las “pobladoras” de cada lugar donde el partido tuviese la oportunidad de construirse pegado al movimiento obrero.
Sin embargo no eran épocas sencillas para construir el troskismo en la clase obrera. Una gran mayoría de la clase trabajadora argentina estaba siendo ganado por el peronismo, que había otorgado importantes concesiones a los sectores obreros y populares. Nuestra corriente señaló, sin embargo que el peronismo era un movimiento burgués, que no había que depositar ninguna confianza en él y que por su carácter conciliador esas conquistas se podían perder. Esta definición no nos impidió luchar codo a codo junto a los activistas obreros que se identificaban como peronistas cuando vino el golpe gorila de 1955, orquestado por el imperialismo yanqui, contra la actitud del propio Perón quien se entregó pacíficamente y no movilizó a la clase trabajadora para dar la pelea.
Debates en la IV Internacional
En 1948 ocurrió un hecho muy importante en la historia de nuestra corriente que fue la participación en el II congreso de la IV Internacional, el primero que se realizaba después de la muerte de Trotsky. Para Moreno y para nuestro partido fue una gran experiencia y de allí sacamos como conclusión la importancia de ser parte de una organización internacional por más pequeña que esta sea. Desde entonces nuestra corriente tiene la obsesión por construir partidos en todas partes del mundo y por estar abiertos a la fusión con otras corrientes revolucionarias, así provengan de trayectorias diferentes a la nuestra.
En ese congreso de 1948 se eligió a la dirección de la internacional, encabezada por el griego Michel Pablo y el belga Ernest Mandel. Moreno la definió como una dirección inexperta, impresionista, formada en ámbitos intelectuales y no en la lucha de clases y sostuvo duras polémicas con ella.
Pablo y Mandel comenzaron a imponer una línea de permanente capitulación a los partidos comunistas que seguían al aparato de la URSS encabezado por Stalin y a los nacionalismos burgueses en Latinoamérica, Asia y África, como así también posteriormente al castrismo. Moreno alertó que esa orientación oportunista llevaba a renunciar a la construcción de partidos revolucionarios y al hundimiento de la Internacional e hizo especial hincapié en los setenta en la polémica con la política de elevar la táctica de la guerrilla, que se había mostrado como correcta para la revolución cubana, al plano estratégico, planteando que había impulsar la guerrilla en todos los países de Latinoamérica. Moreno sostuvo que este planteo llevaría al desastre a generaciones enteras de luchadores y sería contraproducente para el desarrollo de la revolución latinoamérica. Seguía los consejos de Lenin, quien había planteado que había que ser firmes en los principios y en el programa revolucionario y flexible en la tácticas, acoplándose a las formas de lucha que de la clase obrera y los sectores populares en cada parte del mundo.
La necesidad de partidos revolucionarios y la Cuarta
Pasaron más de treinta años del fallecimiento de Moreno y el capitalismo sigue aún sumido en una crisis crónica. Ante sus nefastas consecuencias millones en el mundo se levantan y protagonizan heroicas rebeliones y revoluciones. Las luchas de la clase obrera y los pueblos logran, muchas veces, enormes triunfos. Pero a pesar de ellas, el capitalismo aún no ha caído. Es que al frente de estas luchas surgen direcciones que dicen que existe una salida a la crisis en los marcos del capitalismo, como las experiencias ya fracasadas del falso “socialismo del siglo XXI” de Chávez, Evo o Lula. Frente a ellas es necesario recordar las enseñanzas de Moreno, quien afirmaba que no hay salida de fondo si la clase trabajadora no toma el poder, expropia a la burguesía y al imperialismo y comienza a construir el socialismo. Y que esta no es una tarea nacional, sino que forma parte de algo mucho más grande, la revolución socialista internacional.
Por eso sigue vigente el desafío de construir un partido y también una internacional revolucionarios. Esta la inmensa tarea que continuamos impulsando desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores–Cuarta Internacional.
En agosto de 1985, en un reportaje, Moreno resumió las definiciones centrales del trotskismo, destacándose la necesidad de construir partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional. Este es uno de los legados por el que continuamos batallando desde Izquierda Socialista y la UIT-CI.
“[Ser trotskista] significa defender las posiciones de principio del socialismo, del marxismo. […] En el aspecto positivo, ser trotskista es responder a tres análisis y posiciones programáticas claras. La primera, que mientras exista el capitalismo en el mundo o en un país, no hay solución de fondo para absolutamente ningún problema: empezando con la educación, el arte y llegando a los problemas más generales del hambre, de la miseria creciente. Unido a esto, aunque no es exactamente lo mismo, el criterio de que es necesaria una lucha sin piedad contra el capitalismo hasta derrocarlo, para imponer un nuevo orden económico y social en el mundo, que no puede ser otro que el socialismo. Segundo problema, en aquellos lugares en donde se ha expropiado a la burguesía (hablo de la URSS y de todos los países que se reclaman del socialismo), no hay salida si no se impone la democracia obrera. El gran mal, la sífilis del movimiento obrero mundial es la burocracia (…) Y la tercera cuestión, decisiva, es que es el único consecuente con la realidad económica y social mundial actual, cuando un grupo de grandes compañías trasnacionales domina prácticamente toda la economía mundial. A este fenómeno económico social hay que responderle con una organización y una política internacional. […] Para eso, es necesario retomar la tradición socialista de la existencia de una internacional socialista, que encare la estrategia y la táctica para lograr la derrota de las grandes trasnacionales que dominan al mundo entero, para inaugurar el socialismo mundial. […] Por eso, la síntesis, del trotskismo hoy día es que los trotskistas son los únicos en el mundo entero que tienen una organización mundial (pequeña, débil, todo lo que se quiera) pero la única internacional existente, la Cuarta Internacional, que retoma toda la tradición de las internacionales anteriores y la actualiza frente a los nuevos fenómenos, pero con la visión marxista: que es necesaria una lucha internacional.”
Entre mayo de 1973 y junio de 1974 el peronismo tuvo tres presidentes. Con Cámpora se vivió una “primavera” democrática animada,
sobre todo, por la Juventud Peronista, gobierno que, tras 49 días, fue derrocado por un golpe palaciego. Entre julio y octubre hubo un
gobierno interino que abrió el paso a la presidencia de Perón quien la ejerció hasta su muerte.
Fueron trece meses de movilizaciones obreras y populares que denotaban el vigor del ascenso abierto con el Cordobazo. En contraparte, las fuerzas del Gran Acuerdo
Nacional ―los partidos patronales y la burocracia sindical― intentaban enchalecar las luchas con el “Pacto Social”, apoyándose en las esperanzas populares y, también, en la
represión: en Ezeiza se masacra a los que reciben a Perón, el propio Líder insulta y echa a la JP de la Plaza de Mayo y comienzan a actuar las Tres A, que amenazan y
asesinan militantes sindicales y de izquierda.
Este segundo tomo de la Historia del PST describe esos acontecimientos y explica la política de la única organización que supo oponerse al peronismo y, a la vez, enfrentar la política de las corrientes guerrilleras desde una posición de independencia de clase. La política y la importancia del PST suelen ocultarse. Este libro ayuda a esclarecerlas y resulta un aporte fundamental tanto para quienes buscan la verdad como para las nuevas generaciones de luchadores socialistas.
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Este libro del historiador Ricardo de Titto es una muy documentada historia del partido trotskista que se fundó en 1972. Se unificaban el PRT-La Verdad encabezado por Nahuel Moreno y la corriente de Juan Carlos Coral del socialismo. El primer tomo arranca con el Cordobazo de 1969 y culmina con el triunfo presidencial del peronista Cámpora.
Escribe: Mercedes Petit • Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
En la abundante producción de libros sobre la década de los setenta es hasta ahora muy escasa la que reconstruye de manera fidedigna y ampliamente documentada la trayectoria y actividad del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Este hecho da cuenta de la importancia de esta publicación, que seguramente dará claridad e información sobre la actividad y trayectoria de la corriente que impulsó hasta su muerte Nahuel Moreno. También será un aporte para el debate serio y documentado en relación a las políticas y metodologías que estaban en juego en aquellos años entre los luchadores y las distintas organizaciones de izquierda y revolucionarias.
Para ubicar esa trayectoria, el primer capítulo presenta un rápido vistazo sobre los orígenes de la corriente del trotskismo que llamamos el “morenismo” desde su fundación en 1943-44.
Develando nuestra historia
Dice el autor en sus palabras iniciales: “Mucho se ha escrito sobre aquellos tiempos [los setenta] pero muy poco −casi nada− sobre el gran partido socialista y revolucionario que, como embrión, se gestó en esos años. Desde una visión interesada, la escuela mal llamada `revisionista´ –toda la historiografía lo es, por naturaleza−en efecto, ha recogido con pompas y redobles el estruendo de las bombas y la magnificencia –o `inteligencia´− de las operaciones guerrilleras elaboradas en el extremo cuidado de la máxima clandestinidad y realizadas por `grupos operativos´, `batallones´ y demás creaciones artificiales que nada tenían que ver con la realidad de los trabajadores que cada mañana concurrían a su fábrica u oficina a marcar tarjeta, cumpliendo con la rutina de su gris trabajo diario.
“Muy otra es `nuestra´ historia. Los militantes de la Juventud Socialista de Avanzada o del PST se ponían contentos con entrar a trabajar a una fábrica grande –recuerdo todavía el grito de un gran amigo cuando, en plena clandestinidad, le llegó el telegrama de `la Mercedes´ para que se presente en la planta de González Catán− o por el hecho de tomar contacto con un dirigente sindical `independiente´ o con un genuino luchador peronista que empezaba a comprar Avanzada Socialista o se acercaba a una charla en el local.
“Era así de sencillo aunque sea difícil de comprender a la distancia. A los `troscos´ no nos movía un pelo el asesinato de un militar, empresario, dirigente político notable o burócrata sindical –ni que fuera el propio Rucci− aunque los detestáramos. Para nosotros no se trataba en absoluto de rencores o vendettas personales. Es más, a veces nos daban mucha bronca esas `acciones´ de `guerra de bolsillo´ que a nada conducían más que a alimentar y pretextar la represión que, por lo común, solía descargarse sobre quienes vivían en el mundo real o en quienes militaban en las fábricas y universidades. Sí, en aquellos años de la primera mitad de los setenta había militantes, como los del PRT-La Verdad y, luego, el PST, que creían en las ideas y el programa, en la política y en los trabajadores, sus acciones, sus huelgas, las asambleas obreras, el debate democrático; y otros, que creían en la eficacia de los `ejércitos´ de pequeños grupos, los secuestros extorsivos y el valor intrínseco de las balas y las bombas porque estaban convencidos de que `el poder nace de la boca del fusil´.”
El glorioso PST y el combate político con el peronismo
Desde sus orígenes, el “morenismo” tuvo un hilo conductor: insertarse en la clase obrera que comenzaba a ser ganada por el peronismo para, combatiendo posiciones oportunistas y sectarias, construir un partido revolucionario. Por eso el autor aclara que el marco fundamental de su obra está dado “por el combate político con el peronismo y todas sus alas (en particular, la encarnada por la Juventud Peronista o el peronismo `combativo´ que promovía el `socialismo nacional´) para luchar por la independencia política de los trabajadores, por la movilización como `el único camino´ –así decía una canción partidaria− y el socialismo con democracia obrera en la Argentina y todo el mundo como objetivo irrenunciable. […] Como dos caras de una misma política de impulsar la organización del activismo para la lucha −y ser animadores de la constitución de un movimiento sindical clasista− y, en otro plano, convocar a formar un polo obrero y socialista, el PST perseguía una sola estrategia: facilitar la organización y movilización independiente de los trabajadores.”
Para eso presenta así su libro: “Este trabajo es, en resumen, un aporte para develar la historia del Partido Socialista de los Trabajadores desde su embrión, el PRT-La Verdad, intencionadamente escondida y disimulada por todas las tendencias historiográficas vigentes. Tampoco de modo alguno intenta hacer las veces de registro único de esa extraordinaria experiencia política y organizativa.” Sepa el lector evaluar si se han cumplido estos objetivos.
1. Historiador y ensayista. Tiene más de veinte libros publicados sobre historia argentina y americana. Algunas de sus obras son La joya más preciada, Yo, Sarmiento y Las dos independencias argentinas. En 2012 escribió la presentación de Método para la interpretación de la historia argentina, de Nahuel Moreno, reeditado por El Socialista.
2. Además de las citas con sus fuentes que están incluidas en el texto, hay un extenso anexo documental que se puede consultar en www.historiadelpst.nahuelmoreno.org
3. Para esa trayectoria véanse los cuatro tomos de El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, coordinados por Ernesto González.
El libro da cuenta de aquella polémica sobre cómo responder a la “trampa” electoral montada por Lanusse, Perón y Balbín para desviar las luchas obreras y populares iniciadas a partir de 1969 y el Cordobazo. Participando en los conflictos obreros y los “azos”, la militancia logró hacer las miles de afiliaciones a nivel nacional que permitió la inscripción legal del PST. Se pudo así postular electoralmente a dirigentes y activistas obreros y luchadores populares y el lema fue “no vote patrones, ni militares, ni dirigentes vendidos, vote candidatos obreros”.
El principal vocero y orador fue el dirigente socialista y ex diputado nacional Juan Carlos Coral. Recorrió el país hablando sin descanso en actos grandes y pequeños, en todas las tribunas. El libro recuerda su habilidad como polemista serio y afilado para responder en los medios y desarrollar la propaganda partidaria. Hubo en la televisión (en blanco y negro) un programa que impactó. Coral era el entrevistado por el periodista Raúl Urtizberea, de estilo rápido y provocador, que hacía de “abogado del diablo”. Era en horario central y con gran audiencia y se llamaba “El pueblo quiere saber”.
“Sentado en un sillón rotativo, el entrevistado respondía a un panel que lo rodeaba de modo circular. En un momento, una persona sentada a la derecha del que había preguntado antes le formula una pregunta y, para sorpresa de Urtizberea, el ingenioso Coral giró su sillón dando casi una vuelta completa de 360 grados, al revés del sentido de donde estaba el preguntador. El conductor se sorprendió y le preguntó: `Por qué hizo toda esa vuelta, Coral´. Y el candidato del partido, con una sonrisa canchera le respondió: `Es que yo siempre giro a la izquierda´.”
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