El gobierno catalán no convocó a movilizar, ni llamó a ningún tipo de resistencia e incluso dijo que “acataba” la intervención, mientras, el máximo dirigente de la recién fundada República de Catalunya, Carles Puigdemont, huía a Bélgica y posteriormente se entregaba a la policía. Pese a eso fueron encarcelados once altos funcionarios. Todos fueron acusados de “rebelión” y expuestos a largas condenas de cárcel.

La renuncia al gobierno de Puigdemont expresa la dualidad de la burguesía catalana a la que responden Puigdemont y su partido, que nunca estuvo dispuesta a una lucha real, ni a defender la independencia y la república, sino solo a un forcejeo burocrático y tratar de frenar el reclamo popular. Pero fueron la movilización popular y la crisis política y económica del Estado Español, las que obligaron a ir más lejos y proclamar la república. Solo que ahora no están dispuestos a defenderla ni a hacerla efectiva más allá de su proclamación formal.

Por su parte, los grandes capitalistas catalanes mudaron la sede de 1.500 de las mayores empresas fuera de Cataluña. Y los poderes capitalistas internacionales, comenzando por Donald Trump y la Unión Europea, se pronunciaron casi unánimemente por “la unidad de España”, es decir contra la República de Cataluña. Evidentemente esto y la presión de los grandes capitalistas, determinaron la actitud de Puigdemont.

Todo esto significa que la lucha por expulsar los ocupantes enviados por el Estado Español, liberar a los presos políticos y hacer efectiva la República Catalana solo descansa en los trabajadores, estudiantes y sectores populares; en la solidaridad del resto del Estado Español, que sufre el ajuste capitalista antipopular y al estado monárquico heredado del franquismo igual que los catalanes, y en la solidaridad internacional de los trabajadores y oprimidos.