May 04, 2024 Last Updated 3:08 PM, May 3, 2024

Izquierda Socialista

Taras Bilous es un joven historiador y activista socialista del Movimiento Social ucraniano y editor de la revista Commons. Publicamos su “Segunda carta a la izquierda occidental” en la que le reclama y argumenta la necesidad de solidaridad con la resistencia del pueblo ucraniano contra la invasión rusa.

Por Taras Bilous*, para vientosur.info

Traducción de Viento Sur

No podemos saber cómo se desenvolverá Ucrania después de la guerra. Lo que sí sabemos es que las consecuencias serán terribles si vence Rusia.

Hace dos meses, cuando escribí “Carta a la izquierda occidental desde Kyiv”, esperaba que el estupor causado por la invasión rusa y las voces de la izquierda ucrania llevaran a la izquierda occidental a reconsiderar su enfoque. Lamentablemente, muchos sectores no lo han hecho. En sus análisis de la guerra, la población ucrania es una víctima que precisa ayuda humanitaria y nada más, en vez de un sujeto con deseos que deberían respetarse.

Claro que esto no se refiere a todos los componentes de la izquierda, ni mucho menos. Los partidos de izquierda escandinavos y los de Europa Oriental han escuchado a la gente ucrania y apoyan el suministro de armas a Ucrania. Se observa cierto progreso entre las y los socialistas estadounidenses, pero por desgracia ni siquiera una declaración conjunta de socialistas ucranios y rusos ha convencido a suficientes personas para que respalden el apoyo militar. Permitidme dirigirme una vez más a la izquierda.

¿Una guerra justa?

Comencemos abordando una cuestión muy común: ¿Por qué se presta tanta atención y tanta ayuda a Ucrania, mientras que no se hace lo mismo con otros conflictos armados en el mundo? En primer lugar, ¿son las consecuencias potenciales de la guerra razón suficiente para prestarle más atención? ¿Cuándo fue la última vez que el mundo se hallaba tan cerca de la amenaza de una guerra nuclear? En segundo lugar, admito que a otros conflictos no se les presta suficiente atención. Como he escrito anteriormente, el hecho de que Europa haya tratado a las personas refugiadas ucranias mucho mejor que a sus homólogas sirias y afganas se debe al racismo. Es un buen momento para criticar las políticas migratorias y señalar que la ayuda prestada a la gente refugiada ucrania debería concederse a todas las personas refugiadas, vengan de donde vengan.

Recuerdo otro conflicto armado en que partes de la izquierda aplaudían a sus chicos buenos (y chicas) y les prestaban una atención desmesurada en comparación con otros conflictos armados: Rojava. Ucrania no es Rojava, y podemos enumerar muchas quejas con respecto a las políticas internas y exteriores de Zelensky. Ucrania no es ni siquiera una democracia liberal clásica: aquí, todos los presidentes tratan de amasar tanto poder como sea posible con mecanismos informales, el parlamento promulga leyes inconstitucionales y a menudo se violan los derechos y libertades de la ciudadanía. Incluso durante la guerra, el gobierno ucranio ha aprobado una ley que recorta derechos laborales. En este sentido, no es muy distinta del resto de Europa Oriental.

¿Significa esto que el pueblo ucranio debería deponer las armas? En mi opinión, la respuesta es evidente: decidí enrolarme en las Fuerzas de Defensa Territorial nada más comenzar la guerra, y no soy el único, ni mucho menos. Anarquistas de Ucrania, Bielorrusia e incluso unos pocos de Rusia luchan actualmente en la Defensa Territorial o colaboran con ella. No les gusta Zelensky ni el Estado ucranio, la policía los ha detenido repetidamente en algunas manifestaciones (también a mí) y algunos anarquistas extranjeros han sido objeto de intentos de deportación por parte de los servicios especiales. A pesar de todo, fuimos a la guerra. Puede que penséis que estos no son verdaderos anarquistas, o tal vez podáis plantearos que nosotros sabemos algo sobre Europa Oriental que se os escapa.

Soy socialista y no pienso que haya que defender al propio país en cualquier guerra defensiva. Esta decisión debería depender de un análisis de las fuerzas participantes, la naturaleza social de la guerra, los sentimientos de la población, el contexto general y las consecuencias potenciales de diferentes resultados. Si Ucrania estuviera gobernada por una junta fascista y la situación fuera la que describe la propaganda rusa, yo también condenaría la invasión, pero no me uniría al ejército. En esa situación sería más apropiado impulsar una lucha guerrillera independiente. Hay otras invasiones, como la que llevó a cabo EE UU en Afganistán o Irak, que es preciso condenar, pero ¿habría sido correcto luchar en defensa de los regímenes de los taliban o de Sadam Husein? Lo dudo. ¿Vale la pena proteger la democracia muy imperfecta de Ucrania frente al régimen parafascista de Putin? Sí.

Sé que a muchas personas no les gustan estos planteamientos. Después de 2014, cuando en Ucrania se hizo popular tildar a Putin de fascista, critiqué esta opinión. Sin embargo, en los últimos años el régimen de Putin se ha vuelto cada vez más autoritario, conservador y nacionalista, y tras la derrota del movimiento antiguerra, su transformación ha dado otra vuelta de tuerca. Intelectuales de izquierda rusos como Greg Yudin e Ilya Budraitskis piensan que el país está evolucionando hacia el fascismo.

En muchos conflictos armados es correcto propugnar la diplomacia y el acuerdo. En muchos casos de conflictos étnicos, las corrientes internacionalistas no deberían tomar partido. Pero esta guerra no va de esto. A diferencia de la guerra en Donbás en 2014, que era una cuestión complicada, la naturaleza de la guerra actual es simple. Rusia libra una guerra imperialista agresiva; Ucrania libra una guerra popular de liberación. No podemos saber cómo se desenvolverá Ucrania después de la guerra, pues eso depende de toda una serie de factores. Pero sí podemos dar por seguro que si gana Ucrania habrá alguna oportunidad de un cambio progresista. Si vence Rusia, las consecuencias serán terribles. Esta es la razón principal para apoyar a la resistencia ucrania, inclusive con ayuda militar.

La extrema derecha ucrania

Puede que alguien se plantee otra pregunta: ¿Qué decir de la extrema derecha ucrania? En los debates más razonables sobre esta cuestión, un bando siempre destaca el escaso apoyo electoral con que cuenta la extrema derecha y su nula representación parlamentaria, mientras que el otro bando insiste en que, debido a su infiltración en ciertos aparatos del Estado y su participación activa en las manifestaciones callejeras, la extrema derecha ejerce una influencia desproporcionada en la política ucrania. Ambas afirmaciones son ciertas, pero hay un hecho importante que ambos bandos suelen pasar por alto: la influencia desproporcionada de la extrema derecha se basó en gran parte en la debilidad de la sociedad civil y del Estado, no en su fuerza.

La presencia de la extrema derecha se observa en toda Europa Oriental, aunque la dinámica varía de un país a otro. A finales de la década de 2000, la extrema derecha rusa sembró el terror en las calles, con bombardeos, pogromos y otros ataques letales. Tras los disturbios de la plaza Maneshnaya en 2010, el Estado ruso decidió intervenir y miembros de la extrema derecha rusa huyeron del país o fueron encarcelados. Algunos se refugiaron en Ucrania, que era un lugar seguro, en particular porque el aparato represivo del Estado ucranio es mucho más débil. (La debilidad relativa del Estado también fue la razón principal del éxito de las manifestaciones de masas en Ucrania en comparación con las de Bielorrusia, donde les manifestantes se enfrentaban a la detención arbitraria y la tortura, o las de Kazajistán, donde las fuerzas de seguridad respaldadas por Rusia practicaron una represión mortal.)

En los últimos años, las fuerzas de la extrema derecha en Ucrania han estado sometidas a nuevas pruebas. Desde la revuelta de Maidán, el desarrollo de una sociedad civil liberal ha alterado el equilibrio de fuerzas en la calle. Hasta hace poco no había una divisoria clara entre la extrema derecha y otros grupos políticos, pero esto también está cambiando gradualmente gracias al ascenso del movimiento feminista y LGTB, que se oponen a los radicales de derechas. Finalmente, gracias a la campaña contra la deportación del anarquista bielorruso Aleksey Bolenkov y a la protección del distrito de Podil frente a la extrema derecha en Kyiv el año pasado, hemos asistido a un resurgimiento del movimiento antifascista en las calles.

Desde 2014, la extrema derecha ha compensado sus fracasos electorales reforzando su presencia en las calles y su alianza con los liberales, que se formó durante los años de lucha contra el régimen de Yanúkovich. Sin embargo, esta unión empezó a resquebrajarse gradualmente después de que Zelensky accediera al poder en 2019. La extrema derecha, en particular el movimiento Azov, estaba en crisis, y tras el cese del ministro de Interior, Arsen Avakov, a quien se consideraba el patrón de Azov, el aparato de Estado comenzó a tratarlo con más frialdad.

Por supuesto, la guerra ha alterado todo, y lo que vaya a ocurrir a continuación depende de muchos factores. La participación de la extrema derecha ucrania en la guerra actual es menos importante que en 2014, con una excepción evidente: el Regimiento Azov. Pero no todos los integrantes de este regimiento son de extrema derecha, y al estar integrado en la Guardia Nacional y las fuerzas armadas, ejecutan las órdenes del alto mando. E incluso el Azov no es más que una pequeña parte de la resistencia ucrania. Por consiguiente, no hay motivo para suponer que la guerra actual impulsará el ascenso de la extrema derecha tanto como sucedió con la guerra en Donbás.

Hoy por hoy, la principal amenaza para la población de Ucrania no es la extrema derecha ucrania, sino los ocupantes rusos. Esto incluye a grupos que en años recientes han sido atacados a menudo por la extrema derecha, como las comunidades gitanas y las personas LGTB, que también participan activamente en la resistencia ucrania. También se aplica a la gente que reside en Donbás. La propaganda rusa ha utilizado hipócritamente a las personas residentes de Donbás para justificar la invasión, acusando a Ucrania de “genocidio”, mientras el ejército ruso arrasa completamente las ciudades de la región. Mientras aquí la gente hace largas colas para enrolarse en la Defensa Territorial ucrania, en la parte de Donbás controlada por Rusia capturan a los hombres en plena calle, los incorporan a filas a la fuerza y los lanzan a la batalla, sin haber recibido instrucción, como carne de cañón.

Conflicto interimperialista

Otro argumento común que se esgrime contra la resistencia ucrania es que se trata de una guerra subsidiaria entre Occidente y Rusia. Todo conflicto militar es polifacético, y uno de los componentes de la contienda actual es un conflicto interimperialista. Pero si esto bastara para calificarla de guerra subsidiaria, prácticamente todos los conflictos armados en el mundo son guerras subsidiarias. En vez de debatir sobre el término, es más importante analizar el grado de dependencia de Ucrania con respecto a Occidente y comprender los objetivos de los dos campos imperialistas.

Ucrania es mucho menos subsidiaria de Occidente que lo que fueron las fuerzas kurdas con respecto a EE UU en su lucha heroica contra el Estado Islámico. Por otro lado, ser subsidiario no significa ser un títere: se trata de fuerzas locales que reciben apoyo militar de otros países. Tanto estos como aquellas tienen sus propios intereses, que pueden coincidir solo en parte. Y del mismo modo que la izquierda apoyó a les combatientes de Rojava a pesar de que las fuerzas kurdas de Siria recibían ayuda militar estadounidense, la izquierda debería apoyar al pueblo ucranio. La política socialista relativa a los conflictos armados debería basarse en el análisis de la situación sobre el terreno y no en la cuestión de si una potencia imperialista apoya a un bando u otro.

En los últimos meses, algunas personas de izquierda han recurrido a la historia de la primera guerra mundial para defender que las corrientes socialistas no deberían apoyar a ningún bando en los conflictos interimperialistas. Sin embargo, la segunda guerra mundial también fue una contienda interimperialista. ¿Significa esto que no había que apoyar a ningún bando en esa guerra? No, porque el conflicto interimperialista solo era una dimensión de la guerra.

En un artículo anterior recordé que muchos representantes de movimientos anticoloniales no quisieron luchar por sus colonizadores durante la segunda guerra mundial, y uno de los líderes del Congreso Nacional Indio, Chandra Bose, incluso colaboró con la Alemania nazi. Pero también vale la pena citar las palabras de Jawaharlal Nehru: en el conflicto entre el fascismo y la democracia debemos estar inequívocamente de parte de esta última. También vale la pena mencionar que el más coherente de los líderes del Congreso Nacional Indio que apoyaron a los Aliados en la guerra fue M.N. Roy, su miembro ubicado más a la izquierda. Claro que esto no significaba que Roy decidiera de pronto apoyar al imperialismo británico. Del mismo modo, apoyar la lucha contra el imperialismo ruso no implica apoyar al imperialismo estadounidense.

Por supuesto, la situación actual es distinta. La participación directa de otros países en la guerra no haría más que agravar la situación. No obstante, las corrientes socialistas deberían apoyar la presión económica sobre Rusia y exigir sanciones más severas y el embargo del petróleo y el gas rusos. Muchas sanciones que se aplican actualmente están destinadas a debilitar la industria militar rusa y mermar así la capacidad de Rusia para seguir combatiendo. La izquierda también debería apoyar el bloqueo de las importaciones de petróleo y gas de Rusia, incrementando así la presión económica sobre Putin para que ponga fin a la guerra.

Puede que EE UU haya aprendido su lección por el ridículo que ha hecho en Irak y Afganistán. Rusia tiene que aprender ahora su propia lección, y cuanto más contundente sea, mejor. La derrota en la guerra ha provocado revoluciones en repetidas ocasiones, incluso en Rusia. Después de que esta perdiera la guerra de Crimea en 1856, el imperio ruso abolió finalmente la esclavitud. La primera revolución rusa de 1905 se produjo poco después de la derrota de Rusia en la guerra con Japón. La derrota en Ucrania podría desencadenar otra revolución. Mientras Putin esté en el poder, cualquier cambio progresista en Rusia y en la mayoría de Estados postsoviéticos será casi imposible.

Los países occidentales comparten responsabilidad por esta guerra. El problema es que muchas personas de la izquierda radical critican a esos países por motivos equivocados. En vez de criticar el suministro de armas a Ucrania, deberían criticar el hecho de que incluso después de la anexión de Crimea y la invasión de Donbás, algunos Estados miembros de la Unión Europea siguieron vendiendo armas a Rusia. Esto no es más que un ejemplo. La responsabilidad por esta decisión recae en los gobiernos occidentales, no en la izquierda. Sin embargo, en vez de tratar de cambiar la situación a mejor, buena parte de la izquierda trata neciamente de empeorar las cosas todavía más.

El pueblo ucranio es muy consciente de que la guerra es terrible. Esta no es nuestra primera guerra. Hemos estado viviendo durante años con un conflicto abierto en Donbás. En esta guerra estamos sufriendo importantes pérdidas, y seguiremos sufriendo si la guerra se prolonga. Nos corresponde decidir qué sacrificios queremos hacer para ganar la guerra y qué concesiones debemos hacer para poner fin a la muerte y la destrucción. No entiendo por qué el gobierno de EE UU está de acuerdo con esto mientras que buena parte de la izquierda prefiere adoptar un enfoque más imperial, exigiendo que Occidente decida por nosotras y nosotros.

Hasta ahora, el Kremlin no se ha mostrado dispuesto a hacer concesiones serias. Espera que nos rindamos. El pueblo ucranio no aceptará el reconocimiento de sus conquistas territoriales. Hay quienes alegan que el suministro de armas a Ucrania prolongará la guerra e incrementará el número de víctimas. De hecho, es la falta de suministros la que tendrá este efecto. Ucrania puede ganar y su victoria es lo que debería propugnar la izquierda internacional. Si triunfa Rusia, creará un precedente para la redefinición por la fuerza de las fronteras estatales y empujará al mundo hacia la tercera guerra mundial.

Yo me hice socialista en gran parte bajo la influencia de la guerra en Donbás y cuando me di cuenta de que solo superando el capitalismo tendremos la posibilidad de vivir en un mundo sin guerras. Pero nunca lograremos este objetivo si postulamos la no resistencia a la intervención imperialista. Si la izquierda no adopta la postura correcta ante esta guerra, se desacreditará y marginará. Y tendremos que luchar durante mucho tiempo para superar las consecuencias de esta necedad. (Publicado en Dissent, 4-5-2022: https://www.dissentmagazine.org/online_articles/self-determination-and-the-war-in-ukraine)

Sri Lanka: gran rebelión popular

En esta isla, ubicada al sudeste de la India, con 21 millones de habitantes, el gobierno de Gotabaya Rajapaksa venía hambreando al pueblo para cumplir con los vencimientos de una deuda externa con China, India, Japón y el Banco Mundial, de 54.000 millones de dólares (el 102% de su PBI). El país ya no tiene cómo pagar sus importaciones de combustibles, alimentos y medicinas.
El pasado 28 de abril estalló la rebelión popular con huelga general y manifestaciones que llegaron a tomar la residencia presidencial. Un operativo militar rescató al presidente y su hermano primer ministro. Este último renunció. Pero la movilización continúa, exigiendo la renuncia del presidente, símbolo de la corrupción, el saqueo capitalista y la entrega a las transnacionales extranjeras, principalmente chinas.

Panamá: marcha de trabajadores y estudiantes contra brutal ajuste

Organizaciones populares, sindicales y estudiantiles panameñas, realizaron el 18 de mayo una gran marcha contra el brutal ajuste que el gobierno de Laurentino Cortizo y el PRD Torrijista viene aplicando, en el marco de la crisis económica que afecta al país, agravada por los efectos de la pandemia. El aumento del precio de los combustibles hizo aumentar todos los bienes de primera necesidad. Propuesta Socialista (organización de la UIT-CI), plantea que la crisis deben pagarla las empresas multinacionales y nacionales que han tenido grandes ganancias en medio de la pandemia.

¡Repudiamos el asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh!

El pasado miércoles 11 de mayo el ejército israelí asesinó a balazos a la periodista Shireen Abu Akleh, que trabajaba para el canal qatarí Al Jazeera. Se encontraban cubriendo el ataque en un campo de refugiados en Jenin, Cisjordania. Shireen, es una nueva víctima del genocidio que viene ejecutando el Estado de Israel sobre el pueblo palestino. Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional, repudiamos este criminal asesinato y hacemos responsable al Estado genocida de Israel. ¡Abajo la ocupación sionista! ¡Por una Palestina única, laica, democrática y no racista!

Trabajadores de salud pública nucleados en ASSPUR (Asociación Sindical de Salud Pública de Río Negro) se movilizaron nuevamente este martes con paros totales, retenciones y cortes de ruta en toda la provincia, solo atendiendo las guardias mínimas y urgencias; en rechazo al aumento a los estatales del 32% en cuotas pactado el martes pasado en la Mesa de la Función Pública entre el gobierno de Juntos Somos Río Negro y los sindicatos estatales burocráticos de ATE y UPCN.

Tras varias semanas de movilizaciones y medidas de fuerza, destacándose el acampe de 48 hs en la capital provincial y la movilización hasta el Ministerio de Economía donde estaba reunida la mesa paritaria, los agentes de la salud fueron agredidos, golpeados y expulsados por la patota de ATE, hecho que generó un fuerte repudio y rechazo en los trabajadores que ya no se sienten representados por este gremio.

Se realizaron cortes de ruta parciales y totales en Viedma, San Antonio Oeste, Ingeniero Jacobacci, Alto Valle en Chichinales, en la ruta 40 en Bariloche, en El Bolsón, en el Alto Valle Oeste en Cinco Saltos y en el Valle Medio en Choele Choel, entre las 10 y 13 hs.

Con más de dos años de pandemia encima, los trabajadores de la salud nucleados en ASSPUR-Fesprosa, exigen un verdadero aumento salarial que cubra la canasta básica que está alrededor de los $144.000, que de no ser por las guardias, la mayoría no llega a fin de mes, recuperar el poder adquisitivo, que desde enero hasta la fecha fue de un 13,1 % con una inflación del 23,1 % a la que el secretario general de ATE, Rodrigo Vicente, respaldó porque es el mínimo aumento que pretendían según la inflación. ¿De que inflación habla? Porque la inflación anual está prevista en un 70 a 80%, y ya se comió todos los aumentos.

La participación sectorial en la mesa salarial, el rechazo al pago de las sumas en negro, su incorporación al básico y una ley de insalubridad son las demás exigencias que reclaman los hospitalarios.

Repudiamos el violento accionar de ATE que actuó como grupo de choque del gobierno de Arabela Carreras, dándole la espalda a los trabajadores.

Apoyamos esta justa lucha de salud pública, que marca el camino a seguir por las conquistas salariales y laborales. Basta de burocracia sindical, por gremios democráticos, independientes, combativos y de los trabajadores.
Por una salud pública gratuita y de calidad para todos.

Izquierda Socialista Neuquén-Río Negro

 

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Desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad repudiamos a la patota de la UOM Ushuaia del burócrata Tapia, contra los y las compañeras de Movimiento Barrios “Luis Torres”.

Es evidente que la burocracia no quiere que se siga el ejemplo de bases metalúrgicas de Río Grande, que impusieron en asambleas un paro por tiempo indeterminado para luchar por un salario que no esté por debajo de la canasta familiar. Hicieron piquetes en todas las plantas y lograron un gran triunfo. Por eso, la reacción de la burocracia agrediendo a los y las compañeras que llevaron un volante llamando a luchar para conseguir lo mismo que en Río Grande.

Llamamos a las bases metalúrgicas de Ushuaia a organizarse, hacer asambleas y exigir que se luche por la mejora salarial, e incluir en los reclamos la recuperación de Ambassador de Ushuaia y Digital Fueguina de Río Grande, que vienen luchando en defensa de las fuentes de trabajo.

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No por repetido deja de ser dramático: la plata no alcanza. Eso está en todas las conversaciones de las y los trabajadores y demás sectores populares. Los salarios, las jubilaciones, cualquier ingreso se diluye como arena entre las manos frente a la inflación. Al mismo tiempo se incrementan la pobreza y la indigencia. Al drama de los que no tienen trabajo, se suman los millones que sí lo tienen, pero están precarizados, tercerizados o en negro, cobrando salarios por debajo de la canasta de pobreza. Esta semana decenas de miles se están movilizando en todo el país con la Marcha Federal Piquetera, reclamando contra el congelamiento de los planes sociales y por trabajo genuino.

La imágen que da el gobierno es de estar absolutamente en otra cosa. Muy lejos de las reales preocupaciones del pueblo trabajador. El Frente de Todos sigue inmerso en una crisis política cada vez más profunda. Alberto Fernández trata de alejarse del “fuego amigo” que le lanza Cristina desde su propio espacio, poniendo distancia, y viajando a Europa en una gira improvisada y armada en un par de días. En el país queda el ministro de Economía Martín Guzmán, cuyas tareas en los últimos días consisten en hacer un raid, recorriendo todos los foros empresarios. Si la semana pasada, el dato estrella fue su presencia en la cumbre del Llao Llao, esta vez se destacó en su reunión con la Amcham (Cámara de Comercio de Argentina y Estados Unidos). A esto se le sumó otra tarea: atender a la primera visita de inspección del FMI sobre los números de nuestro país. Para que no se notara tanto la entrega, Guzmán negoció que la misión del Fondo no venga presencialmente a nuestro país y se haga virtualmente.

El otro componente del Frente de Todos, el peronismo kirchnerista, dio un nuevo salto en su “crítica” retórica contra el gobierno con el discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández al recibir el título de doctora honoris causa en la Universidad del Chaco Austral. A ello se sumaron Máximo y los bloques de diputados y senadores kirchneristas, con una andanada de medidas supuestamente “progresistas” (aunque luego cuando las desmenuzamos nos damos cuenta que no lo son). Pero la realidad es que el kirchnerismo, más allá del palabrerío, no está dispuesto ni a organizar la lucha contra el ajuste, ni a presentar una alternativa política distinta al peronismo gobernante.

Juntos por el Cambio, por su parte, sigue inmerso en su interna. Continúan las disputas de cartel, y las peleas por el posicionamiento de los que aspiran a ser candidatos el año que viene. Pero, más allá de que esto da lugar a roces y matices políticos, hay algo en lo que todos, sin excepción, están de acuerdo: se autocritican de haber gobernado en 2015 sin avanzar con más profundidad y velocidad en aplicar el ajuste que planteaban. Lo sintetizó Horacio Rodríguez Larreta: “cuando ganemos hay que aplicar todas las medidas no en 100 días, sino en 100 horas”. Los libertarios de Milei y Espert le agregaron esta semana una marca más a su perfil de ultra reaccionarios: votaron en contra nada más ni nada menos que la ley de atención de VIH y otras enfermedades, que obtuvo media sanción debido a la movilización tenaz del movimiento de mujeres y disidencias.

Cristina dijo en su discurso en el Chaco que crece la “insatisfacción democrática”. Sin duda, pero lo que no dijo la vicepresidenta fue que ella, que gobernó, colaboró para que millones de pobres y marginados se “desencanten” de la democracia. Lo que Cristina llama la insatisfacción democrática no es otra cosa que la justa reacción popular ante decenas de años de gobiernos que suben al poder llenos de promesas, para dedicarse luego a administrar los respectivos ajustes.

Ni el Frente de Todos en el gobierno, en sus dos vertientes, “albertistas” o “cristinistas”, ni la oposición patronal de Juntos por el Cambio con su larga lista de candidatos, ni mucho menos la ultraderecha libertaria de Milei y Espert, ofrecen la más mínima solución ni perspectivas al drama que azota al pueblo trabajador. Hace falta algo totalmente distinto, un plan económico alternativo, obrero y popular, que ponga en marcha las medidas que se necesitan para resolver las más urgentes necesidades populares.

La primera acción, básica y fundamental, es dejar ya mismo de pagar la deuda externa y romper con el Fondo Monetario Internacional y su plan de ajuste. Esto, junto con imponer fuertes impuestos de verdad a las grandes riquezas, permitirá que exista el dinero que debe aplicarse a generar trabajo genuino, mediante un gran plan de construcción de viviendas populares; a aumentar los salarios y a mejorar la salud y la educación públicas. Ante el flagelo de la inflación hay que defender el poder adquisitivo del pueblo trabajador, otorgando un aumento para que nadie gane menos que el valor de la canasta familiar, calculado por los trabajadores de ATE Indec en 145.456 pesos, actualizado mensualmente por la inflación. Contra la realidad de las actuales jubilaciones de miseria, hay que dar un aumento para que ningún jubilado cobre menos que el valor de la canasta de la tercera edad (hoy en 92.000 pesos). Frente a la amenaza de nuevos tarifazos, hay que reestatizar las privatizadas, bajo gestión de trabajadores y usuarios. Ante la crisis energética que se viene para este invierno, la salida es una YPF 100% estatal y la recreación de una Gas del Estado que concentre la totalidad de ambos negocios, el gasífero y el petrolero. Ante la fuga de capitales y las maniobras con el dólar, se impone la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Todas estas medidas solo las plantea Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, que se postula para llevarlas adelante con un gobierno de los que nunca gobernaron, las y los trabajadores.

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