Todo cambió en mayo de 1968. Las barricadas se volvieron a alzar, como en las revueltas de 1830, en 1848 o en la Gloriosa Comuna Obrera de 1871. París se vistió de revolución, como en la ya lejana 1789 y en la mucho más cercana reconquista de la ciudad a los nazis en 1944. Toda la Francia oficial y “bienpensante” se puso en contra del alzamiento. Incluso, y principalmente, gente que era o decía ser “de izquierda” como el Partido Comunista Francés, que lanzaba diatribas todos los días desde su diario, Le Humanité.
Los estudiantes rechazaban los planes de estudio, el autoritarismo y a la “sociedad de consumo” capitalista, que los asfixiaba. El espontaneísmo, la democracia asamblearia y la acción directa se combinaban con la búsqueda de la unidad con la clase obrera y los anhelos de cambios de fondo en la sociedad. ¿Qué se pedía? Todo. Pero, por sobre todas las cosas, “abajo el capitalismo”, “que los obreros encabecen la lucha”.
Recién luego de la primer batalla campal en el Barrio Latino (predominantemente residencia de universitarios) del diez de mayo, y tras la feroz represión del gobierno, las centrales obreras, se vieron obligadas a convocar junto con las organizaciones estudiantiles a un paro de 24hs y una manifestación obrera para el 13 de mayo. Los estudiantes ocuparon las universidades donde cada vez eran más los jóvenes obreros que se sumaban.
Espontáneamente comenzó la ocupación de fábricas y la huelga general, que desborda a la CGT comunista. Las ocupaciones se extendieron a toda Francia con diez millones de trabajadores en huelga indefinida. Los estudiantes marchaban por miles hacia las fábricas a solidarizarse. El gobierno quedó paralizado, suspendido en el aire. Estaban de huelga el metro, correos, teléfonos, gasolineras, ferrocarriles, músicos de ópera, futbolistas, enfermeras, empleados de comercio, de los bancos... Se instaló de hecho un doble poder y los trabajadores cuestionaban quiénes eran los dueños del país.
El enfrentamiento del 24 de mayo marcó el punto culminante del ascenso insurreccional y a partir de ese momento el movimiento comenzó a retroceder, empujado por el creciente protagonismo del aparato de la CGT y el PC, que negociaban con el gobierno.
Los “acuerdos de Grenelle” firmados el 27, contemplaban aumentos del salario mínimo, aumento del 7% de los sueldos, reducciones en la jornada de trabajo, flexibilidad en la edad de retiro y pago de los días caídos. De todos modos, las bases obreras, que habían percibido que podían adueñarse de todo, en un primer momento los repudiaron, encabezados por la Renault. Pero el PCF y los socialistas fueron entregando la lucha acordando sector por sector, fábrica por fábrica, acordando con el gobierno. Los diez años de férreo “gaullismo”, sin embargo, quedaron heridos de muerte. Antes de cumplirse un año, el 28 de abril de 1969, De Gaulle perdió un referéndum y renunció a la presidencia.
Muchos hoy tratan de reducir el Mayo Frances a la “efervescencia juvenil de los sesenta”. Pero se trató de un proceso revolucionario enorme, que puso al gobierno contras las cuerdas y cuestionó al sistema capitalista de conjunto, pero que lamentablemente, no tuvo una dirección socialista revolucionaria con peso y a la altura del desafio de encauzar el proceso hacia la pelea por el poder político. Su magnitud movió el tablero mundial entero, y tuvo ecos en todo el mundo que siguen replicando hasta el dia de hoy, y que lo harán hasta que el poder efectivamente lo ejerza la clase trabajadora.
Si los reformistas comenzaron su alzamiento contra el dogmatismo clerical que reinaba en una universidad que había quedado anclada en el pasado, hoy nos enfrentamos por el contrario a un gobierno que con el discurso de “modernizar” presentó un proyecto de “Plan Maestr@” que quiere liquidar los pilares centrales de la educación pública argentina. De ahí que Macri haya sacado en enero un decreto donde declara “2018 el año de la Reforma Universitaria” y que llama a “actualizarla”. Hoy el “progreso” es puesto al servicio de atacar las conquistas que el pueblo argentino supo conquistar en su sistema educativo.
Como parte de aquel plan, la “Secundaria del Futuro” que comenzó a impulsar en Ciudad y Provincia de Buenos Aires, reduce la formación en los contenidos actuales, para impulsar sistemas de pasantías que implican trabajo no remunerado. Al mismo tiempo que en nombre de “introducir nuevas tecnologías”, buscan disciplinar el accionar de los maestros imponiéndoles contenidos digitales que el gobierno le compra a empresas amigas. También buscan impulsar que cada colegio busque su propio financiamiento, profundizando la actual desigualdad que existe entre los recursos de los colegios, y suspeditando el aprendizaje a las necesidades del mercado, y de paso, continuar el ajuste del presupuesto estatal. Por la misma vía corre el ataque a los terciarios, con la búsqueda del cierre masivo de institutos, y el permanente desfinanciamiento de la inversión en infraestructura.
En las universidades, el gobierno ya avanzó con el llamado “Plan de Reconocimiento Académico” que busca tender a igualar (hacia abajo) los contenidos de las universidades públicas con las privadas. A la vez que el Ministro de Educación Finocchiaro afirma que ”no vamos a financiar nuevas carreras en las que no haya áreas de vacancia y que no sean estratégicas para el desarrollo del país”, y “una Universidad puede dictar las carreras que quiera, pero tendrá que tener recursos propios”.
Las conducciones mayoritarias del movimiento estudiantil (radicales y peronistas/kirchneristas) miran para el costado mientras el gobierno avanza con su plan, que es toda una política de estado. En todo el país se dan luchas de resistencia aisladas, que a veces conquistan triunfos (como recientemente sucedió en la zona oeste de Provincia de Buenos Aires evitando el cierre de institutos terciarios), pero que no logran revertir la tendencia general.
Hoy reivindicar la Reforma Universitaria es reivindicar su accionar revolucionario en pos del programa de reivindicaciones estudiantiles, obreras y populares para la educación. Es por lo tanto, proponerse poner en pie un movimiento estudiantil que enfrente el ajuste y las reformas que impulsa el gobierno. Es reafirmar que la educación tiene que estar al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo, y no de las empresas.
El foco central del levantamiento estudiantil se dio en Córdoba, donde el carácter progresivo de los movimientos del siglo XX entró en profunda contradicción con una universidad que era un resabio medieval dominado por el Arzobispado a través de una logia que imponía docentes y contenidos, la “Corda Frates”.
En diciembre de 1917, los estudiantes de medicina inauguran los reclamos en respuesta al cierre del internado del Hospital de Clínicas y ya para enero de 1918 se suman otras facultades conformando el Comité Pro-Reforma. El 1 de abril lanzan una huelga estudiantil que paraliza las facultades. El conflicto se nacionaliza rápidamente y para el 11 de abril se crea la FUA.
El gobierno de Yrigoyen interviene intentando cooptar a los reformistas e impulsa una serie de reformas, pero el 15 de junio, frente a la elección del Rector clerical Nores, los estudiantes enfrentan a la policía, desalojan la sala y desde el pupitre rectoral declaran la huelga general. El Manifiesto Liminar proclama el “derecho sagrado a la insurrección” y vuelven a ganar las calles. Las protestas exceden ampliamente el ámbito universitario, ganan el apoyo de gran parte de la sociedad y realizan acciones en conjunto con la Federación Obrera de Córdoba. Los Reformistas empiezan a tener un programa propio y lo llevan a la práctica.
El 9 de septiembre se da el gran quiebre, los Reformistas ocupan la UNC, nombran a estudiantes como Decanos y la Universidad comienza a funcionar bajo dirección estudiantil. Yrigoyen responde con el ejército y deteniendo a los ocupantes pero dos días después tiene que retroceder. El triunfo de los Reformistas se materializa en los nuevos estatutos que proclaman los principios levantados en el 1º Congreso Nacional de Estudiantes: participación estudiantil en el gobierno universitario, autonomía y extensión universitaria, docencia libre y periodicidad de cátedras.
Vigencia de la lucha e hipocresía gobernante
Con el pasar de los años, el reformismo tendrá un derrotero diverso, por un lado, con fracciones impulsando una perspectiva socialista en todo America Latina; pero por otro, con otras girando a derecha y luego siendo institucionalizadas a través del radicalismo, en un camino que lleva a que hoy la corrupta Franja Morada se autoperciba como heredera del “reformismo del 18”.
Lo cierto es que han pasado cien años y la mayoría de estas reivindicaciones planteadas han sido eliminadas e imposibilitadas de desarrollarse en el seno de la sociedad capitalista.
Hoy la pelea no es directamente contra una logia clerical, pero sí contra la embestida mercantilizadora pregonada por el Banco Mundial y los gobiernos de turno que falsean la democracia universitaria imponiendo camarillas de gobernantes que actúan como agentes directos de las grandes empresas. Intentarán, por medio de actos, actividades y conferencias “homenajear a los Reformistas” pero en realidad aprovecharan el centenario para lanzar un plan que profundice las políticas mercantilizadoras y anti-educativas en toda América Latina.
A cien años, llamamos al movimiento estudiantil a recuperar las banderas de los Reformistas del 18. Reivindicaciones como democratización, libertad de cátedra, autonomía y extensión universitaria aún siguen vigentes. Seguimos peleando por estas consignas haciéndolas parte de un programa en común con los trabajadores, recuperando el legado de los Reformistas que peleaban por elevar la lucha educativa al plano político en camino a una revolución social que ponga la ciencia y el conocimiento al servicio del pueblo.
Nos acercamos al aniversario de dos hechos que dieron fisonomía al movimiento estudiantil y las luchas de la juventud a escala mundial: la “Reforma Universitaria” y el “Mayo Francés”. Procesos revulsivos que sacudieron la política de sus países, pero cuyo alcance y sus razones fueron mucho más allá de sus fronteras nacionales. Levantamientos que de reclamos parciales terminaron dando lugar a una critica a la totalidad de las miserias de la sociedad capitalista. Desde la Juventud de Izquierda Socialista queremos recuperar su legado, y reivindicar su vigencia.
“Somos la Generación de 1914, cuya pavorosa responsabilidad alumbra el incendio de Europa” decía el “reformista” Deodoro Roca, autor del Manifiesto Liminar que dirigió la Federación Universitaria de Córdoba en abril de 1918 a todos los estudiantes de América Latina. La época histórica que abrieron la Primer Guerra Mundial y la Revolución Rusa dio contorno a un mundo capitalista decadente, donde las aspiraciones al desarrollo tanto del individuo como el de las naciones oprimidas quedaron bloqueadas por un sistema imperialista que hasta el día de la fecha empezaría a ir de crisis en crisis, de guerra en guerra, y tendría como respuesta revoluciones y más revoluciones.
La universidad y su ideal de desarrollo de la ciencia, conocimiento y perspectiva crítica, también va a quedar prisionera de esa contradicción entre las aspiraciones y necesidades por un lado, y la realidad y los imperativos del sistema capitalista imperialista por otro. El levantamiento de los estudiantes cordobeses expresó un contenido mucho más profundo que el rechazo a los dictámenes clericales sobre los planes de estudio: implicaba poner en el centro del cogobierno a los sectores plebeyos que se incorporaban y daban una nueva fisonomía a la universidad, buscar una orientación al servicio de las necesidades populares del conocimiento producido, y para eso impulsar una alianza permanente con los trabajadores.
De allí que las reivindicaciones reformistas hayan sido negadas por todos los gobiernos hasta el día de hoy. El enfrentamiento a los rectores con sotana, se actualizó centralmente para el movimiento estudiantil en el enfrentamiento a las imposiciones del mercado y los gobiernos sobre nuestra formación. De revolear rectores clericales por la ventana como hicieron los reformistas del 18, deberíamos pasar a revolear a los rectores que reciben el financiamiento de MONSANTO o Benetton.
El Mayo Francés puso en evidencia que el “boom económico de posguerra” no alcanzaba para revertir la histórica decadencia del sistema capitalista. La universidad de un país imperialista “avanzado”, tampoco lograba dar respuesta a las aspiraciones de sus estudiantes. Y en semanas nomás, Francia mostró a sus obreros y estudiantes ocupando fábricas y facultades, desbordando a las conducciones sindicales traidoras, y poniendo en jaque al gobierno de Charles De Gaulle. El mundo entero vio desfilar entre miles de jóvenes pancartas con la cara del Che Guevara, proclamas contra la guerra de Vietnam, y un cuestionamiento en regla a la sociedad de clases. Alzamientos juveniles en Praga, Yugoslavia, Alemania, Italia, Japón, y también México con Tlatelolco, y Argentina con el Cordobazo del 69, mostrarán que el ejemplo francés irradió el mundo entero.
Este año muchísima tinta se dedicará a hacer todo tipo de “homenajes” a estos procesos con intentos de edulcorar sus enseñanzas. Nosotros somos claros. Reivindicamos el profundo contenido social que motorizó estas gestas. Reivindicamos sus métodos de huelga, toma de establecimientos, piquetes, asambleas y resistencia a la represión. Defendemos a muerte la unidad obrero estudiantil y el internacionalismo. Y reivindicamos los planteos de quienes al seno de esos procesos, lograron sacar la conclusión de que era necesario atar cada reclamo parcial a la pelea por derrocar al sistema capitalista. Porque, como bien afirmaba Deodoro Roca: “no puede haber reforma educacional a fondo, sino con reforma social también de fondo”.
Hoy que la juventud de nuestro país está calentando motores para lo que deberá será una lucha brutal contra el intento de Macri de avanzar con su “Plan Maestr@” de reforma privatizadora de todo el sistema educativo, más que nunca es necesario aprender de estos procesos históricos. La Juventud de Izquierda Socialista pone sus esfuerzos al servicio de esa tarea.
Escribe Laura Marrone Legisladora electa por la Ciudad de Buenos Aires, Izquierda Socialista/FIT
Al crecimiento invisible de la producción y la no menos invisible reducción de la pobreza de casi dos millones de personas, ahora se sumaría “la mejora en lengua y ciencias” de nuestros alumnos. Así lo manifestó el presidente Macri cuando presentó el resultado del Operativo Aprender 2017 en marzo pasado. “Tenemos que mejorar en matemáticas”, concluyó.
El Operativo Aprender consiste en una evaluación “externa” (no la realizan los docentes de la escuela), censal (a todos los alumnos del país) de sexto grado de la primaria y de quinto año del secundario, que impuso Cambiemos en 2016 y repitió en 2017. Según el informe oficial, el último abarcó a 900.000 alumnos y 29.000 escuelas. El resultado dio que, en lengua, en las escuelas medias estatales se duplicó el número de alumnos que logró el nivel más alto pasando de 15,2% a 29,6% y el más bajo se redujo a la mitad, 19,7% a 9,9%. En matemáticas, en cambio, estaríamos peor: bajamos de 16,1% en 2013 a 14,2% en 2016 y a 11,4% en 2017.
Quienes trabajamos frente a alumnos sabemos que no existieron cambios profundos que puedan dar credibilidad a ninguno de los dos resultados. No hubo prácticas, recursos, capacitaciones o medidas que expliquen uno u otro. Y menos para las dos materias en el mismo tiempo. Aun estadísticamente, estos resultados no son confiables. Por eso nosotros y decenas de sindicatos docentes combativos los rechazamos.
Las evaluaciones externas no sirven
En educación tenemos problemas, pero son centralmente políticos y no pedagógicos. Estas evaluaciones son una pérdida de tiempo y de recursos cuyo único propósito es culpar a la docencia de los problemas de nuestra educación. El fundamento del gobierno de que son necesarias para un diagnóstico de la situación se cae, pues para ello alcanzaría una simple muestra en lugar de hacerla censal, o sea a todos. En aquellos países donde se realizan desde la década del ´90, como Estados Unidos, condujeron a que la docencia se centre en el “entrenamiento” de sus alumnos para responder a esas pruebas estándares, por miedo a ver reducido su salario o perder la estabilidad en el cargo, en lugar de desarrollar el pensamiento, la creatividad y el trabajo en equipo. En México o Brasil las usan para la selección de alumnos que podrían seguir estudios superiores y cuáles no.
Lo determinante para el deterioro de nuestro sistema educativo son las causales externas. La diferencia entre las públicas y las privadas se debe a que las primeras concentran en porcentajes aun mayores al promedio nacional de 47% de niños y adolescentes pobres. Y encima las subvenciones estatales a la educación privada favorecen a una mayor desigualdad. El propio informe revela este condicionante por fuera de la escuela.
Cómo mejorar la educación
Hay que destinar el 10% del PBI y nacionalizar el financiamiento para que se haga cargo el Estado nacional, en lugar de pagar intereses de la deuda externa al doble de lo que se destina a educación. Hay que suprimir los subsidios a la educación privada. Hay que reformular la jornada laboral como en Finlandia, para que, con un salario digno, la docencia dedique un tercio de la semana laboral a tareas extraclase de preparación, capacitación y reflexión entre pares, entre otras medidas. En vez de cerrar los profesorados hay que implementar un plan de actualización de la formación docente todos los años de la carrera, dentro de la jornada laboral, entre otras medidas.
Las familias y estudiantes acompañaron el llamado a no asistir a las evaluaciones en aquellas jurisdicciones donde el sindicalismo combativo tiene influencia. La participación de alumnos en las escuelas estatales medias fue de 28,8% en Neuquén (ATEN), 22,7% en Santa Cruz (Adosac), 46,5% en Buenos Aires (Sutebas Multicolores), 49,3% en Santa Fe (Amsafe Rosario), y 53,1% en Capital (Ademys). La media nacional fue de 59%. Vale señalar que con menos del 50% los datos no se deben considerar a los fines estadísticos. La resistencia fue posible gracias a un esfuerzo asambleario con las familias y los estudiantes por parte del sindicalismo combativo. Cuestión que no hizo Ctera, ni los sindicatos nacionales como UDA, AMET o Sadop.
Ese cuerpo a cuerpo tuvo sus frutos. El llamado será de nuevo este año, hasta que derrotemos la farsa de estas evaluaciones.