Si bien Hagman reconoce que “Scioli y Macri son candidatos con rasgos parecidos” y que “no nos es sencillo votar por Scioli”, dice, a renglón seguido, que el voto en blanco es una “irresponsabilidad” y que “le hace el juego al PRO” (Página 12, 3/11). ¿Por qué?
Porque según este representante de la centroizquierda, Macri representa el “capital concentrado”. Nos preguntamos: ¿y Scioli? ¿No es “concentrado” gobernar con la Barrick y Chevron, en una economía que después de 12 años K es más concentrada y extranjerizada que en décadas atrás?
Hagman dice también que “si gana el PRO vamos a estar en peores condiciones para dar las luchas que queremos dar”. Y explica: “Yo prefiero dar las peleas para terminar con el trabajo en negro, para que haya una verdadera distribución de la riqueza, con un gobierno del FpV y no con uno del PRO”. ¡Pero Hagman! No hace falta dar tantas piruetas para ser funcional al gobierno nacional.
¡Es precisamente el gobierno nacional el que perpetuó el trabajo en negro y precarizado! ¡Es el gobierno “nacional y popular” el que redistribuyó la riqueza para los de arriba!
¿Cuáles son las “mejores condiciones” que hay para luchar con este gobierno que criminaliza la protesta social, espía a los luchadores, aplica el Proyecto X, se niega a desprocesar a los 6.000 luchadores sociales y ahora es el propio Scioli el que dice que va a aplicar la tolerancia cero contra los que corten rutas?
Es lo mismo que pasa con los gobiernos del doble discurso en Latinoamérica. Con el chavismo, que persigue a los luchadores obreros y populares, o acusa de ser agente de la Cia a cualquier opositor. O el PT de Brasil, donde para justificar el ajuste, Lula tuvo que reconocer “tuvimos que hacer lo que dijimos que no haríamos”, recortando 25 mil millones de dólares en “gastos” y planes sociales.
Siempre la centroizquierda fue funcional a los gobiernos de turno. Hagman lo confirma. Por eso no hay que votar ni por Scioli ni por Macri.