El gobierno de Macri abonó vencimientos con organismos financieros internacionales (Banco Mundial y BID) y acreedores bilaterales (Alemania, España y otros) por un valor de 3.952 millones de dólares. Lo hizo recurriendo a las reservas del Banco Central, exactamente lo mismo que le criticó al gobierno kirchnerista durante los pasados 12 años. Más aún, en el decreto que autoriza el pago se cita como antecedentes los pagos hechos por Cristina Kirchner en 2010 y 2015, diciendo que esa política “se ha revelado eficaz para disminuir los costos del endeudamiento público”. El propio Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, años atrás había cuestionado esta práctica del kirchnerismo explicando que era similar a que el estado autorizara una fuga de divisas. ¿Qué pasó? ¿Cambió de opinión? Nada de eso: simplemente que “cualquier” argumento vale cuando se trata de garantizar el pago a los supuestos acreedores internacionales.
Sigue creciendo el endeudamiento
Desde la asunción de Macri la deuda externa se ha incrementado en 36.600 millones de dólares (y todavía hay 2.000 millones más “en carpeta” de bonos provinciales para los próximos meses). Es el mayor aumento de deuda en un período tan corto desde 1994. Se compone de los 5.000 millones que se le pidieron a un conglomerado de bancos “para arrancar” (en enero), de los 16.000 de la emisión de bonos cuando se le pagó a los buitres, de las varias colocaciones de las provincias y de los nuevos títulos que, silenciosamente pero sin pausa viene “colocando” el gobierno cada semana. Todo esto sin contar la montaña de deuda “interna” que sigue sumando el Banco Central con sus letras (Lebacs) y el ya reiniciado proceso de endeudamiento del sector privado (que después, cuando llega la crisis, termina pagando el estado).
Es que hay una coincidencia entre macristas y kirchneristas: ambos sostienen que en los 12 años anteriores nos habríamos “desendeudado”. Esta afirmación, falsa de falsedad absoluta, es utilizada por el Frente para la Victoria para alabar su supuesta política “nacional y popular”, y por el gobierno para justificar que “ya que ahora hay tan poca deuda, podemos salir a pedir nuevos préstamos”. Esta coincidencia no es casual: cada vez que el entonces gobierno K debía poner a votación los canjes de deuda (como en 2005 y 2010) siempre estuvieron los macristas para acompañarlos con su voto.
Por supuesto, como pasa siempre, toda esa “lluvia de dólares” no entra a ningún circuito productivo. Una masa importante “entró y salió”, no quedando nada en el país. Así fue con los 9.000 millones de dólares de pago al contado a los buitres, o con los más de 6.000 millones de dólares que salieron en concepto de “remisión de utilidades” de las transnacionales a sus casas matrices. Otra parte alimentó directamente la fuga de capitales (3.500 millones) y el resto quedó en el país, pero “jugando” en la bicicleta financiera, donde se obtenían ganancias de hasta el 38% anual comprando las ya citadas Lebacs. En síntesis, la nueva deuda bancó a los pulpos financieros y sus negociados y nos quedó como “muerto” a pagar a los trabajadores y el pueblo.
La única salida es el no pago
El macrismo no es sólo el nuevo “gran endeudador”. Empieza a ser también el “gran pagador”. Como lo fueron todos los gobiernos que lo precedieron, que vienen conformando desde hace más de 30 años el “partido único de la deuda externa”.
Lo venimos diciendo desde entonces. La repetimos obsesivamente durante el kirchnerismo, mientras nos vendían que “nos estábamos desendeudando”. Y lo volvemos a decir ahora con Macri. Más que nunca, la única salida es dejar ya mismo de pagar la ilegal, inmoral, fraudulenta e impagable deuda externa, y poner todos esos recursos para resolver las urgentes necesidades populares de salario, trabajo, salud, educación y vivienda.