Ante cada perpetua que recibían los genocidas, el llanto y el grito de miles llegaban a nuestros oídos. Desde adentro, sentada a metros de los genocidas y algunos de sus familiares, recibíamos junto a las abuelas, madres y familiares con alegría y dolor el veredicto judicial. Era inevitable recordar a compañeros y compañeras con los cuales había compartido años de juventud y militancia, como también a aquellos compañeros asesinados de nuestro glorioso PST.
Tras casi dos horas, el juez finalizó la lectura de la sentencia con condena a 43 genocidas. En ese momento se soltaron nuestras gargantas al grito de “asesinos”, a medida que los iban retirando. Un grupo liderado por Cecilia Pando y su pandilla comenzó a provocarnos, con el puño en alto al grito de “zurdos, comunistas”, siendo desalojados detrás de los condenados. Nuestra respuesta fue inmediata: sosteniendo las fotografías de los compañeros desaparecidos como símbolo de los 30.000, comenzamos con rabia y emoción a cantar “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.
Saliendo ya hacia la calle, acompañando a las mujeres del pañuelo blanco quienes agradecían nuestro acompañamiento permanente, nos fundíamos en abrazos de alegría. Y con la convicción de seguir peleando, porque vamos a ir por más. Por los miles que todavía están impunes, para evitar la cárcel domiciliaria, por los cómplices civiles, eclesiásticos y empresariales.
Esta sentencia es fruto de la movilización popular. Con una enorme emoción decimos que no vamos a parar, porque no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.