Todo esto ya se suma a los 80.000 millones de dólares de nueva deuda desde que asumió el macrismo. Si a eso le agregamos los 900.000 millones de pesos de lebacs del Banco Central (casi 60.000 millones de dólares) y la deuda que nos había dejado el gobierno kirchnerista, el monto total que le deberíamos a los acreedores pasa largamente los 300.000 millones de dólares. En síntesis: una bola de nieve impagable.
Sabemos cómo sigue esto: en los próximos años cada vez deberemos abonar más de intereses anuales (este año son 16.000 millones de dólares, el doble de lo que se destina a educación y el triple del presupuesto de salud). A la vez, tendremos que tomar nuevos créditos para refinanciar los que vayan venciendo. Que generarán a su vez nuevos y mayores pagos de intereses. Para abonarlos, el gobierno recurrirá a cada vez mayores ajustes. No estamos haciendo futurología: es lo que ya pasó varias veces en la historia argentina de las últimas décadas.
Ante los justos reclamos de maestros, médicos o trabajadores estatales que pelean para que no resulte pulverizado su salario, ante los jubilados que piden no cobrar jubilaciones de miseria, ante estudiantes que reclaman por escuelas que se caen a pedazos, ante vecinos que piden por obras sistemáticamente postergadas, tanto Macri como los gobiernos provinciales responden lo mismo: “no hay plata”. Nosotros respondemos que es mentira: la plata está, sólo que se la destina al pago a los pulpos acreedores. Como muestra basta recordar que el macrismo debutó entregándole casi 10.000 millones de dólares en efectivo a los fondos buitres, con el apoyo en el Congreso de toda la oposición patronal.
Por eso nosotros decimos que hay que enfrentar el plan de ajuste en curso y proponer un programa alternativo. Es posible que todos los trabajadores cobren un salario igual a la canasta familiar y que los jubilados reciban el 82% móvil. Se puede dedicar el 25% del presupuesto nacional a educación y un monto similar a salud. Es viable lanzar un gran plan de obras públicas centrado en la construcción de viviendas populares que a la vez resuelva el problema del desempleo. Para poder llevar esto adelante, hace falta plata, obviamente: la que se viene destinando, desde hace casi cuatro décadas, al pago de la deuda externa. Hay que terminar ya mismo con esta sangría sobre nuestros recursos