Escribe José Castillo
La titular del FMI estuvo este fin de semana por Buenos Aires con parte de sus técnicos. Si bien el objetivo central de su presencia fue participar de la reunión de ministros de Finanzas del G20, aprovechó para dar “recomendaciones” al presidente Macri y al equipo económico, que la recibieron y halagaron como si ella fuera una monarca y los argentinos sus súbditos.
Christine Lagarde llegó nuevamente a la Argentina, por primera vez desde la firma del acuerdo de Macri con el Fondo. El gobierno se desvivió por atenderla como si se tratara de un personaje de la realeza. Las oficinas de prensa oficiales reenviaban cada una de sus palabras, asegurando que ella “elogiaba la evolución de las cuentas fiscales argentinas”, lo que traducido quiere decir que aplaudía cómo el gobierno lleva adelante el ajuste. Las fotos muestran a un Dujovne que “se inclinaba” ante cada gesto de Lagarde, y mostraba como un trofeo el twitter de la titular del FMI en el que “respaldaba a la Argentina”. Por si quedaba alguna duda, Lagarde aclaró: “El ministro me mostró los números que se encaminan al cumplimiento de la meta de déficit de 2,7% del PBI para este año y de 1,3% para 2019”, satisfecha por los 300.000 millones que el gobierno se compromete a recortar para el año próximo.
El presidente Macri, por su parte, le ofrendó la cena del “día del amigo”, invitándola a una cuidada comida especialmente supervisada por Juliana Awada –truchas y verduras, ya que la señora Lagarde no consume carnes rojas, informó la oficina de prensa de Presidencia–, a la que también asistieron el jefe de Gabinete Marcos Peña, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne y el presidente del Banco Central, Luis Caputo. Todos atentos a agradar a Lagarde, que se hizo presente con los técnicos de su staff, que son quienes inspeccionan en concreto si se cumplirá con el ajuste: el director del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, y el encargado de Argentina Roberto Cardarelli. Durante la cena el presidente aseguró a sus visitantes que “vamos a cumplir el 100% de las metas (de ajuste) y seguramente las vamos a superar”. ¡El presidente quiere dejar contentos a los funcionarios del Fondo asegurándoles que van a ajustar más aún de lo que ellos exigen! Lagarde aprovechó tanta demostración de obediencia para anunciar que el Fondo evalúa abrir una oficina permanente en Buenos Aires, donde obviamente instalaría “expertos” para que sigan día a día la coyuntura económica argentina.
Halagada por el gobierno, repudiada por el pueblo trabajador
Lagarde se movió en una “ciudad sitiada”. Mientras recibía sonrisas y cumplidos de funcionarios y empresarios, el gobierno tomó en cuenta todas las encuestas que dicen que más del 70% de la población repudia el acuerdo con el Fondo. Para evitar cualquier contratiempo armó un operativo pocas veces visto, cerrando calles y estaciones de subte en decenas de cuadras a la redonda de donde se moviera Lagarde. Como lo reconoció el propio Ministerio de Seguridad, lo utilizaron como un “ensayo general” para la visita a Buenos Aires de los presidentes más repudiados del planeta, encabezados por el propio Trump, a la reunión del G20 el próximo noviembre. Claro que el “anillo protector” no pudo impedir los repudios y manifestaciones a su presencia (ver nota en esta página).
Sí, el FMI es el “cuco”
Todas las escenas del pasado fin de semana demuestran que el gobierno ha cedido “las llaves” de la economía al FMI. Lagarde y su equipo son los auténticos “ministros de economía” del país.
El presidente Macri había dicho un día antes de la visita de Lagarde: “El FMI no es el cuco”. Seguramente no lo será para él y sus amigos, incluyendo los ministros que mantienen su riqueza fuera del país. Tampoco para los acreedores externos, que son a quienes el plan de ajuste del Fondo quiere garantizar que seguirán cobrando los próximos vencimientos de deuda externa. Ni siquiera para los agroexportadores, ya que Roberto Cardarelli se encargó de despejar, visitando personalmente la exposición rural, que el planteo del FMI de suspender la baja de retenciones había sido “sólo una idea” y que si el gobierno cumplía con el ajuste achicando salarios, jubilaciones, la salud, la educación y despidiendo empleados públicos no haría falta que el sector sojero haga aporte alguno.
Pero sí, el FMI es el cuco. Lo es para los millones de trabajadores y sectores populares que verán en los próximos meses cómo el actual ajuste del gobierno de Cambiemos se profundiza, sacrificándonos a todos ante el altar de seguir pagando a toda costa los vencimientos de deuda. Porque para esto, y no para otra cosa, es el pacto de Macri con el FMI. No queda otra opción, hay que salir a luchar, levantando un programa exactamente opuesto, que comience por dejar de pagar la deuda externa y usar todo ese dinero para resolver las necesidades populares y rompiendo con el FMI para recuperar nuestra independencia económica.
Las amenazas del Fondo Monetario
Todas fueron sonrisas en la visita de Lagarde y su equipo a la Argentina. Pero para que quede claro “quién manda” el FMI aclaró que en caso de que la Argentina no llegue a cumplir las metas de inflación pactadas en el acuerdo (de entre 27% y 32%) deberá solicitar un waiver (perdón), lo que habilitaría a los funcionarios del organismo a “revisar” si las medidas de ajuste “no fueron suficientes” y, por lo tanto, a exigir apretar más aún el torniquete sobre los trabajadores y demás sectores populares. Esto se realizaría a fin de año o comienzos de 2019, si, como es muy posible, la inflación anual llegara a sobrepasar esos índices.
Peor aún, el equipo técnico del FMI cubre su “prestigio” internacional aclarando que, aun si se lleva adelante el ajuste tal como ellos plantean, no es seguro que alcance como para que la Argentina pueda garantizar los pagos de deuda externa futuros: “Hay importantes riesgos sobre la sustentabilidad de la deuda”, expresan en su frío lenguaje técnico. En síntesis, el FMI nos exige un ajuste salvaje, pero encima nos dice que a posteriori es posible que debamos “hacer un nuevo ajuste”, sin descartar que aun así vayamos a nuevos escenarios de más devaluaciones y crisis.
Todos estos planteos del Fondo son el mejor ejemplo de lo que venimos sosteniendo desde hace décadas: la deuda externa, además de ilegítima e inmoral, es verdaderamente impagable y no hay “plan de ajuste” que nos salve. Por eso hay que romper con el FMI, repudiando este ajuste, y dejando inmediatamente de pagar la deuda. En ello está en juego tanto el presente, como el futuro del pueblo trabajador.