Escribe Simón Rodríguez, dirigente del Partido Socialismo y Libertad
La abstención más alta en una elección presidencial en sesenta años dejó al desnudo la maniobra del gobierno cívico-militar encabezado por Maduro y Cabello. La enorme mayoría de los venezolanos le dio la espalda a la farsa electoral dejando vacíos los centros electorales y las calles.
La imagen de Maduro saliendo de su centro de votación y saludando triunfalmente a una cancha vacía, más allá de la cual se reunían un puñado de militantes del partido oficial, resumió la jornada del domingo. El 67% de la votación que el gobierno se autoadjudicó palidece al lado de la abstención oficialmente aceptada de 54%, la más alta en una elección presidencial en la historia del país. Distintos medios independientes ubican la abstención por encima de 70%, cifra corroborada off the record anónimamente por funcionarios del Consejo Nacional Electoral a agencias de noticias internacionales. Pese a que las autoridades prohibieron que se filmaran los alrededores de los centros de votación, a través de las redes sociales circularon las imágenes de calles vacías y centros de votación sin colas que delataban una bajísima concurrencia de votantes.
Los mecanismos de extorsión política instituidos por el gobierno, como el llamado “carnet de la patria”, empleados en puntos de control a las afueras de los centros de votación para constatar si las personas que reciben asistencia social o adquieren alimentos subsidiados participaban en la elección, demostraron su limitada eficacia. Desesperado, Maduro lanzó durante la mañana del domingo la consigna de “Votos o balas”, intentando amedrentar a la población para que participara en la elección. Al final todo fracasó, la mayoría de los trabajadores y los habitantes de las comunidades populares boicotearon la elección.
Tanto el candidato opositor Henri Falcón como el Frente Amplio Venezuela Libre (que agrupa a la MUD y a chavistas opositores como Nicmer Evans y el ex ministro chavista preso Miguel Rodríguez Torres), desconocieron el resultado y plantearon la necesidad de realizar nuevas elecciones. La bancarrota política de la oposición patronal y proyanqui es total, se niegan a realizar acciones contra el gobierno y llaman a confiar en la presión de gobiernos extranjeros, celebrando el no reconocimiento de la elección por la mayoría de los gobiernos del hemisferio. Los balbuceos incoherentes y el inmovilismo de esa dirigencia, cuyos zigzagueos y vocación negociadora aportaron a la derrota de las protestas populares del año pasado, le han valido un enorme repudio, solo superado por el repudio al gobierno de Maduro.
Al celebrar su pírrico y fraudulento triunfo electoral, Maduro pronunció un grotesco discurso en el que aseguró que ahora sí iba a resolver los problemas económicos del país. Luego de más de cinco años gobernando, la economía se contrajo a la mitad, se recortaron drásticamente las importaciones y la producción nacional para sostener los pagos de la deuda externa hundiendo al país en la hiperinflación con precios que se duplican mensualmente, aplicando una brutal represión con centenares de asesinatos y miles de presos por protestar y forzando a más de dos millones de emigrantes a salir del país para escapar de los salarios de hambre. Las perspectivas con Maduro son totalmente sombrías.
El Partido Socialismo y Libertad llamó a la abstención y a la movilización para derrotar el fraude electoral y el hambre. Solo la lucha de los explotados y oprimidos puede derrotar al gobierno e imponer las reivindicaciones de alimentación, salarios dignos y salud para todos, en la perspectiva de un cambio de régimen y de sistema que ponga el poder verdaderamente en manos de las organizaciones obreras y populares.