Escribe Miguel Sorans*
Este es el reclamo de miles de campesinos y estudiantes que desde fines de abril no dejan de movilizarse en las calles de Managua y toda Nicaragua. Que se vayan Daniel Ortega, su señora Rosario Murillo y todo el gobierno. Pese a que Ortega cedió en su plan de reforma a las jubilaciones, el pueblo nicaragüense no ha dejado de movilizarse. Está en curso un proceso revolucionario que puede terminar con la caída del régimen represivo.
El pueblo nicaragüense grita en las calles “Ortega, Somoza son la misma cosa”. Este es el final de quienes hace casi cuarenta años encabezaron una revolución para derribar al dictador Somoza. En Masaya, Matagalpa, León, Estelí y en todas las ciudades que fueron la base social del sandinismo, se han producido bloqueos de ruta o se levantan barricadas. En las universidades también sucede lo mismo. Miles de campesinos se movilizaron a Managua donde se produjo una marcha que fue una marea humana. La policía y los grupos armados del orteguismo no cesaron de reprimir y matar. Se calculaba a mediados de mayo 53 muertos, centenares de heridos y algunos desaparecidos.
Los estudiantes son una vanguardia clara. Hasta ahora no surge una nueva dirección política ni nuevas organizaciones. Pero el proceso puede dar lugar al surgimiento de lo nuevo. Mientras tanto hay un desborde de masas. La burguesía nica, la Iglesia y el ejército están preocupados de que se profundice la movilización y caiga Ortega en medio de una revolución que no controlen. Que se produzca algo semejante a lo que fue el fin de Kadafi en Libia y otras dictaduras seudopopulares en el norte de África en 2011.
Por eso la Iglesia Católica y su Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), vieja aliada de Ortega, buscan con una “mesa de diálogo” salvar al régimen o dar una salida pactada que evite la continuidad de la movilización revolucionaria. Algo parecido a lo que hicieron el Vaticano y personajes como el socialdemócrata español José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela. Mesas de “diálogo” que contribuyeron a salvar a Maduro de su caída. Las propias fuerzas armadas tomaron distancia de Ortega reclamando no entrar en la represión y exigiendo diálogo. Es sintomático que el ex comandante y ex jefe del Ejército Humberto Ortega, hermano de Daniel y hace años retirado de la política, haya alertado sobre el peligro de un “colapso”. Se dice que Humberto, “que ha criticado en varias ocasiones al gobierno de su hermano”, envió días atrás una carta al Comando Sur de Estados Unidos, al Departamento de Estado y a los jefes de Defensa de Centroamérica, en la que advertía el peligro de un “colapso” en el país y la necesidad “de que el Ejército de Nicaragua siga firme en su carácter profesional no partidista y patriótico” (Clarín, 14/5).
Los estudiantes y amplios sectores populares tienen una lógica desconfianza del resultado de este diálogo. Muchos han señalado su oposición, incluso en las calles con pancartas que dicen “No hay diálogo sin justicia”. Desde ya que se trata de una maniobra para desmovilizar y buscar un nuevo pacto con Ortega o un recambio para salvarlo de sus crímenes y seguir con una Nicaragua al servicio de los de arriba. El camino es seguir la movilización revolucionaria popular, repudiando el diálogo tramposo hasta derribar al régimen patronal y represivo de Ortega y luchar por lograr un gobierno de los de abajo, de la clase trabajadora, de los campesinos y la juventud.
*Fue integrante de la brigada de combatientes latinoamericanos Simón Bolívar que combatió en 1979 contra la dictadura de Somoza. Actualmente es dirigente de Izquierda Socialista/FIT de la Argentina y de la UIT-CI.