Escribe José Castillo
Aquel que esperaba alguna definición en el discurso inaugural de Alberto Fernández sobre aumentos de salarios o jubilaciones, se quedó con las ganas. Por ahora no hay nada. Si hubo definiciones con respecto a la deuda: “queremos pagar, pero no podemos”. La frase de Alberto Fernández, en su discurso inaugural, vino de la mano del nombramiento de su ministro de Economía Martín Guzmán. Considerado un “tapado” (apareció en los últimos días, ya que se mencionaba otros nombres para ese cargo), inmediatamente se empezaron a reproducir declaraciones suyas de poco tiempo atrás, que se resumían en una frase: suspender el pago de capital e intereses de deuda externa por dos años.
Vamos por partes. Primero y principal, se trata de un reconocimiento de aquello que sólo la izquierda venía planteando durante toda la campaña electoral: no hay ninguna posibilidad de pagar los vencimientos de deuda, incluso los más inminentes. La Argentina está al borde de la cesación de pagos. Sólo sería posible hacerlo a cambio de un mayor ajuste sobre el pueblo trabajador que el que implementó el propio Macri. Pero Alberto Fernández sabe que eso es un suicidio político. Por si quedara alguna duda de que “no se puede” ahí están los ejemplos de las últimas semanas en Ecuador y Chile: los pueblos ya no toleran más ajustes y están dispuestos en las calles a resistirlos.
Segundo: ¿quiere decir esto que el gobierno de Alberto Fernández va unilateralmente a suspender, aunque sea por el plazo de dos años, todo pago de deuda? No es eso lo que se está planteando. Martín Guzmán dijo que “estamos en consultas con los acreedores” y que “las conversaciones que ya iniciamos con el FMI forman parte de esto”. En concreto, supedita todo a una negociación con los buitres de las finanzas internacionales y con los organismos representantes del imperialismo. Pero no existe en toda la historia del FMI ningún acuerdo sin la exigencia de un plan de ajuste. El propio Fondo ya dijo, una y mil veces, que está dispuesto a “renegociar”, pero pasando del actual préstamo stand by a otro “de facilidades extendidas”, donde se pueden correr vencimientos (nunca eliminarlos) a cambio de que el gobierno argentino implemente las reformas jubilatoria, laboral y mayores ajustes.
Tercero. Aún si se diera el caso de que el gobierno obtuviera un acuerdo con los acreedores de “correr” los pagos de capital e intereses por dos años, lo único que se lograría es patear el problema para adelante. Si se acumulan intereses sin pagarlos durante dos años, al final de ese período nos encontraremos con que la deuda se habrá incrementado en más de 50.000 millones de dólares por la simple acumulación de intereses impagos.
No hay salida sin dejar de pagar la deuda externa, repudiarla absoluta y definitivamente por ilegal, fraudulenta e inmoral y romper con el FMI. Todos esos recursos deben ser dirigidos a un auténtico plan de emergencia. La lucha contra la desocupación y el hambre solo se gana si se crea trabajo genuino, con un verdadero plan de obras públicas que, al mismo tiempo que resuelva el drama del déficit habitacional, genere millones de puestos de trabajo. Del mismo modo, hay que recuperar el poder adquisitivo perdido por los trabajadores. Esto no se arregla con una “suma fija a cuenta de futuros aumentos”. Se trata de aumentar de verdad los salarios y las jubilaciones para que nadie gane menos que la canasta familiar, y desde ahí, se indexen mes a mes según la inflación. Al mismo tiempo, se tienen que reabrir todas las paritarias, sin techo ni restricción alguna. Hay que retrotraer los tarifazos, al mismo tiempo que se reestatizan todas las privatizadas bajo gestión de trabajadores y usuarios. Y, si se quiere terminar de verdad con la especulación financiera, la fuga de capitales y las maniobras con el dólar, hay que nacionalizar la banca y el comercio exterior. Así si habrá, de verdad, un auténtico programa de emergencia, obrero y popular