Grandes carteles anunciando la nueva producción de Netflix aparecieron en Buenos Aires, Rio de Janeiro y en el propio Vaticano. ¿Cómo opera esta película ante la actual crisis de la iglesia?
Escribe José Castillo
La intencionalidad obvia del film es mostrar a un papa Francisco como el papa “progresista” frente al “conservador” Benedicto XVI. Pero más a fondo, como una iglesia unida en sus divisiones es capaz de “cambiar”, “adaptarse a los nuevos tiempos” e incluso integrar a sus sectores más reaccionarios. Inteligentemente, la película no le escapa a mostrar las zonas “débiles” de ambos papas. El “secreto” (que no es tan secreto) de Bergoglio es el cuestionamiento a su accionar durante la dictadura. La “confesión” de Ratzinger es su inacción y encubrimiento de casos de pedofilia y otros abusos sexuales por parte de la jerarquía eclesiástica. Todo se resuelve con el sacramento católico de la confesión y el “arrepentimiento” de los involucrados.
La producción, dirigida por el brasileño Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”, “El jardinero fiel”) cuenta destacadísimas actuaciones de Anthony Hopkins (como Ratzinger) y Jonathan Pryce (Bergoglio), además de una muy buena performance de Juan Minujín como Bergoglio joven.
Los hechos y la ficción
Pilar del sector más conservador y de derecha de la Iglesia Católica, el alemán Joseph Ratzinger llegó en ese carácter al cargo de Papa en 2005, asumiendo como Benedicto XVI. Renunció sorpresivamente en 2013, abrumado por los escándalos, tanto financieros como de encubrimiento de los innumerables casos de pedofilia.
El argentino Jorge Bergoglio lo sucedió, bajo el nombre de Francisco. Pero este nunca fue “progresista”. En los años inmediatos anteriores a su acceso al papado, como jefe de la Iglesia argentina, se opuso violentamente al matrimonio igualitario (al igual que, ya como Papa, lo hizo contra la legalización del aborto). Tampoco estuvo exento, al igual que Ratzinger, de haber encubierto sonados casos de abuso sexual por parte de sacerdotes.
BBC News tituló: “¿Qué es real y qué es ficción en el nuevo éxito de Netflix?”. Probablemente nunca sabremos si existió o no la visita de Bergoglio a Ratzinger que guía toda la película. Pero lo importante es otra cosa: ¿qué rol juega la película en la situación actual de la Iglesia Católica? ¿Por qué es “promovida”, hasta tomar la decisión inédita de que tenga carteles de propaganda incluso dentro de la propia Ciudad del Vaticano? ¿Cómo “opera” esta película?
Un agente del imperialismo en crisis
A lo largo de su historia la Iglesia Católica ha cumplido un rol reaccionario. Estuvo a la cabeza de la “evangelización” y el genocidio de los pueblos originarios de América. Defendió a los reyes, oponiéndose a la Revolución Francesa y a la independencia de los países latinoamericanos.
En el último cuarto del siglo XIX, ya consolidado el poder de la burguesía, ubica como enemigo al socialismo y al marxismo, colocando a la iglesia como aliado estratégico del capitalismo imperialista. En el siglo XX, apoyó a Mussolini, a Hitler, a Franco y a cuánto dictador circulara por el planeta. Hizo silencio ante los genocidios más atroces. Los laicos y sacerdotes que se rebelaron y denunciaron todo esto, fueron silenciados y apartados.
Juan Pablo II jugó un papel central en garantizar la restauración capitalista en el este europeo. Pero el alineamiento con las clases poseedoras, junto con su corrupción interna, los escándalos financieros y los masivos casos de abuso sexual, no le salieron gratis. El catolicismo viene perdiendo millones de fieles año a año.
Ni el imperialismo ni la propia iglesia se podían permitir que, en una Latinoamérica y un Tercer Mundo convulsionados y recorrido por movilizaciones y revoluciones de todo tipo, continuara este debilitamiento. Este fue el motivo profundo de la elección de Francisco, el primer Papa proveniente del Tercer Mundo. Y de su discurso aggiornado a los tiempos modernos. “Los dos papas” es un artefacto más, uno de los mejores sin duda por su calidad artística, de la búsqueda del fortalecimiento de una iglesia en crisis como agente de un capitalismo imperialista también en crisis.
Los socialistas revolucionarios respetamos todas las creencias individuales y el derecho a profesar (o no) una religión. Pero denunciamos el rol reaccionario que sigue cumpliendo la Iglesia Católica. Frente a la cuarta ola del movimiento de mujeres, repudiamos su papel de avanzada de la reacción, junto a otras iglesias, como las evangélicas. Exigimos el castigo en todo el mundo de los aberrantes casos de abuso sexual cometidos por la jerarquía eclesiástica. Y, en países como la Argentina, continuamos peleando por una tarea pendiente: la separación de la Iglesia y el Estado y el fin de los subsidios que otorga millones de pesos a curas, obispos, cardenales y escuelas religiosas.
Francisco (Bergoglio): Lo que está y lo que no está en el film
El Papa es mostrado en la película como alguien que se “arrepiente” de algunas decisiones que tomó en su juventud, cuando fue el responsable de los Jesuitas en la Argentina durante la dictadura. En particular de haber dejado sin protección (al echarlos de la Compañía de Jesús) a los sacerdotes Orlando Yorio y Franz Jalics, que terminarían siendo secuestrados en mayo de 1976.
“Hice lo que pude”, “tal vez debía haber hecho más”, son las expresiones de Francisco ante Ratzinger en el diálogo ficcionado de la película, donde termina “arrepintiéndose” y pidiendo al ex Papa la “absolución”. La idea es que Bergoglio, desde la década del ´80, ya alejado de la dirección de los jesuitas, habría “reflexionado”, “cambiado”, transformándose ahora en un progresista.
Nada más alejado de la realidad. En “Los dos papas” no está que Bergoglio asumió como provincial jesuita en 1973, antes de la dictadura, y participó activamente ya en ese momento contra los sacerdotes y laicos de la iglesia vinculados o cercanos a la izquierda. Tanto en la Universidad de El Salvador como en el Colegio Máximo (las dos instituciones educativas más importantes bajo responsabilidad jesuita) se encargó de “purgar” de marxistas al cuerpo de profesores, reemplazándolos por miembros de la derecha peronista, en particular vinculados a la organización Guardia de Hierro. Esto se profundizó durante la dictadura, cuando en 1977 la propia Universidad de El Salvador otorgó el título de doctor honoris causa al almirante Massera, entonces miembro de la junta militar.
Muchos años después, el actual papa Francisco fue citado como testigo en el juicio de la causa ESMA y se negó sistemáticamente a aportar los nombres de los responsables que conocía. Igualmente, como titular de la Conferencia Episcopal Argentina, también fue el responsable de publicar en 2006 los documentos de la Iglesia durante la época de la dictadura, censurando las partes donde quedaba comprometida como cómplice la cúpula eclesiástica de entonces. También guardó silencio ante las preguntas hechas por Estela de la Cuadra de Fraire durante el juicio al capellán de la policía Christian von Wernich. La hermana de Estela, Elena, había sido secuestrada en 1977 embarazada y dio a luz en cautiverio. La familia logró enterarse de que el bebé había nacido y comenzó a buscarlo, llegando a pedir ayuda en Roma al Superior General de los jesuitas Pedro Arrupe, que le pasó el caso a Bergoglio. El luego Papa Francisco llegó a saber que el bebé había sido apropiado y entregado a una familia por parte de militares vinculados al circuito Camps, donde operaba von Wernich. Sin embargo, interrogado sobre el primer momento en que oyó hablar de apropiamiento de niños, mintió diciendo que fue “en 1985, durante el juicio a las juntas”, desligando a von Wernich. Como vemos, el actual Papa fue partícipe, junto a tantos otros, del ocultamiento de los crímenes de la dictadura incluso en épocas recientes.
Bendice a genocidas
A principios de enero, Francisco recibió en el Vaticano al obispo castrense Santiago Olivera. Es el hombre de la Iglesia responsable de la “atención espiritual” de las fuerzas armadas, designado para tal cargo en 2017 por Francisco y un reconocido operador. En la audiencia con el Papa, ambos religiosos coincidieron en el “abuso” de las prisiones preventivas para los genocidas (lo que es falso) y que las mismas son “exageradas”. Para intentar reponer todas estas “injusticias”, el Papa envió a pedido de Olivera, cincuenta crucifijos bendecidos “para que sean enviados a los militares que están presos en la cárcel y a los están en sus casas detenidos” (Ámbito Financiero, 20 enero). La relación de la Iglesia y los militares viene de larga data, el “apoyo espiritual” y la bendición de las armas con las que perseguían y asesinaban fue una constante durante la dictadura1976-1983.
Ratzinger nazi y encubridor de pedófilos
El currículum del ex Papa alemán no tiene desperdicio: miembro de las juventudes hitlerianas, luego no hizo una sola mención de repudio al genocidio perpetrado por los nazis. Su ascenso en la carrera sacerdotal lo llevó a la cúspide la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombre que adoptó en los últimos tiempos el tribunal de la Santa Inquisición, conocido históricamente por las aberrantes técnicas de tortura para sacar “confesiones” a los “herejes” (miembros de pueblos originarios que no se dejaban “evangelizar”, “brujas”, judíos, homosexuales, o disidentes de cualquier tipo) que luego eran quemados en la hoguera. Ratzinger fue y es el más firme defensor de cuanta causa ultra-reaccionaria esté dando vuelta por el planeta: se opone al aborto, al divorcio, considera a la homosexualidad como una “aberración” y es contrario incluso a cualquier apertura mínima en la Iglesia (está en contra de los curas casados, de que se le permita tomar la comunión a los divorciados, que las mujeres ejercen el sacerdocio, etcétera).